Por: IVÁN ECHEVERRI VALENCIA

En la actual coyuntura que vive el país, después del paro general celebrado 21 de noviembre, el cual fue convocado por las centrales obreras, estudiantes, colectivos y organizaciones sociales,  que ha contado desde un  principio con una enorme receptividad por parte de toda la comunidad, extendiéndose por varios días como nunca había ocurrido en nuestro país.

Las movilizaciones sociales no solo se han presentado en las ciudades capitales sino también en ciudades intermedias y en pequeños municipios a todo lo ancho y largo de nuestro extenso territorio, a las que han concurrido desde niños hasta las personas más adultas de todas las clases sociales, para desfogar un sinnúmero de sentimientos, de inconformidades con el actual sistema, con el gobierno  y su dirigencia política.

La Constitución de 1991, ha venido cosechando un proceso de renovación y de cambio, en el que las nuevas generaciones a medida que la han ido asimilando tratan de construir una nueva democracia donde se dé espacio a la tolerancia y al respeto por las opiniones ajenas, en el que nos  apartarnos de la confrontación como enemigos a dialogar como contradictores. Los colombianos, tenemos el más grande compromiso de seguir trabajando por el bienestar general y la consolidación de la paz.

Las movilizaciones en paz es un derecho que tenemos todo los colombianos, las que el Estado debe apoyar y proteger. En la actual situación, lo único que reclama el pueblo, es tener un interlocutor válido que lo escuche y atienda de manera efectiva su clamor.

El alto gobierno, pensó que esta protesta era una más de las que a diario se dan en el territorio nacional, desestimándola, negando un diálogo directo con los promotores del paro e iniciando charlas coloquiales con amigos que en buena parte son la causa del malestar y que poco o nada aportan a las soluciones de los problemas.

Está en mora el Presidente Duque, los empresarios y la clase política, en ver y en entender  de una vez por todas, en el polvorín social en que están sentados. El hambre, el desempleo, la falta de oportunidades de estudio, un sistema de salud perverso, la corrupción, la inseguridad, son algunos de los malestares que acechan y prenden la mecha en el país más desigual del continente.

La agenda  del comité de paro, es de profunda connotación social que difícilmente será aceptada en su totalidad, por lo que diálogo se hace prioritario a esta altura del parche, con los que verdaderamente representan a la clase trabajadora, a estudiantes, profesores, líderes sociales, víctimas e indígenas. El  Presidente Duque debe replantear la actual estrategia, antes que se haga tarde, conservar su gobernabilidad.

El camino expedito para atender las reformas y reglamentaciones que pide la comunidad es el Congreso de la República, pero como este no tiene la voluntad política, ni el interés, ni mucho menos la ética para hacerlas, hay una posibilidad de participación ciudadana que nos otorga la Constitución Política en el artículo 103 que es el referendo.

La ley 134 de 1994  en su artículo 3 lo define como la “convocatoria que se hace al pueblo para que apruebe o rechace un proyecto de norma jurídica, o derogue o no una norma ya vigente”.

La solución al paro y el poder volver a la normalidad, está en la cancha del Presidente Iván Duque, de su gobierno y de los señores congresistas, estamos a tiempo de poner los ojos en lo que ciertamente necesita el pueblo, de lo contrario, “si no  cambiamos nos cambian”.