Por Iván de J. Guzmán López

Desde muy niño, amante del campo como era, leía un periódico hermoso que hablaba de temas del campo, puntualmente. Se juntaban dos cosas: mi amor infantil por el campo, de la mano de mi padre y de mi abuelo, y el amor no manifiesto aun (apenas insinuado) por el periodismo, como tal. El periódico que leía con fruición, era El Campesino – La voz del campo colombiano. Justamente ahora, leo en él, que: “según las estadísticas del 3° Censo Nacional Agropecuario del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), una de las regiones con mejores cifras en cuanto al sector agrícola se refiere es el Caribe. La región cuenta con 10 millones de hectáreas destinadas a las actividades agropecuarias. Dentro de los productos con mayor potencial, se encuentran el banano, la yuca, el marañón y la berenjena. Estos cultivos podrían tener aún más fuerza comercial dentro de los mercados nacionales e internacionales, según lo mostró el más reciente informe del DANE”. Ni se diga de nuestra región Andina, rica en  cacao, caña de azúcar, frutas y cafés (el que tantos años nos sirvió para vivir dignamente y llenó nuestro país de obras de infraestructura y bienestar para la comunidad). Igual deberíamos afirmar de nuestro Valle del Cauca, nuestros llanos, nuestra Sabana cudiboyacense, nuestros hermosos santanderes, con productos como el tabaco y el añil, de gran riqueza por calendas lejanas, más un largo etcétera a lo largo y ancho de nuestra amada Colombia.  

Hoy, ante la avalancha de exportaciones de productos colombianos, apetecidos en el mercado mundial, producto de las apuestas fitosanitarias y de las buenas políticas agrarias de este gobierno, en cabeza de nuestros Ministerio de Agricultura y viceministerios de Agricultura y desarrollo Rural,   y conexos a esta avanzada de comercio exterior, no tenemos duda de que el campo colombiano puede convertirse en una ánfora de bienestar para nuestros trabajadores del campo y, en general, para la población colombiana.

Aparte de la necesaria conectividad a internet (que ahora no da lugar a duda, por la bofetada de la pandemia, que exige conexión para nuestras empresas, para nuestro campo, para la educación, la salud, y en general, para la marcha de la sociedad y ya es una obligación de la competitividad y el desarrollo de cualquier país del mundo), es necesario sacudirnos del desastroso narcotráfico que tanta desolación, muerte y estigma ha traído a Colombia desde fines de la década de los 70. La política de coerción, castigo y prohibición, es fácil decirlo, ha fracasado como estrategia de los Estados Unidos y de Colombia, para combatirlo en el continente y, muy especialmente, en Colombia.

Así pues, creo que se debe atender por parte de los estudiosos y desde las instancias del poder político, legislativo, judicial, económico y social, la propuesta formulada por el doctor Luis Pérez Gutiérrez, un hombre que ha demostrado ser capaz, como en las películas de ficción, de ir al futuro con los pies en el presente, para actuar sobre él y lograr propuestas audaces de mejoramiento social. Lo digo con absoluta convicción y conocimiento de causa (aunque los pocos detractores que tiene, sabedores de que al árbol que da fruto es al que se le debe lanzar piedra sin compasión, insistan en desconocerlo). Me refiero a la propuesta que Pérez Gutiérrez hizo pública en amplios medios del país, en el sentido de legalizar el Cannabis medicinal y recreativo, con lo cual se transformaría completamente la estructura económica del país y acabaría con el desempleo y buena parte de la pobreza. Generaría –dice él– tres millones de empleos en el campo, y ello nos permitiría ser ¡una potencia mundial!

Su afirmación a lo largo y ancho del país, ha sido tajante: “Colombia no va a salir adelante con los mismos grupos económicos. A estos hay que apoyarlos y agradecerles, pero son insuficientes para acabar con la pobreza y el desempleo que tiene el país.”

La Cámara aprobó en primer debate la regulación del cannabis para uso adulto. Y la propuesta de Pérez, es clara: “Propuse en el Congreso que Colombia sustituya las 200 mil hectáreas de coca que tiene por 200 mil hectáreas de cannabis medicinal. Eso generaría unos tres millones de empleos en el campo. Permitiríamos exportar el cannabis, el aceite, las flores secas… a los 60 países en el mundo que lo han legalizado. Además, creo que se podría llegar a una negociación con Estados Unidos para que, en vista de que vamos a sacar cannabis medicinal en zonas de coca, ellos sean más generosos para comprar esta producción” (Revista Semana, 19/8/2021).

“Para ser un buen gobernante hay que ir al futuro y regresar al presente para construir un proyecto de sociedad, de país”, dice Luis Pérez Gutiérrez con convicción, y creo que en Colombia estamos en mora de escuchar a este tipo de visionarios, que, definitivamente, tienen claro que  el campo colombiano debe ser ánfora para el bienestar de un país hermoso como Colombia, para un continente y para el mundo.

Nuestro campo, nuestro Ministerio de Agricultura, nuestros trabajadores del campo, nuestros empresarios del campo lo saben, y están atentos a este tipo de propuestas, ¡para llevar a cabo el sueño!