Escrito por : Briseida Sánchez Castaño.

El mundo se está derrumbando y estamos siendo testigos directos de este desmoronamiento, anoche leí un artículo sobre otro virus que preocupa a la comunidad científica de Asia, el virus Nipah que tiene una mortalidad hasta del 70 %, y cuyo huésped es el murciélago, la primera vez que pasó a los seres humanos fue en el año 2004 después de que un hombre consumiera savia de palma contaminada por murciélagos en Bangladesh, un país del sur de Asia, los científicos luchan por contenerlo desde que lo conocen, porque si este virus lograr salir de allí, la especie humana no podría enfrentarlo ahora, necesitamos una tregua después del Covid para poder recuperarnos, la humanidad no podría enfrentar un virus tras otro, los recursos, la tecnología, los científicos no alcanzarían para comenzar ahora con uno nuevo, cuando el SARS- CoV-2 que nos desafía hoy apenas comienza. Pienso entonces, si se desatara un virus tras otro  y otro, sin tregua, o si se diera una mutación tras otra, podría acabar con nuestra civilización, y esta seria cambiada por una especie nueva, la de los virus, que tendrían toda la tierra  solo para ellos, esta noticia me puso a fantasear en las amenazas que rodean a la especie , salgo al jardín un momento, miro al confín, veo un montón de estrellas mirándome a mí, me siento indefensa frente a lo que es muy difícil e imposible de medir, hasta dónde va ese fondo oscuro salpicado por astros luminosos puestos al azar, hasta dónde me llevaría el espacio sideral si pudiera ir tras él y explorarlo, cómo se sentiría recorrer la oscuridad infinita sin llegar ninguna vez al fondo de él, cuántas explosiones de gigantescas estrellas vería creando más energía y más astros con sus nuevos pedazos, cuántos agujeros negros vería engullendo a estrellas alcanzadas por su fuerza, cuántas galaxias y sistemas solares parecidas al nuestro vería en mi recorrido. Sí, es una noche para pensar en lo trágico, pero es que no hay ambiente para pensar en algo distinto, pienso también, y si a pesar del tamaño colosal del  universo, fuéramos los únicos en este exorbitante y desmedido universo, porque podríamos ser los únicos, lo siento así cuando leo  que aunque no podemos sentirlo,  la tierra se mueve por el espacio a dos millones de kilómetros por hora, y esto es porque el planeta se mueve dentro del sistema solar, que a su vez orbita alrededor de la galaxia y esta al mismo tiempo se precipita por todo el confín a través del viento cósmico y siento miedo viajando a estas velocidades que no me caben en la cabeza porque pienso que podría salir disparada hacia el infinito,  y me pregunto, cómo estamos parados sobre una pequeñita bola de tierra que gira a una gran velocidad y que lo único que me protege  de esta gran confusión de velocidades imposibles de medir, son  los diez escasos kilómetros de atmósfera que rodean la tierra, ese pedacito de espacio invisible y trasparente que nos envuelve y  nos protege del monstruo que puede llegar a ser el incontable universo, esa franjita de oxígeno tan frágil que nos contiene y nos mantiene parados y pegaditos sobre la tierra, solo diez pequeños kilómetros frente a lo inmedible, diez kilómetros donde está el secreto de nuestra vida aquí, tan frágiles, tan endebles, tan quebradizos, tan ligeros nos vemos viajando  a estas velocidades que si fantaseo con más tragedias pienso que en esos viajes azarosos, podríamos en cualquier momento ser engullidos por un agujero negro y paro un momento y me digo, ¿ y cómo se sentiría eso ?, un solo grito, todos al unísono gritando en el último segundo mientras estamos siendo devorados por un monstruo oscuro y gigante, el último grito de la especie sería tan alto que su eco viajaría por el confín y quizá una próxima civilización pueda descifrarlo  y pueda saber que aquí estuvimos nosotros.

1 Comentario

  1. Me gusta lo que empieza a decir Briseida, pero seguir leyendo es un imposible. “Sin punto ni pausa” ¡no hay respiración!

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