Por: Balmore González Mira

Me fustigarán algunos de mis lectores por lo que a continuación afirmaré, pero es un sentimiento que va creciendo en mi interior por la forma en que la “modernidad” ha venido acabando con los valores y principios que nuestros abuelos y padres sembraron en nuestras generaciones y que ahora tanto se han perdido. Los comportamientos humanos es verdad que deben adaptarse a las nuevas circunstancias, métodos y formas de vida que creamos nosotros mismos, pero ello no indica que tengamos que buscar en este frenético mundo cibernético la destrucción del otro a como dé lugar, incluido el tema medio ambiental dónde expresamos públicamente un discurso pero nos comportamos totalmente diferentes en la práctica.

Leía incluso un análisis de expertos  sobre la sexualidad en los centennials, dónde  explican cómo se ha cambiado la conquista, la curiosidad, el amor y el deseo,  por lo que le ofrecen en redes y por las relaciones abiertas y sin compromiso, y cómo prefieren el sexo virtual y otras maneras que las prácticas propias de este estado que la naturaleza nos ha brindado; y me ponía a recordar lo que vivimos desde mediados del siglo 20 hasta estas calendas y como nuestros hijos todo lo borran con el simple “eran otras épocas”.

Y en efecto he llegado a la conclusión donde en aquellas épocas se evidenciaba, con excepciones obviamente, el respeto por el otro, el buen comportamiento como norma general, las ganas de salir adelante de nuestras generaciones.

De esta generación me quedo con la tecnología aplicada al aprendizaje, con más redes sociales para ayudar al otro y no destruirlo; con la capacidad y rapidez en la comunicación sin faltar a la verdad. Con el compromiso por ayudar a la ciencia a mejorar las condiciones de vida del ser humano.  Del pasado, obviamente con algunas excepciones, me quedo con las buenas formas, con el respeto por el maestro, el juez, el gobernante, el militar y el sacerdote; por el amor por los padres y por la unión de la familia. No podemos perder los valores que nos enseñaron los abuelos, en el principio de que en la modernidad todo se vale.

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