Por: Misael Cadavid

Lo cierto es que el concepto de travieso no pasa necesariamente por ser malo, sino que está más cerca de ser “inquieto e ingenioso”.

Se trata de saltarse alguna vez las reglas, comportarse de manera contraria a lo previamente establecido y sorprender a los demás con una actitud inesperada.

A propósito de las mentes inquietas y librepensadoras , que siempre propenden por lograr grandes transformaciones sociales , es menester acogerse a dos tipos de revolución : las que estallan (como la francesa, la rusa, la china o la cubana), y las que ocurren pero nunca estallan y producen transformaciones de la vida mucho más profundas y estables, cuyo mejor ejemplo es el Renacimiento de comienzos de la era moderna, época durante la cual las gentes comenzaron “a pintar distinto, a pensar distinto y a comportarse distinto”.

Esta última,  es el tipo de revolución que se está gestando con una nueva ciudadanía y del cual Daniel Quintero hace gala  de este cambio generacional que vivimos.

En estos 8 meses de gobierno el alcalde no la ha tenido fácil , desde enfrentar protestas sociales , crisis ambientales , crisis sanitarias y ahora subsanar los zafarranchos y las pataletas que le hacen los ilustres industriales que desde hace décadas tienen escriturado sus puestos en las juntas directivas de las principales entidades municipales , en una posición dominante que en última instancia y con información privilegiada , indefectiblemente fortalecen y benefician los intereses privados de las empresas que representan.

Quintero ha tenido que lidiar con la enquistada y malqueriente hipocresía.

La hipocresía  busca y encuentra su satisfac­ción en el sólo encubrir, sola­par y deformar con artificios la verdad objetiva. Por eso, en el mero ejercicio de la argu­cia se agota su defini­ción conceptual. Porque la hipocresía no tiene por sí sola signifi­cación moral. Su repulsa obedece a razones es­téti­cas de coyun­tura o de costumbres, y su pa­riente, la mentira, se distingue de ella por su simplicidad. La hipocre­sía se desarrolla de manera complicada.

 Y es en este contexto estético, ético y moral donde la hipocre­sía preci­samente se prodiga y se le asigna el ca­rácter de con­trava­lor, de de­fecto social grave y de­tes­table que hay que evitar y del que hay que pre­caverse.

Esta es otra epidemia a la cual se tendrá que ocupar el Alcalde Quintero en los próximos años, la de la hipocresía, la de la falsedad, la del fariseísmo, la de la mojigatería, la de la lisonja y la pamplina.

Después de hacer un análisis como ciudadano de a pie, no del técnico en temas energéticos, de la actual situación con EPM, apoyar a Daniel Quintero, en la decisión constitucional y legal de emprender acciones jurídicas en contra de un posible detrimento patrimonial por 10 billones, no solo es a todas luces legal, sino moral y ético hacerlo para defender el interés general y ser ecuánime con lo pregonado en su campaña en torno a este tema.

Es el momento histórico de superar los disensos desgastados que mantiene vigente la clase política tradicional.

El debate debe tener una agenda única: las necesidades sociales de la comunidad y no agendas políticas o empresariales privadas.

Para hacer lo correcto, no hay que pedir permiso… a los poderosos.