“Nuestra democracia está viciada, enlodada por múltiples circunstancias que hacen que no sea posible que funcione tal y como debe funcionar en un verdadero Estado democrático y social de derechos”.

Autor. Héctor Jaime Guerra León*

La verdad es que a pesar de su importancia para Colombia y el mundo entero, porque es un tema de la esencia misma de La Humanidad, dicha efemérides pasó para la mayoría de nosotros casi que inadvertida e inclusive, para muchos, poco importó y pareciera que más que a celebrar y renovar los inmensos compromisos que con sus mandatos tenemos, ese día se hubiere vuelto un estímulo para desconocer los derechos, desafiar la vida y desconocer los más profundos anhelos y aspiraciones que – por naturaleza y por mandato del orden jurídico universal, tenemos las personas, los seres humanos, como partes esenciales, al igual que los animales, en este maravillo mundo, pero también frágil planeta, al que llamamos Tierra y que es nuestra casa, nuestra verdadera y única morada.

Cada 10 de diciembre el mundo y, obviamente, nuestro país, se ponen de fiesta, pues fue el día que se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos – DUDH, acto trascendental con el que la Humanidad resalta y confirma que hay derechos que son inalienables y deben garantizarse a toda persona en términos de igualdad y justicia, sin que para ello se puedan hacer diferenciaciones de origen, color, condición social o económica, creencias políticas o religiosas, ni cualquier condición que discrimine o limite el acceso al uso y disfrute de dichos derechos a todas las personas por el solo hecho de hacer parte de la raza humana.

La Declaración Universal de Derechos Humanos es el gran legado y la difícil conquista que después de muchas luchas, sufrimientos, grandes batallas y crueles guerras, en el año de 1.948, ha dispuesto dejar para todos los seres humanos, sin discriminación alguna, la Asamblea General de Naciones–ONU, la misma que se ha ratificado por la inmensa mayoría de naciones del mundo, entre ellas Colombia por supuesto, con el propósito de hacer más fácil, digna y feliz nuestra existencia en sociedad. Los derechos humanos son en realidad un catálogo de sanas prácticas para el buen vivir y la mejor convivencia entre todos; esto es, individuo, familia y sociedad.

En estricto sentido, los derechos humanos de carácter inalienable, como dijo Richard Foltin del Instituto Freedom Forum, son “unos derechos que no pueden ser restringidos o revocados por las leyes humanas”. Véase pues la importancia que para la vida de las personas y de la sociedad misma tienen estos derechos, algunos de ellos son la vida, la libertad, la igualdad, la felicidad, entre otros.

Hasta ahí las cosas parecen de maravilla, el mundo pinta de múltiples colores y todo pareciera que hubiese llegado hasta donde lo que sigue es solo felicidad y disfrute de todas esas arduas y, en otras épocas, inalcanzables conquistas; pues los derechos han sido el resultado y superación de muy difíciles y crueles, como injustas y desiguales, épocas en que muy poco se respetaban los principios de igualdad, confraternidad y justicia que ahora debieran regir la existencia de los seres humanos entre sí y, fundamentalmente, frente a las distintas y complejas relaciones de poder que siempre han existido y que, al paso del tiempo y las civilizaciones humanas, se han venido formando, lo que paradójicamente ha hecho más dramático y difícil la vida en sociedad.

Lo cierto del caso es que en la actualidad, para el mundo entero y, de manera especialísima, para nuestro país, el grado de irrespeto y desprotección de los derechos no es el mejor; bastaría decir que Colombia ha mantenido sitiales repudiables en la escala o índices de vulneración y desconocimiento de los derechos.

En las últimas entrevistas que como Procurador General de los Colombianos, se le han realizado al Dr. Fernando Carrillo Flórez, este alto funcionario no ha titubeado en reconocer que en materia de derechos humanos, desafortunadamente en Colombia es poco lo que hay que celebrar; pues da la impresión que en nuestra nación cada día se recortan más las libertades políticas y los derechos civiles y sociales; el desempleo campea; los grupos étnicos y las minorías, son sometidos a difíciles tratos que originan desplazamiento, persecución, inclusive la muerte de líderes sociales y defensores de DDHH se hace cada vez más visible e inatacable. Todo ello -casi siempre- causado por la falta de oferta institucional e inaceptable ausencia del Estado en múltiples y extensos territorios de la Nación, donde como consecuencia crecen y proliferan oscuras y poderosas expresiones delincuenciales.

Existen, sin solución a la vista, muchos territorios y significativas poblaciones sin presencia institucional estatal, sin ningún tipo de inversión social y, entre otras falencias, sin el esencial servicio de Justicia, que son absorbidas por la ilegalidad, el crimen organizado, la violencia y la corrupción, eso hace que inevitablemente el escenario de los derechos humanos se haga cada vez más sombrío y difícil, dejando a estas personas en medio de muy precarias condiciones de desprotección, abandono, vulnerabilidad y desesperanza, sin la más mínima garantía ni respeto por su más elementales derechos y necesidades.

* Abogado adscrito a la Defensoría del Pueblo- regional Antioquia. Especialista en Planeación de la Participación y el Desarrollo comunitario; en Derecho Constitucional y normas penales. Magíster.