Por Iván de J. Guzmán López – Ivanguzman790@gmail.com

El pasado 13 de junio de 2021, me llegaron mensajes con motivo del día del escritor. Y es que el 13 de junio es el día del Escritor (y la Escritora) en la república de Argentina. No soy argentino; soy de la tierra del frijol, del departamento del carriel, de la patria donde ocurren las cosas más excelsas, pero también las más execrables y tristes. No soy argentino; soy colombiano, pero uno es también de donde crecen sus sueños más íntimos y humanos.

No soy argentino, y eso lo saben mis amigos, pero también tienen claro que la patria argentina (con su mítico Buenos Aires) está en mi corazón, como siempre lo ha estado la tierra mejicana y la Ciudad Luz. París, la ciudad soñada de los escritores latinoamericanos por la época feliz de boom; Méjico, la segunda patria de los grandes poetas y escritores colombianos; y Argentina, la patria de hermanos grandes y amorosos, que llevan en la entradilla de sus biografías el rótulo brillante de escritor, poeta, ensayista, periodista, crítico literario o biógrafo, como es el caso de José Esteban Echeverría, José Ingenieros, Domingo Faustino Sarmiento, José Hernández, Ricardo Güiraldes, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Roberto Arlt, Ezequiel Martínez Estrada, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Alfonsina Storni, Rodolfo Walsh, Victoria Ocampo, Juan José Saer, Silvina Ocampo, Leopoldo Marechal, y mis inolvidables poetas de literatura infantil, María Elena Walsh, Graciela montes, Elsa Isabel Bornemann ​ y Germán Berdiales, poeta de poetas, tan cercano a mi madre y a mi corazón.

Y entre ellos, uno muy grande, que el tiempo, la ignorancia y la infamia del olvido, tocan sin piedad: se trata de Leopoldo Lugones.  Dice la crónica que el 13 de junio se celebra en toda la república argentina el Día del Escritor y la Escritora, en honor y celebración del nacimiento de Leopoldo Lugones, nacido en Villa de María del Río Seco, Córdoba, el 13 de junio de 1874, y fallecido en San Fernando, Buenos Aires, el 18 de febrero de 1938. Fue el escritor modernista y polímata argentino por excelencia, a la vez que narrador, poeta, periodista, historiador, bibliotecario, pedagogo, docente, traductor, biógrafo, filólogo, teósofo, diplomático y político. “Fue el principal exponente del modernismo argentino y su obra poética es considerada como la inauguración en lengua castellana de toda la poesía moderna,​ además del inicio de todas las experiencias y experimentos de la poética moderna en el idioma español.​ Fue el primer escritor en hacer uso del verso libre en la literatura hispánica,​ y con sus cuentos se transformó en el precursor y en uno de los pioneros de la literatura fantástica y de la ciencia ficción en Argentina,​ además de haber sido uno de los primeros escritores de habla hispana en producir microrrelatos”.

​Es tal la figura de Lugones en la literatura argentina (y mundial), que Jorge Luis Borges, dijo de él, al momento de su deceso: “Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra república, decir que ha muerto el escritor de nuestro idioma, es decir la estricta verdad y es decir muy poco”.

Pero el amor, así como su feliz (¿o infeliz?) polimatía, fue actor de primer orden en su vida: en un texto doloroso, titulado: ¿Quién dijo que existen amores imposibles? Esos son los más frecuentes… se lee: “Ella, Emilia Santiago Cadelago, veinteañera; él, Leopoldo Lugones, 52 años, vivirían una historia de amor prohibido y clandestino:

Lugones se sentía solo. Adoptó un carácter un tanto hosco, que puso de relieve una mañana de 1926, cuando una jovencita acudió a la Biblioteca del Maestro, de la que el escritor era director, para conseguir un ejemplar de su libro Lunario Sentimental. La obra, editada en 1909, estaba prácticamente agotada y la chica debía leerla como trabajo asignado en el Instituto del Profesorado, donde estudiaba.

“¿Qué quiere? ¿Un autógrafo?” preguntó Lugones. Como no tenía ningún ejemplar a mano, la citó para unos días después. Desde ese momento, Lugones quedó encantado con la joven Emilia Santiago Cadelago. Para la segunda cita, ella encontró la puerta abierta y al poeta esperándola con un poema, el cual le recitó al verla sonriente. Entonces se encendió un amor mutuo, candoroso y fuerte, que rebasó todo el prejuicio social de la época decimonónica y monacal, hasta que el hijo de él y el padre de ella, militares de alto rango, acordaron separarlos, trasladando a la joven a una ciudad muy lejana a la del poeta”.

