Por: Balmore González Mira

Siempre nos han dicho que una hembra jamás podrá estar medio preñada, y eso aplica para todo el reino animal en la vida, a lo que le queramos poner lógica. Por ejemplo una yegua está vacía o está preñada. No hay término medio.

Tampoco se puede ser medio honesto, sé es honesto o sé es deshonesto. Los que se dan ínfulas de ser los más honestos de la sociedad son aquellos que arrojan la basura de forma indebida cuando no los están viendo, como si estos actos solo contaran al hacerlos en público. Hipocresía de impolutos la de los que acusan al de al lado de corrupto por simple presunción, pero detrás de sus discursos cargados de moralismo se encuentran los comportamientos más oprobiosos dentro de la sociedad.

El cinismo por lo general, acompaña a quienes quieren ser los abanderados de la pulcritud,  acusan inmisericordemente y  alardean de sus actos de honestidad en público, pero en privado desconocen la moral, la ética y las normas; condenan sin piedad al que incurre en error, pero sus contravenciones o delitos  las encubren en simples faltas u olvidos.

El moralismo de papel es el que queda marcado en las esquelas públicas para la gradería, pero que en privado se comportan igual o peor que a quienes acusan. En privado hacen componendas y cuando son descubiertos las excusas afloran en múltiples colores que ondean en sus banderas como adalides de la verdad y la pulcritud.

La violación de una norma es violación y si la tipificación de la falta es una contravención o un delito, aplica para todos los ciudadanos, no debe serlo solo para los de estratos bajos o para los particulares, aplica para el estrato seis y para los más altos servidores públicos, incluidas las normas de prevención del coronavirus, las del Código de Convivencia Ciudadana o las ya establecidas en el Código Penal Colombiano.