Por: Félix Alfázar González Mira

En el 2015, recuerdo con nitidez, estuve en Bucaramanga, por invitación de un Centro de Pensamiento, que había sido citado para exponerle las intenciones, las propuestas, las ideas y los proyectos de un personaje que quería irrumpir con ímpetu en la vida política de la ciudad, a comprometerse totalmente con sus conciudadanos. Nos ubicaron en un piso de edificio de vidrios panorámicos donde se veía la ciudad y nos comentaron que el siguiente era la vivienda del ingeniero Hernández.

El auditorio era amplio, de todo el piso, y los asistentes éramos más reducidos. Entendía que el interés era manifestar a diferentes movimientos, organizaciones y partidos su propósito de recuperar la ciudad de las manos de los clanes políticos que la tenían secuestrada y entregársela a la ciudadanía.

Su fuerza interior le generaba el convencimiento que la ciudad tenía otras formas de gobernarla. Era insistente en que su situación personal y familiar ya estaba definida en el escenario económico y que la pobreza y las condiciones de vida de los sectores populares no daban espera en el entendido que los recursos públicos se los robaban y era necesario, de una vez por todas, destinarlos a la inversión social.

En esa, su oficina de campaña, se reunía permanentemente con dirigentes comunitarios y la amplia base popular que comporta una ciudad de esa naturaleza. Conversaciones diversas sobre el devenir cotidiano, frustraciones y aspiraciones en asistencia social que le estaban siendo negados y con la práctica, como lo está haciendo en la campaña nacional, de no seducir con dinero a los dirigentes y votantes.

Mostraba con orgullo de luchador vital sus brazos callosos por efectos de los rayos solares y su casco de ingeniero constructor, testigo cierto de 40 años de trabajo bajo el sol. Ahora entiendo porque usa permanentemente camiseta de manga larga de colores diversos.

Desde esos días identificó a la corrupción como el gran mal de los colombianos, teniendo sintonía con la inmensa mayoría de la gente. Son evidentes y conocidos los resultados obtenidos en su lucha contra el robo y la ladronería en la ciudad que gobernó. Tarea nada fácil por todos los factores de poder que se mueven alrededor de los dineros públicos y que solo una acción decidida y también temeraria, como buen santandereano, la hacen posible. Ahí ya hizo escuela necesaria para encarar a los que merodean y viven del presupuesto público. (¿Cuántos cientos de años llevan en esa tarea Petro, Piedad, Roy, Benedetti, Cepeda, Cristo, Rivera, Samper, Castaño, los parlamentarios liberales que lo apoyan, la Lozano, Los Moreno, y toda esa fauna política diversa que conforma el “pacto antipatriótico”?. Sumar los años de cada uno en la actividad pública).

Santander siempre nos ha dado sorpresas creativas en la historia de nuestra nacionalidad. Las luchas en El Socorro y Charalá con Manuela Beltrán y su rebeldía, José Antonio Galán y su convencimiento emancipador, José Acevedo y Gómez con su verbo encendido, fueron definitivos referentes de nuestras luchas de independencia antes y después de 1810.

Barichara nos da a Aquileo Parra, su antecesor hace 144 años, más que un orador o un escritor, fue administrador práctico y metódico, actitud que debió adquirir durante su larga experiencia como empresario. Y ahora Piedecuesta nos prodiga a su emulador Rodolfo Hernández quien le permite abrevar de sus ideas en materia de comunicaciones viales y la educación, recordando que aquel fue primer presidente que estableció la educación primaria, obligatoria y gratuita para los colombianos. Empresario que fue aquel y empresario este coincidiendo en sus preocupaciones sobre la educación y la conectividad vial.

La corta vida pública de Rodolfo Hernández, 2015-2022, su discurso y preocupación ha sido contra la corrupción, la robadera, la ladronería (como el las llama); los casi nulos resultados del establecimiento para detener esa robadera de los dineros públicos y el derroche en contratos y burocracia, cansó a la gente. En Bucaramanga fue visible el cambio.

Dos temas: robadera y derroche permite interpretar a la mayoría de los colombianos.

No necesita reforma tributaria de 50 billones de Petro cobrándosela a los ricos. Acabar la ladronería de los 50 billones (la contraloría dice q ese es el robo) y el ahorro en derroche que promete, se hará presidente.

Ante el salto al vacío con Petro y su “banda antipatriótica,” esta propuesta de cambio dentro del sistema de democracia liberal le consolidará el triunfo.

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