Por: Misael Cadavid MD

Hoy, sin pensarlo demasiado y tal vez como consecuencia de estar en “el paro” como dicen los españoles, decidí cumplir una de las tantas cosas que están almacenadas en el cajón de “ pendientes “ y decidí escribir estas letras, procurando hacer una apología a la sencillez, esa virtud que hoy más que necesaria se hace urgente en nuestra sociedad.

Sin saber muy bien el porqué, el para qué o la razón de este impulso reprimido por meses, sentí una sensación interna muy nítida que me empujaba a realizarlo, pues cada día que pasa a pesar de la pandemia, predomina en algunos mortales el esnobismo, la prepotencia, la soberbia, la vanidad y la arrogancia sin el más mínimo asomo de sencillez y mucho menos de humildad.

Una de las múltiples frases  del ex gobernador de Antioquia Luís Pérez Gutiérrez que me causó un gran ejemplo de vida y que podría ser bizantina o trivial, pero al mismo tiempo tiene una gran profundidad filosófica, conceptual y con un gran significado de abnegación, vocación de servicio y sensibilidad social y que la repetía continuamente a su gabinete, podría decir, que cada 8 días era: el primero de enero nos verán cogiendo bus en San Juan …Y es que con su estilo metafórico quería decirle a su gabinete que el servicio público, es para servir al público y que su duración es finita, así o más claro !

La verdad es que desconozco por qué, pero no hacemos nada más que complicarnos la vida, en el trabajo, en las relaciones personales, en construir muros impenetrables. Sin duda, pensadores, inventores, científicos, artistas significativos para la humanidad han sido, sin excepción admiradores y practicantes de la simplicidad. Desde Galileo a Einstein, pasando por Copérnico, Newton, Da vince, Miguel Ángel, Jesucristo, Buda y Gandhi, todos han sido personas casi obsesionadas con la simplicidad. Al otro lado de la balanza, por desgracia nos rodean y sobretodo son muy abundantes en el panorama político, personas mediocres, que en su afán de ascender en la pseudo escala social  para que otros los adulen  y los admiren, complican las cosas y se obnubilan con el efímero poder, se llenan de arrogancia, orgullo y altivez y se les olvida que en la sencillez está el secreto de lo verdaderamente grande.

Seguramente estos transitorios seres humanos no están totalmente seguros de lo que dicen y hacen y cómo no pueden ser coherentes con la realidad, se tornan inalcanzables para el común de la gente y así suponen que se sentirán más interesantes. ¡Nada más descabellado!

Y es que la simplicidad y humildad tienen mala prensa, “oler a Pueblo” puede convertirse en sospechoso. Por eso no sorprende que la gente tenga miedo a ser considerada demasiado “simple”.

Pero definitivamente Luís Pérez no puede evitarlo, le gusta lo simple. Sin artificios. Con claridad.

Por eso sus modelos de vida a seguir son entre otros, el Papa Francisco, Pepe Mujica y Gandhi, las biografías de ellos siempre se encuentran en  la mesa de centro de su sala como si fueran la brújula que orientan su vida y lo suficientemente calibrada para no desviar sus convicciones políticas, la cual podría resumir en una sola frase: mejorar las condiciones de vida de las clases sociales menos favorecidas. Para Luis Pérez la política es simple, es el único instrumento de movilidad a social que tenemos y es lo único que transforma una sociedad. Por eso hay que dignificarla sin codicia ni egoísmo.

Algunos -como crítica- le dicen que como escribe habla. Y eso, muy a pesar de lo que digan sus críticos, le gusta,  porque escribir no es un fin en sí mismo, lo hace para comunicar, para compartir, para educar, para poner a pensar… en grande, para cambiar el mundo, para dejar claro que la imaginación nunca debe salir a vacaciones.

Con esto de lo sencillo, de lo simple no hago sino pensar en que Luís Pérez no es un hombre, es una causa. Y eso no es pose. Es convicción. Así de simple.