“El vampirismo” entendido como “la práctica de explotar a otros”, lo que lleva a establecer una analogía entre los murciélagos bebedores de sangre y cierta clase de personas en la administración pública, incluyendo los “Togados de la justicia”.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Dentro del vampirismo, el manejo de las emociones como arma de persuasión psicológica contra la cual no existe defensa conocida es un conocimiento tan antiguo como la humanidad misma, pero sus reales alcances y técnicas permanecen celosamente escondidos y la masa ciega, como de costumbre, ignora o niega esta posibilidad.  Como se comprenderá, esto representa una gravísima violación del espacio interior y la libertad individual de las personas, pero nadie se preocupa de esta inmoralidad.

 Los exiguos derechos humanos que hoy día rigen no nos protegen, ni aun en democracia, de la violación de nuestro espacio interior ante la suerte de terrorismo psicológico empleado por ciertos gobiernos que, poseyendo el monopolio legal de la violencia organizada, conculcan diariamente los derechos de las minorías, ni tampoco de la influencia subliminal ejercida en la mente de los ciudadanos, mediante la divulgación de mensajes políticos destinados a presionar las conciencias.  ¿Todo ello para qué? Invariablemente, para amedrentar o persuadir a la gente con el objeto de sacar ventajas de este hecho.  Es así como una gran porción de los colombianos vive de la otra parte, a costa de amenazarla, prometerle un goce ilimitado o hacerla sentir culpable, con el propósito de manipular sus emociones y avasallar su conducta.

Desafortunadamente, esto ha sido siempre así, en algunos servidores públicos y togados de la justicia y, continuará igual mientras no se produzca la evolución de las conciencias por desarrollo y perfeccionamiento individual.  La porción parasitaria en la administración pública y la justicia no crea valores de ninguna clase; solo se aprovecha en forma deshonesta de los valores creados por los ciudadanos de bien.  Diariamente experimentamos, de una forma u otra, la evidencia de ser vampirizados en forma abierta o encubierta, solo que no sabemos reconocer este fenómeno por su nombre y le damos apelativos elegantes para disimular la descarnada realidad que padecemos los colombianos.

En realidad, en la mayoría de sus aspectos el vampirismo es completamente desconocido, o bien se camufla bajo actividades absolutamente legales: Todo el que cancela intereses excesivos por un crédito está siendo vampirizado diariamente durante años, o quizá toda su vida, observando impotente como, después de mucho tiempo de pagar, su deuda inicial crece en vez de disminuir.  El que lucha estérilmente contra la justicia, desidia o prepotencia fiscal está siendo parasitado en forma legal.  El que fuere víctima de un sistema judicial insuficiente o injusto, de un juez venal o de un abogado inescrupuloso, estafador o mentiroso estaría siendo vampirizado legalmente.

Si en democracia alguien es sometido a la cobranza de impuestos desproporcionados que jamás ha aprobado previamente y cuyo destino no controla ni conoce, está siendo vampirizado reglamentariamente en virtud de la tiranía de las mayorías.  El que no recibe un salario, honorario o emolumento justo por su trabajo está siendo parasitado.  Así mismo, el trabajador en la administración pública y la justicia que engaña o defrauda a su contratante en lo que respecta a la calidad o envergadura del trabajo pactado se convierte él mismo en parasito.

Lamento no poder desarrollar más profundamente un tema tan candente, entre nosotros los colombianos.  Confío en que las personas inteligentes y desprejuiciadas reflexionarán en la materia y sacarán sus propias conclusiones.  En cuanto al resto, lo que pueda decir en esta columna da lo mismo, porque nada entenderán, quizá porque prefieren no hacerlo, para no encontrar la verdad en ellos mismos.

Actuar de acuerdo a la más elevada ética, en la administración pública y la justicia, no es cómodo ni fácil; requiere comprender la génesis del pecado capital y la corrupción para poseer la motivación que nos lleve a desarrollar la fuerza interior necesaria para luchar contra la injusticia y la inmoralidad, en estos escenarios de la administración pública, en defensa de los valores trascendentales.

No obstante, hoy, es preciso reconocer que, ante la magnitud de los logros perseguidos, contra el vampirismo parasitario en Colombia, el sacrificio necesario se vuelve insignificante.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                   Medellín, febrero 27 de 2021