Por: LUIS CARLOS GAVIRIA ECHAVARRÍA

Era un sábado por la tarde cuando decidí en compañía de mi esposa, hacer las compras de la semana. Con la lista en mano, recorríamos los pasillos del supermercado, asegurándonos de no olvidar nada. Estábamos a punto de terminar cuando, al llegar a la caja, recordé que nos faltaban servilletas. Apresurado, me dirigí de nuevo al pasillo de artículos para el hogar.

Al doblar la esquina, me encontré con una escena que me hizo detenerme. Frente a la sección de servilletas, había una pareja de ancianos los cuales discutían en voz baja. La ancianita, con una mano temblorosa, sostenía un paquete de servilletas económicas, insistiendo en que debían aprovechar la oferta y ahorrar un poco. Su esposo, por otro lado, sostenía un paquete de servilletas más caro y perfumado, defendiendo que ese pequeño lujo mejoraría su experiencia en casa.

Observé cómo ellos discutían con una mezcla de ternura y firmeza. Sus palabras eran un vaivén suave de opiniones, y aunque parecían estar en desacuerdo, no había ni un atisbo de impaciencia o enojo en sus voces. Me llamó la atención lo sereno que estaba el ancianito, mirándola con un brillo de cariño en los ojos mientras ella trataba de convencerlo.

Después de unos minutos de discusión amistosa, él suavizó su expresión y, con una voz llena de amor y sabiduría, le dijo: “Elige el rollo que tú quieras, amor, porque yo ya hice la mejor elección y fue elegirte a ti.”

En ese momento, me di cuenta de que esta pequeña escena, aparentemente trivial y cotidiana, contenía una lección mucho más profunda. No era solo una cuestión de qué servilletas comprar; era una elección que reflejaba un entendimiento mutuo y un compromiso de largo plazo. El ancianito, al ceder con tanto cariño, estaba demostrando que a veces las pequeñas concesiones son las que más importan en la vida. Son esas elecciones diarias, esos momentos en los que priorizamos la felicidad del otro sobre nuestros deseos, los que realmente fortalecen una relación.

Al quedarme un rato más observando, pensé en cuántas veces pasamos por alto estas pequeñas situaciones, creyendo que no tienen importancia. Sin embargo, en esos momentos aparentemente insignificantes, podemos encontrar las mayores enseñanzas sobre el amor, la paciencia, y la comprensión. A través de su pequeña discusión sobre las servilletas, esta pareja de ancianos me mostró que el verdadero amor se construye en los detalles, en esas decisiones aparentemente triviales que hacemos cada día para cuidar y valorar a la persona que hemos elegido amar.

Salí del pasillo con mis propias servilletas en la mano, pero con una reflexión en el corazón. La vida está llena de pequeñas decisiones: qué comer, qué ropa usar, o incluso qué servilletas comprar. Y aunque parezcan insignificantes, estas decisiones son oportunidades para elegir cómo queremos vivir y cómo queremos amar.

Quizás, al final, la felicidad no se trate solo de los grandes momentos, sino de las pequeñas elecciones que hacemos día a día. Elegir amar, elegir ceder, elegir comprender y valorar a los que están a nuestro lado. Porque es en estos pequeños actos donde reside la verdadera esencia del amor. Y como el ancianito en el supermercado, todos tenemos la oportunidad de hacer la mejor elección cada día, en cada gesto y en cada palabra.

Así, el amor en la edad adulta no es solo una cuestión de tiempo o de años compartidos, sino de la acumulación de todas esas pequeñas elecciones, de esos momentos simples pero significativos que, juntos, forman la historia de una vida de amor.

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