Pedro Juan González Carvajal
Muy a nuestro pesar, nuestra muy rica, exuberante y a veces mal querida Colombia, se encuentra sumida hoy en uno de los períodos más inciertos de su historia, pues están reapareciendo o agudizándose fenómenos de violencia que ingenuamente habíamos creído que habían sido medianamente superados, donde guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares, contrabandistas, malandrines, sicarios, ladrones y delincuentes de cuello blanco hacen de las suyas.
Con más impulsos e intenciones individuales que colectivos, se han logrado resultados en su momento con el M-19, con la UP a pesar de su casi exterminio sistemático, luego con parte de las FARC y hoy se trata de negociar simultáneamente con un monstruo de mil cabezas, que antes de sentarse en cualquier mesa de negociación ya tiene clara la estrategia de cómo seguir delinquiendo a partir del mecanismo de “creación” de las llamadas disidencias, que es un punto que ya cualquier gobierno y gobernante con experiencia debería tener en cuenta antes de sentarse a la mesa.
“Yo firmo con parte de mis miembros, pero no puedo hacer nada si hay otros que no quieren o no se sienten representados por nosotros”, es el argumento peregrino que escuchamos a diario.
Para hacer de nuestro caso una verdadera MISIÓN IMPOSIBLE, transversalmente el negocio del narcotráfico inunda y copa todos los espacios de la sociedad, haciendo que la guerra ideológica, con objetivos políticos más o menos claros -con los que uno puede estar o no de acuerdo-, ha sido burdamente reemplazada por un conflicto de interés económico donde los ilegales tratan de tener pleno control del negocio en sus diferentes eslabones, ingresando a nuevas actividades que socavan la soberanía nacional como el control de muchos territorios, la distorsión del negocio minero y el lavado intensivo de activos.
Mención especial merece la corrupción galopante que nos está minando como sociedad civilizada.
Mientras tanto, nuestro aparato de justicia reconoce una impunidad de más del 90% y la fuerza pública se encuentra maniatada ante el uso de escudos humanos por parte de los insurgentes y/o delincuentes, que no le permiten actuar sin quebrantar los principios elementales de derechos humanos, lo cual a los contrincantes les importa un carajo. Los Órganos de Control se han convertido en actores mediáticos con actuaciones post mortem.
Ante la existencia de muchos tipos de violencia, pues se expresan y manifiestan muchos tipos de inseguridad, tanto en el campo -como lo ha sido tradicionalmente-, como en las ciudades que se han convertido en nuevos escenarios de conflicto.
Atentados indiscriminados contra la fuerza pública, la población civil y la infraestructura, secuestros extorsión, gota a gota, desplazamiento forzado, asesinatos de soldados, policías, indígenas, periodistas, reinsertados, defensores de los derechos humanos y del medio ambiente, por no enumerar sino parte del macabro mosaico de actuaciones cuotidianas que tienen a la población asustada ante la falta de contundencia por parte de quienes ostentan de manera legal y legítima el poder de las armas.
El Estado no ha sido capaz de proteger a su población y mucho menos a quienes se han levantado para defender sus derechos o cumplir los acuerdos pactados.
Un ejemplo palmario es el pronunciamiento de la Fiscalía General de la Nación según el cual cada semana de 2024 han sido asesinados 3 líderes sociales.
Tenemos vergonzosos resultados planetarios donde ocupamos el pódium de países que más asesinatos de líderes de cualquier tipo o segmento de interés han tenido en los últimos años.
¿Qué hay que hacer?
Pues primero hay que reconocer que esto se salió de madre y que, respetando las condiciones actuales y manteniendo las estrategias vigentes, el Estado perderá cada vez más presencia y credibilidad en los territorios y ante los ciudadanos indefensos.
Lo segundo, asumir con determinación y verdadera voluntad política, la solución de los problemas estructurales que agobian a los colombianos desde hace 200 años y que comienzan con el tema de propiedad y tenencia de la tierra y la lucha contra la pobreza, la injusticia y la iniquidad.
Lo tercero, hay que reconocer que no tenemos ni sistema ni aparato de justicia y que es inaplazable refundarlo desde sus cimientos, así como a los denominados “órganos de control”.
Lo cuarto, asumir si es del caso la terrible decisión de declarar el estado de guerra y darle las herramientas jurídicas y logísticas a nuestras Fuerzas Militares y de Policía para que puedan desplegar su acción.
Lo quinto, mostrar verdadera voluntad de resolver los problemas de seguridad. No es justificable bajo ningún punto de vista que ciertos personajes sigan delinquiendo y dirigiendo sus negocios desde la cárcel, empleando celulares que les llegan por cantidades y de manera permanente.
Existe la tecnología para obstruir las señales de celular en un perímetro determinado como se hizo por ejemplo con la visita del Presidente Obama en años recientes a la ciudad de Cartagena. ¿Ya se les olvidó?
¿Si existe la tecnología ya probada por qué no se usa? ¿Incompetencia o complicidad en las altas esferas de decisión?
Lo sexto, cuando uno es el bueno de la película debe actuar como tal. Ante la creciente confrontación actual situaciones como la de los “falsos positivos” no puede ni debe volver a presentarse jamás.
Lo séptimo, entender que existen dos frentes de conflicto vigentes: por un lado, la guerra contra los cárteles de todo tipo y segundo, la guerra sin cuartel contra la corrupción.
Hoy lo que está en juego es la Soberanía Nacional. Si no reaccionamos ya, el actual modelo de Estado y el tipo de Gobierno presente, estarán en sus últimos estertores antes de su colapso total.
Estamos jartos de tanto BLA, BLA, BLA y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantas entrevistas y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantas declaraciones y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantos trinos y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantos escándalos y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantas denuncias y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tantas investigaciones y tan pocos resultados.
Estamos jartos de tanta reunionitis y tan pocos resultados.
¡Lo que haya que hacer, hay que hacerlo, pero ya!
NOTA: Parece que la forma de criminalizar o descriminalizar la “protesta social” se ha convertido en un asunto del Fiscal General de la Nación de turno, lo cual no es serio pues esto debe ser una Política de Estado y no un criterio del Fiscal y del Gobierno de turno.