Por Iván de J. Guzmán López

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El pasado 3 de diciembre, se celebró en Hispanoamérica el día del médico (por supuesto que al decir “del médico”, hablo también de ellas; si uso el genérico, es porque la norma culta lo pide, pero mi cariño por las médicas es igual, tal vez mayor, porque en ellas está el humanismo, el profesionalismo, la sensibilidad, el buen trato y el don maternal que no pocas veces dejan escapar ante sus pacientes. Es lo que he visto en ellas y lo que veo en mi hija, médica). Y no podía dejar ver como se aleja en el tiempo esta justa celebración, para ponderar sobre una de las más bellas profesiones de la humanidad. 

El 3 de diciembre de 1933, fue instaurado como el Día Internacional del Médico por parte de la Confederación Médica Panamericana, en honor al médico cubano Carlos Juan Finlay y Barrés. La fecha fue establecida en el marco de un congreso médico mundial, celebrado hace 80 años en Dallas (una de las ciudades más históricas e importantes de Texas, en los Estados Unidos), “cuando se conmemoraba el centenario del natalicio del doctor Finlay, quien, a sus 48 años, presentó en la Academia de Ciencias de la Habana un trabajo sobre la propagación de la fiebre amarilla causada por la acción del mosquito Aedes Aegypti, hipotéticamente considerado, desde ese entonces, como el agente transmisor de la fiebre amarilla. Veinte años después de esa presentación, que en el momento fue calificada como controvertida, la IV Comisión Americana para el estudio de la Fiebre Amarilla se decidió a comprobar la veracidad de las conclusiones logradas por el médico cubano, concluyendo que, en efecto, su teoría era cierta y que el mosquito era el único responsable de la transmisión de la enfermedad”.

Desde los mismos albores de la historia, día a día, año a año, tal y como lo hizo el doctor Finlay, los médicos (en su gran mayoría) cumplen con el histórico compromiso hipocrático (“Según Galeno, Hipócrates creó el juramento cuando empezó a instruir, apartándose de la tradición de los médicos de oficio, a aprendices que no eran de su propia familia. Los escritos de Galeno han sido el fundamento de la instrucción médica y de la práctica del oficio hasta casi el siglo XX”), y evolucionan en su saber profesional y en sus mandatos éticos, a tono con la historia, la ciencia y la realidad humana.

Al tenor de lo anterior, “La Asociación Médica Mundial aprobó en su 68ª Asamblea General, celebrada recientemente en Chicago, una nueva versión de la Declaración de Ginebra, equivalente del juramento hipocrático, de carácter básicamente ético, que hacen aquellos que se gradúan en Medicina. La actualización ha supuesto la incorporación de dos conceptos claves como son la autonomía del paciente y el cuidado de la salud del propio profesional; aspectos relacionados con la relación médico-paciente y la confidencialidad médica; el respeto por los maestros y colegas, han sido revisados de acuerdo con los cambios y la evolución de la profesión médica”.

Según el coordinador de relaciones internacionales de la Organización Médica Colegial, OMC, Dr. José Ramón Huerta, “desde su elaboración, en 1948, la Declaración se ha convertido en un documento central de ética médica y una versión moderna del Juramento Hipocrático de hace 2500 años. Su última revisión se produjo en 2006, considerándose la recién realizada como la más importante, al haberse dado la posibilidad de que toda la profesión médica participase y aportase, tras haber estado abierta y expuesta al colectivo médico de todo el mundo”.

 La revisión, básicamente, está condensada en los siguientes criterios:

“Respetare la autonomía y la dignidad del paciente, se convierte en la frase más novedosa de la Declaración revisada. Con ella se completan los cuatro principios fundamentales de la ética médica que todo profesional debe aplicar: Principio de autonomía; Principio de beneficencia; Principio de no maleficencia; y Principio de justicia. El otro aspecto novedoso es el de su compromiso por el cuidado de su propia salud, bienestar y capacidad de prestar la atención médica del más alto nivel. Con este artículo se sella la garantía de la salud del propio paciente.  Asimismo, se incluye la obligación de que el profesional comparta los conocimientos médicos en beneficio de sus pacientes y el progreso de la salud, mientras quedan modificados algunos de los puntos que configuran la Declaración, que pasan a ser 13 en lugar de los 11 anteriores. Así, en el nuevo texto, el médico no consagra sino ‘dedica su vida al servicio de la humanidad’. Además, no sólo velará por la salud del paciente sino también por su propio bienestar”.

A punto de que el gobierno central presente al congreso una nueva reforma a la salud, es claro que debe volver los ojos a la dignificación del médico y de su ejercicio profesional. Decirle, en esa reforma, no a la corrupción centralizada en el sector salud, el peor mal de Colombia, y que golpea sin misericordia al sector; no a la injusticia e inequidad biológica, social, económica y política, lo cual ha generado los más altos índices de pobreza en el país (como los que presenta actualmente), factor este que dispara en la población altos índices de demanda de salud; decirle no a la prestación de servicios de salud como un negocio especulativo que debe generar muchos ingresos y ganancias para unos pocos; acabar con la mentalidad curativa y no preventiva de empresarios, dirigentes, directivos y profesionales de la salud. Entender (o mejor, aceptar) que la salud es un bien y un derecho fundamental, no una mercancía o un objeto, para lo cual requiere de entidades, directivos y profesionales interesados, comprometidos y obligados a conservarla.

La mejor manera de celebrar a nuestros médicos, es reconociendo su labor extraordinaria en la sociedad y en la salud de Colombia (más ahora, en plena pandemia); reglarles la jornada laboral de tal manera que no se abuse de ellos, para que física y psíquicamente, presenten condiciones óptimas a la hora de prestar el servicio. Prohibir los contratos a destajo; no más abusos y saqueos de las eps, no más deficiencias en la dotación y construcción del sistema hospitalario (el mejor exgobernador de Colombia de la pasada vigencia, me advertía que, en medio de la pandemia, no se ha construido un sólo hospital en Colombia).

Felicitaciones a nuestros médicos en su día. Ya sabemos que nuestro personal médico y paramédico, así como nuestra medicina, son reconocidos mundialmente y hoy es un activo fundamental y valioso de Colombia. Celebrarlo, protegerlo, respetarlo, dignificarlo, es obligación de todos, empezando por cada uno de nuestros gobernantes. Por supuesto, ¡con el Presidente a la cabeza!