Por: Misael Cadavid MD

¡Soberana pendejada…! Fue el zafarrancho que propiciaron algunos detractores del Alcalde Quintero que ven en cualquier situación, por demás insulsas y bizantinas, un motivo para boicotear la excelente gestión de gobierno del burgomaestre.

Y es que la iniciativa de EPM de hacer una alegoría  a todos los carnavales de Colombia (blancos y negros, el de Rio sucio, el de Barranquilla etc.) al considerados un patrimonio cultural inmaterial de la nación en los alumbrados decembrinos, es un mecanismo educativo y de arraigo para los ciudadanos que desconocen la trascendencia de los mismos, lo cual es digno de respaldar.

Tremendo agravio y humillación sufrió el Diablo del Carnaval de Riosucio por cuenta de la incomprensión y la mojigatería humana (o mejor Política) cuando era objeto de un homenaje como símbolo de la fiesta popular que preside. Lo iban a retirar  dizque por consideraciones religiosas. ¡Hipócritas! Sería como exigir retirar el desfile de mitos y leyendas que se celebra el día las velitas en honor a la inmaculada Concepción de la virgen María y en donde salen deidades de toda índole como la llorona, la madremonte, la patasola, la hojarasca y espantos de toda índole, eso demuestra el complot político que continuamente se fragua en contra de Quintero.

Para empezar, el diablo riosuceño no es pariente, ni lejano, del diablo católico, ese ser cizañero que tira la piedra y esconde la mano. Ese diablillo no se desgasta en hipocresías baratas ni se rasga las vestiduras. Es un diablo permisivo, alegre, bonachón, derrochador, justo, franco y, sobre todo, amigo de la paz y la cordialidad entre los seres humanos. Es un mito que se inventaron en Riosucio hace más de cien años con la misión de unir la población y garantizar la alegría de la fiesta. Posiblemente en el próximo carnaval dirá lo vilipendiado que estuvo  con respecto a la humillación que acaba de sufrir, porque él con ésa, no se queda.

No pretendo  aquí replantear postulados teológicos ni inducir a teorías conspirativas respecto de la fe. Solo quiero analizar lúdicamente, desde la más sana curiosidad, y a través de diversas interpretaciones culturales, una nueva versión sobre la mayor encarnación de nuestros miedos.

Es probable que el Diablo, como Dios, siempre haya estado allí, porque, en buena medida, ambos serían la misma entidad simbólica.

Desde las primeras teorizaciones respecto a la dualidad del Bien y el Mal, concomitantemente están presentes, las nociones de razón y salvajismo. Se entendía que el hombre que se dejase conducir por sus instintos se guiaría básicamente por el Mal, y que el hombre que actuara cobijado por la razón sería alumbrado por la antorcha del Bien. Dios estaría, entonces, en el discernimiento y el equilibrio, y el Diablo en los instintos, que solo buscarán satisfacerse.

Satanás, el ángel caído (“Lucifer, del latín lux: ‘luz’, y fero: ‘llevar’: portador de luz”), expulsado al Caos por rebelarse contra Dios, es  la figura simbólica, probablemente la del primer indicio de razón propia, creada  después de Dios.

Satanás (Lucifer, cuando era el ángel más bello) es la imagen del hijo caído y castigado por rebelarse contra el Padre. Los dos pecaron de discernimiento y de intencionalidad personal, ya sea por envidia o por amor; ambas, características muy humanas.

Algunas religiones, tradiciones o doctrinas (yezidismo, luciferismo,

Gnósticos) consideraban a Lucifer como una entidad positiva, libre de oscuridad, que “se rebeló contra Dios para darle a la Humanidad la sabiduría, y a quien luego, Dios perdonó y restauró como su ángel predilecto”.

Por ello, si Dios hizo una invitación disimulada a la desobediencia, Satanás solo fue un vehículo de ese plan que buscaría, principalmente, el despertar del hombre a la razón, y a todas sus aristas, ventajas y desventajas.

Y tal vez el propio Satán, a pesar de sí mismo, sirva de alguna manera para cumplir la voluntad de Dios.

La figura mítica del Diablo fue la identidad secreta de Dios. Luego el hombre adoptó e hizo suya esa figura para justificar su debilidad y alimentar los miedos propios y ajenos.

Así el hombre le dio cuerpo y consistencia (con cuernos, rabo y tenedor) a lo que para Dios solo era una idea de complementariedad.

Así es que, el diablo no es como lo pintan y respaldamos la decisión valiente del alcalde de devolverlo al escenario natural, al de la picaresca artística y cultural que nada tiene que ver con asuntos religiosos.

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