Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

 Todos tenemos enemigos, personas que nos han perjudicado, que nos han hecho mal, tal vez calumniado, difamado, ultrajado, y esto es muy doloroso.  Quizá alguno de nosotros diga: “yo esta ofensa no la puedo perdonar”.  O también: “perdono, pero no olvido”, “perdono, pero no quiero encontrarme con él o con ella”, “perdono, pero…..”

En la primera palabra de Jesús en la Cruz, él perdona y pide perdón no sólo para sus contemporáneos culpables de su muerte, sino también para cuantos, de alguna manera, a lo largo de la historia, somos igualmente responsables de su crucifixión, para cuantos alguna vez hemos pecado; para los que todavía hoy continuamos ignorantes y ciegos al pecar.  Jesús nos perdona e intercede ante el Padre, para que también él nos perdone.  Nosotros en cambio, las contadas veces que perdonamos, lo hacemos de un modo distinto.  Empezamos por destacar con el máximo relieve la gravedad de la injusticia y el atropello que se nos ha inferido: “usted me ha ofendido a mí.  ¡A mí, sí…! ¿cae usted en la cuenta de la diferencia sustancial que nos separa?  Con todo lo que usted me debe a mí, sí, usted…”

Y desde nuestra altura inaccesible le tiramos a nuestro enemigo la limosna del perdón.  Un perdón que le humilla y que a nosotros nos exalta y nos sublima.  Tú no, Cristo. Tú perdonas de otro modo, mejor dicho, tú perdonas de verdad.  Porque lo nuestro no es un perdón, es una farsa.  Tú no exaltas y destacas la ofensa, al contrario, la disminuyes, la borras, la haces desaparecer.  “Nunca saben lo que hacen”.  Y la tuya no es una frase retórica ni una exageración literaria de tu modo de hablar.  Clavado en una Cruz no se está precisamente para hacer ni retórica ni literatura, sino para decir la verdad.

Tú no eres el vulgar revolucionario que odia, eres el Redentor que ama.  Y para pasar del amor al perdón ya no queda más que dejar hablar al corazón.  Ése es tu testamento: ¡amar!  Pues amar es la clave de tu sistema y de la doctrina para los que quieren seguirte.  Lo fundamental de lo cristiano, tanto para los individuos como para las comunidades y la propia Iglesia, radica en ser seguidores y discípulos de Jesús.  El evangelio de Lucas, a mi modo de entender las cosas, es el evangelio de la misericordia, del Espíritu Santo, de los pobres.  Así lo refleja y presenta en la primera palabra de Jesús, que se muestra misericordioso incluso con los que le están crucificando.

Lucas insiste en el amor al enemigo y aquí, en este momento supremo de la vida de Cristo, ese amor se hace ejemplar para el creyente.  En Jesús existe perfecta coherencia entre lo que dice y lo que hace. En la más popular y sencilla de las oraciones que nos enseñaron desde niños, el Padrenuestro, él nos puso la más difícil y abrumadora de las exigencias: “perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

¡Por tu primera palabra en la Cruz, Jesús, conservas siempre vivo en tu iglesia a la que perteneces, el amor y el perdón! ¡Así sea!

“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y rogad por los que os persiguen”

(Mt 5, 44)

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                                  Medellín, abril 13 de 2022