Por: Misael Cadavid MD

En Colombia, durante muchos años el poder nació de los sillones aristocráticos de los clubes de Bogotá, allí se tejía el arte de hacer presidentes.

Desde el siglo XIX hasta nuestros días más que unos sitios sosegados para tomar whisky y jugar golf, funcionan más bien como epicentro del poder.

Oligarcas y hombres de negocios de los partidos se reúnen allí al margen de peloteras políticas.

Reparten puestos, chismorrean sobre los acontecimientos nacionales y mundiales, comparten tragos y aventurillas amorosas. En ellos se gestiona la presidencia, los ministerios, las grandes alcaldías y  gobernaciones, pero en todos hay bazares de nombramientos, contratos y también se mueve el ajedrez político.

Allí están los sangre azul. Los clubes rolos han sido testigos de excepción de los acontecimientos sociales y políticos más importantes del país .No hay cabida para  los simples mortales.

Por ejemplo, la guerra entre conservadores  y liberales era menos dura en los clubes que en las calles y el campo y aquí las alianzas se sellaban a manteles amenizadas con unos amarillitos y con saxofonista de fondo, mientras que allá se demarraban litros y litros de sangre por el trapo rojo o azul. En la época que era prohibido a los liberales que dirigieran la palabra a los conservadores o viceversa, los clubes fueron unas verdaderas  de zonas de distensión.

En esa época y hoy eran más importantes hacer componendas con poderosos aristócratas y oligarcas, que estar  del lado del pueblo y sus necesidades sociales.

Cómo mecanismo de embuste, hipocresía y compensación espiritual los políticos hacen su viacrucis en las plazas de los pueblos y en las canchas de fútbol barriales, un par de fotos de bluyín y gorra con refrigerio en mano, para mostrar la voluntad popular del líder.

En los clubes finos se corta  la torta  nacional .Los partidos políticos y sus jefes sabían y aún lo saben que el foco de acuerdos y componendas habita en las alfombradas sedes de los clubes. El poder nace de unos tragos sello azul en ellos.

Los políticos de provincia que  posan  de estadistas en Bogotá, históricamente se han aliado con los que ostentan el poder económico, a quienes delegan las regiones para hacer ferias de  la contratación pública, esto ha sido una constante en este país nacional.

Ahora que las regiones han crecido adquirieren más trascendencia y claman por una verdadera descentralización, se debe atenuar el poder concentrado en Bogotá y en sus clubes.

Y algo más definitivo, Colombia tiene un Estado débil porque tiene un régimen político muy fuerte, que por su naturaleza y forma de ganar, acceder y ejercer poder político y económico inhibe una construcción estatal de las regiones.

Así como en las monarquías los clubes y a sus socios, los clanes políticos se les debe coartar la función que desempeñan  en los altos quehaceres políticos para evaporar las roscas, esas que se pueden definir  como una asociación malévola  de intereses económicos y administrativos no necesariamente partidistas, para devorar el erario público, bajo la orden de caciques con poder electoral. ¡Se quedan con todo! Por fuera de las roscas no hay esperanza alguna.

En hora buena se está fraguando un movimiento alejado de la polarización que actualmente padecemos, de destacados líderes regionales conformado por exgobernadores y exalcaldes.

Uno de los propósitos que tiene este movimiento autodenominado la selección Colombia de los mejores, es crear un equipo de trabajo, que gracias a la experiencia que acumulan, pueda escuchar a las comunidades sin franquicias en clubes y hacer con ese conocimiento una propuesta de país. Simplemente desbogotanizar la política.

Bajo la premisa que Colombia es un país multicultural y diverso, este  equipo de dirigentes provenientes de diferentes rincones del país conoce y ha sido cercano a su gente, sabe de sus anhelos y frustraciones. Trabajaron por hacer realidad los sueños de millones de colombianos que por años esperaron ser escuchados.

Tuvieron una destacada tarea de  disminución de la pobreza, mayores coberturas en servicios públicos, oportunidades de empleo, salud, educación e infraestructura en sus territorios.

Ahora bien, son muy bien conocidos los encarnizados combates entre los egos políticos.

Con tanta lucha y crueldad de egos es normal, que la Política sea trágica. Y ello teniendo en cuenta que, no obstante los egos inmensos, hay políticos paquidérmicos y encementados y otros muy trabajadores  que jamás sacan la imaginación a vacaciones. A esta última clasificación se podrían añadir otras más, como la que distingue entre políticos con voluntad de gobernar, que toman en serio su trabajo, y los aficionados que buscan figuración mediática sin vocación de servicio y sensibilidad social.

Los egos generan evidentemente, odios, insultos y todo tipo de descalificaciones y ataques personales, esperemos que este selecto grupo de dirigentes llegue a consensos y acuerdos programáticos que sinérgicamente y al unísono propendan por visionar el país  con oportunidades reales para todos y en donde se atomice el círculo malvado de la pobreza a través de la educación y se disminuya de una vez por todas las brechas de inequidad social que han desangrado al país por más 70 años. Caer en egos insulsos y bizantinos podría acabar con la esperanza de millones de colombianos.

¡Llego el momento de las regiones!

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