Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS 

Cuando la estafa politiquera es descubierta suele caer sobre el responsable todo el peso de la ley, pero hay ciertas áreas en las cuales la manipulación deshonesta permanece tan ambigua o encubierta que no es advertida ni denunciada, ya que tampoco se le considera una estafa en el estricto rigor de la palabra.  ¿Qué cosa es un delito? ¿Solo aquello que está comprendido dentro del código penal? ¿O existen delitos no tipificados?

El halago de las pasiones de la politiquería para hacerla instrumento de la propia ambición política, constituye una de las más descaradas y crueles estafas de las que puede ser víctima el pueblo.  Son millones los que pueden ilusionarse creyendo en promesas utópicas que jamás serán satisfechas, ya que se usan solo como anzuelo electoral. 

El lucro obtenido es el poder.  Poder al servicio de cúpulas partidistas, grupistas, y no del pueblo.  Este último, que nada entiende, suele, al sentirse defraudado, reaccionar violentamente, culpando erróneamente a los que no corresponden, y jamás a los que mintieron deliberadamente para hacerse con el poder.  La política, en el político farsante, es el arte de servirse de los hombres y las mujeres haciéndoles creer que se les sirve.  D`Alambert, sostiene que “el arte de la guerra es el arte de destruir a los hombres y mujeres, como la politiquería -no la política seria- es el arte de engañarlos”.

La hipocresía colectiva impide el reconocimiento de ciertas verdades cuando éstas son expuestas, ya que lo establecido es fuente de seguridad emocional para las personas que, acostumbradas a un sistema, sienten temor de reconocer los defectos y vicios de éste.  Este es el peligro de la “democratitis”, especie de enfermedad maligna que lleva a asumir en forma puramente emocional el sistema democrático, rechazando indiscriminadamente todas las críticas que puedan tener por objeto perfeccionarlo.

La democracia no existe por mero acuerdo o decreto, sino que representa un estado de consciencia que requiere, para perfeccionarse, de un largo y trabajoso camino de perfeccionamiento de cada ciudadano, descartando el paternalismo estatal para asumir la responsabilidad de sí mismo, condición fundamental para hacerse inmune a los cantos de sirena electorales, comprendiendo que el mérito individual es la única fuente de riqueza, paz, verdad, libertad y prosperidad.

Cabe hacer notar que las estafas encubiertas politiqueras, practicadas en gran escala en Colombia, Antioquia y Medellín, vale decir, que afectan a una gran mayoría de la población, suelen tener éxito porque se originan y desarrollan mediante un abrumador despliegue publicitario, en el cual los medios de comunicación son, por lo general, inocentes cómplices.

Como estamos en la época de la ambigüedad, abunda la equívoca figura en que una cosa “es una estafa y no lo es”.  Lo es en realidad de los afectados, pero no a la hora de exigir el reconocimiento de este hecho y el castigo de los culpables.  Cuando se efectúan determinadas promesas antes de acceder al gobierno o al poder político, al que se aspire, y este compromiso no se cumple después del triunfo se da lugar a una vulgar estafa a la buena fe pública, figura inmoral con intención de engaño, premeditación y lucro, que seguramente será sancionada como corresponde cuando llegue el momento en que los pueblos dimensionen debidamente la magnitud y efecto de estos manejos enfocados en mentir y engañar el pueblo.

En la politiquería, no en la política seria y responsable, para que algo pueda embaucar a todo el pueblo tendría que ser una estafa nueva, alguna manipulación deshonesta de tal envergadura y estilo para que la generalidad de las personas no llegare jamás a sospechar el engaño.  Particularmente pienso, y doy fe de ello, a la vez que pueden existir, por ejemplo, muchas falsedades históricas, deliberadas o inadvertidas, ya que la evidencia engañosa es muy antigua, ha sido manipulada muy hábilmente o las pruebas divergentes se han hecho desaparecer totalmente de manera consciente y mal intencionada en el comportamiento de políticos deshonestos.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                           Medellín, abril 29 de 2021