Por:  IVÁN   ECHEVERRI   VALENCIA

Con la decisión del Presidente Duque de empezar a flexibilizar el aislamiento social a partir del próximo 27 de abril,  reabriendo importantes sectores de la economía, ha dado lugar a un gran debate, por parte de algunos científicos que consideran, que no es el momento de hacerlo por falta de suficientes test o pruebas sobre la cantidad de personas que están contagiadas, las  asintomáticas y su entorno,  lo que hace indemostrable en tiempo real en qué lugar de la curva nos encontramos y que tan cerca estamos del llegar al pico máximo del contagio.

Otros, asesores del gobierno central, consideran que con las medidas adoptadas previamente a la llegada del COVID-19, la curva se ha aplanado y la posible masificación del contagio se ha contenido, lo que ha permitido que el sector salud esté preparado para atender a los actuales contagiados y un posible agravamiento de la contingencia.

Cuando se habló de la flexibilización y que podríamos salir, me retrotrae a la época cuando asistíamos en nuestro pueblo a la escuela  o al colegio y, por inasistencia de unos de los docentes “nos largaban para la casa”, era tal la algarabía que salíamos corriendo, pero, no para la casa sino a jugar, olvidando por completo las ordenes, la disciplina y las recomendaciones que nos daban antes de salir de la clase.

Algo similar nos puede ocurrir el próximo lunes, cuando deberán acudir  a sus lugares de trabajo 1.8  millones de trabajadores y empleados de la construcción y su cadena productiva en todo el país, y otro tanto o más en el sector manufacturero. Se afirma que en Colombia, viven de la industria manufacturera entre empleados fijos, temporales, formales e informales por lo menos 10 millones de personas.

La controversia se ha suscitado, porque algunos mandatarios regionales y locales, consideran tarea  difícil el de  controlar  tanta gente de nuevo en la calle,  lo que superaría  la capacidad del transporte autorizado y se correría el riesgo de aumentarse el contagio; así mismo,  reconocen la inmensa necesidad de reiniciar algunas de las actividades económicas, pero,  de una forma  más planificada, racional y paulatina.

El gobierno Duque, se la jugó con abrir  la cadena productiva, corriendo un gran riesgo, por no estar el virus debidamente controlado ni curado. Eso si advirtió, que en caso de que los infestados superaran el 70% de la capacidad instalada de las UCIS, inmediatamente regresaríamos al aislamiento general obligatorio.

Entendemos en este punto de la partida, la angustia por la que pasa el gobierno nacional de superar semejante problema de salubridad pública, pero, también de sacar de la parálisis al país, motivo que lo empuja a mover la actividad  productiva, porque cada vez ésta, se encuentra más aporreada por su ahogamiento financiero y económico, que la tiene al borde de la quiebra, con consecuencias nefastas para el empleo.

Además la situación social del país es muy compleja, millones de personas no tienen o se quedaron sin empleo, lo que los exaspera por no tener nada de que vivir y el hambre que los agobia no da espera, lo que hace más angustioso el actual panorama, en un país donde los recursos y oportunidades son escasos.

A los alcaldes y gobernadores también hay que comprenderlos, sus prioridades y  proyectos de gobierno se encuentran totalmente embolatados, la crisis de salud superó todo, se quedaron sin recursos y difícilmente podrán cumplir la ley 617 del 2.000. Hoy, se dedican exclusivamente y con mucho esmero a calmar el hambre, a buscar recursos, a dotar hospitales y acompañar a los servidores de la salud.

Esperamos con mucha fe que a partir del lunes 27, seamos lo suficientemente responsables, cumpliendo los protocolos, las medidas de seguridad e higiene. Si cuidamos nuestra salud, también estaremos cuidando  la de nuestros seres queridos  y la de los demás.                 

Colombia, necesita es la grandeza y solidaridad de su clase dirigente y empresarial, porque solo unidos podremos salir de semejante crisis.