Fueron años de un amor prohibido vividos con intensidad. La confidente de Emilia era su compañera en Filosofía y Letras, María Inés Cárdenas de Monner Sans. Emilia dispuso que, a su muerte, las cartas de amor que el poeta le escribiera pasaran a sus manos. Gracias a ella fue que se publicó  Cancionero de Aglaura: Cartas y poemas inéditos; mediante el cancionero y María Inés Cárdenas, conocemos las cartas que un poeta profundamente enamorado le escribiera a Emilia:

Cuánto y cuánto te quiero, mi dulzura lejana. No hago ni he hecho más que recordarte y padecer con tu ausencia, y así será, querido amor, hasta que vuelva a verte. ¿Cuándo? El sabor de tus labios queridos permanece en mi boca con un gusto de flor, que es el tuyo, mi diamela, y hasta el vacío de mis brazos conserva todavía la suavidad de tu cintura.”

Tras años de una relación oculta entre ambos, fue que por 1932 o 1933, Polo Lugones, hijo de Leopoldo, visitó a los padres de la joven Emilia, Domingo Santiago Cadelago, ingeniero de la Armada, y su esposa Emilia Moya, en su casa de Villa del Parque. El motivo de tan inesperada visita fue el de informar al matrimonio acerca del amor oculto de su hija. Les dijo que hacía tiempo había intervenido el teléfono, que tenía grabaciones de conversaciones y les advirtió que si esa relación no concluía, él comenzaría los trámites para declarar insano a su padre.

Finalmente, las amenazas tuvieron el efecto deseado. Nunca más se volvieron a ver. Él imploraba en sus cartas: “Ayer mientras iba del Círculo a La Fronda, ¡tenía tanto deseo de verte! Me parecía a cada instante que serías una de todas; y todas eran feas, vulgares, tontas, cursis. Y la primavera se quedó triste sin su golondrina”.

Emilia siempre culpó al hijo de Lugones del estado depresivo del padre, que lo terminó llevando al suicidio, y que la principal causa fue que haya hecho lo imposible por cortar la relación que ambos mantenían.

Emilia Santiago Cadelago fallecería, soltera, el 12 de mayo de 1981. Su última voluntad fue que la enterrasen con un gato de peluche que Leopoldo Lugones le había regalado. Nunca lo había olvidado”.

El Día del Escritor, instituido por la Sociedad Argentina de Escritores, que el propio Lugones Argüello fundó en 1928, celebra al autor de poemas hermosos, como  Amor eterno:

“Deja caer las rosas y los días

una vez más, segura de mi huerto.

Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,

mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,

cuando parezca más desnudo y yerto,

ha de guardarse bajo su oro muerto

las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.

Aunque caiga la flor, queda la rama.

La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,

leño seco, a tus plantas encendido,

ardientes rosas te echarán en su llama.

Este es Leopoldo Antonio Lugones Argüello, el poeta de Rosas de Otoño:

Abandonada al lánguido embeleso

que alarga la otoñal melancolía,

tiembla la última rosa que por eso

es más hermosa cuanto más tardía.

Tiembla… un pétalo cae… y en la leve

imperfección que su belleza trunca,

se malogra algo de íntimo que debe

llegar acaso y que no llega nunca.

La flor, a cada pétalo caído,

como si lo llorara, se doblega

bajo el fatal rigor que no ha debido

llegar jamás, pero que siempre llega.

Y en una blanda lentitud, dichosa

con la honda calma que la tarde vierte,

pasa el deshojamiento de la rosa

por las manos tranquilas de la muerte”.

Un verso, el màs admirado por Jorge Luis Borges y que consideraba perfecto, da la dimensión del poeta que inauguró el modernismo argentino, y su poética, –como ya se dijo-, es considerada como la inauguración en lengua castellana de toda la poesía moderna. El verso, dice:

Al promediar la tarde de aquel día,

cuando iba mi habitual adiós a darte,

fue una vaga congoja de dejarte

Lo que me hizo saber que te quería”.

No soy argentino; soy colombiano, pero en la poesía de Lugones y en su patria y en sus escritores, encontré que también crecen mis sueños más íntimos y humanos.

2 Comentarios

  1. Triste historia de amor la de Leopoldo y Emilia. El hijo del escritor, intolerante y severo no entendió que el.amor no tiene edad y provocó la desgracia y suicidio.

  2. Triste historia de amor entre Lugones y Emilia. El hijo del escritor fue quien provocó la desgracia y el suicidio.

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