Por:  Iván de J. Guzmán López

El poeta, ensayista, narrador, antologista y editor  Omar Castillo (Medellín, 1958), se ha convertido en uno de nuestros poetas referentes y, por tal motivo, requerido en revistas y publicaciones del orden internacional. Es así como en un artículo suyo, titulado Vicente Huidobro al filo del aire, publicado en Agulha – Revista de Cultura (Prêmio ABCA, Associação Brasileira de Críticos de Arte, distinguida en 2008 como “melhor veículo de comunicação de cultura do país”.), de forma juiciosa y elegante, demuestra claramente que “como César Vallejo, León de Greiff y otros, Vicente Huidobro (1893-1948), exploró e hizo uso de las experiencias literarias de poetas Modernistas hispanoamericanos como Rubén Darío, José Asunción Silva, Leopoldo Lugones y Julio Herrera y Reissig.” Y cita apartes de uno de los poemas más bellos del bardo chileno, Arte poética, poema que abre su libro El espejo del agua:

Que el verso sea como una llave

Que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando;

Cuanto miren los ojos creado sea,

Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo, cuando no da vida, mata.

En definitiva, Arte poética de Vicente Huidobro, “es la declaración de principios del creacionismo. Cuando “todos los cisnes se ahogaron“, es decir, cuando el modernismo es finalmente rechazado, el poeta se convierte en un “pequeño Dios”, que allá donde pone el adjetivo pone la vida”.

Este creacionismo (que en literatura no podemos confundir como sola creencia religiosa), hace del poeta un creador de vida y asigna a la palabra un oficio, si no único, el más importante y definitivo: el de crear; jamás el de destruir. Huidobro concibió el creacionismo como un intento de fundar realidades nuevas con la palabra: “El primer deber del poeta es crear, el segundo es crear y el tercero es crear”. Recordemos que Huidobro escribió Arte poética en 1916, es decir, en plena efervescencia de las vanguardias hispanoamericanas.

“Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; El adjetivo, cuando no da vida, mata”, es el mandato y la advertencia del poeta. Cómo hace de falta la lectura juiciosa de Vicente García-Huidobro Fernández Huidobro, o,  simplemente, Vicente Huidobro (a 73 años de su fallecimiento en Cartagena, Chile) en todos los ámbitos de América, donde la palabra se ha convertido en instrumento de odio, de mentiras, de ofensas, de conflicto.    

Tristemente, el discurso de odio (en inglés: hate speech), entendido como “la acción comunicativa que tiene como objetivo promover y alimentar un dogma siempre cargado de connotaciones discriminatorias y que atenta contra la dignidad de un grupo de individuos”, se ha propagado peligrosamente en todo el continente con intención maligna, maniquea, para incitar al contradictor a la violencia y propiciar así interese oscuros; y en muchos casos, el sometimiento por la fuerza y, si es necesario, el suprimir al otro, como alternativa más allá de la política.

Particularmente, Colombia viene padeciendo el discurso de odio de una esquina y la otra, de manera exacerbada y peligrosa, al punto de atentar contra la democracia misma.

Cómo hace de falta leer a Huidobro, en un país como Colombia, donde la palabra, que desde la visión histórico – religiosa ha tenido la noble tarea de crear (y crear debe ser entendido como generar vida), ahora es usada para destruir. Con frecuencia hemos advertido que los foros más connotados de la democracia se han convertido en teas para incendiar corazones, para acabar con la vida y a extremos de atentar contra la democracia misma.

Gracias, querido poeta Omar, por recordarnos a Huidobro, el ilustre chileno que viene a decirnos, en estas oscuras horas de las democracias americanas, que el primer deber del poeta es crear, el segundo es crear y el tercero es crear.

Y yo digo, con toda la admiración que le tengo al poeta: la tarea de los hombres, en general (más si se es hombre público, hombre en cuyos hombros descansa el bienestar y la vida de muchos ciudadanos) es crear, crear y crear.