Por: Balmore González Mira

Cuando leo de todos los agravios a nuestros profesionales de la medicina, lo mínimo que pude hacer fue recordar que hace 15 años padecí un accidente automovilístico en el que casi pierdo la vida. Me trasladaron en avión desde el lugar de los hechos hasta el Hospital General de Medellín, donde me intervinieron ese mismo día por espacio de 9 horas en una cirugía de cráneo, que requería además de la reconstructiva de hueso craneal y cuero  cabelludo. Dos semanas en manos de un maravilloso personal médico que  me recuperó y a quienes vuelvo a aprovechar para expresarles mi gratitud eterna.

También recordé que al inicio de este año y antes de que iniciara la pandemia, estuve en sus manos en la Clínica Bolivariana de la ciudad de Medellín. Allí, durante siete días y sus noches solo recibí cariño, atención, sabiduría, preocupación y excelente trato. Y aunque mi diagnóstico definitivo no aparecía rápido y mi fiebre no desaparecía, su dedicación y profesionalismo y el saberme dentro de la institución hospitalaria en las mejores manos, me dieron toda la tranquilidad del mundo. Lo más inhumano que recibí de ellos fue que en las madrugadas cuando caía profundo en los brazos de Morfeo, me despertaban con tono suave, cariñoso y comprensivo para darme mis medicamentos cumplidamente. Salí de allí  con tristeza de dejar a quienes me trataron mejor que en un hotel cinco estrellas, pero feliz y recuperado de una posible infección que me combatieron con profesionalismo y elementos científicos. A todo su personal hoy les doy las gracias permanentes y las que no alcancé a expresarles el día que me dieron de alta.
El pasado 31 de julio regresé a este centro hospitalario, en plena pandemia del Covid19, muy mañana, a que atendieran una urgencia de mi hija. Desde el portero que nos recibió en urgencias y todo su personal administrativo y médico, con todos los medios de bioseguridad posibles, atendieron maravillosamente a mi hija que tuvo que estar sola pues ningún acompañante puede pasar la línea amarilla que indica protección. Fueron casi siete horas de atención que solo a través del whatsApp recibía información de mi descendiente, la paciente,  cuando podía hacerlo y no le estaban practicando algún procedimiento, haciendo un examen o aplicando un medicamento. Mariana salió luego del medio día con una sonrisa, totalmente opuesta al llanto de la mañana. Eso sí, desesperada por el hambre del largo ayuno. Escena repetida, excelente trato, profesionalismo y gratitud para con todos en esta maravillosa Clínica Bolivariana.
Con estos relatos quiero resaltar la labor de todos los profesionales de la salud y agradecer a todo el personal médico del país y del mundo; no puedo ni podemos aceptar un solo insulto o amenaza más contra nuestros héroes de la salud. A ellos, gratitud eterna. Ni un solo insulto adentro o afuera de las instituciones, ellos nacieron y se formaron para salvar vidas y sí que lo están haciendo. Solidaridad, gratitud, reconocimiento y salud eterna para ellos. Nuestra obligación con ellos ahora es defenderlos, después de enaltecer su maravillosa tarea con la humanidad.