Por Iván de J. Guzmán López

El 16 de septiembre pasado, nuestra Academia Antioqueña de Historia, emitió una resolución dolorosa, de esas que honran, pero que duelen, porque es una despedida para el amigo del corazón; mejor, para el amigo del alma. Es un lamento que lo lleva a uno al extremo de la pena, y que obliga a cantar, casi a llorar, al musitar ese himno al amigo que se va; ese himno, justamente titulado, Cuando un amigo se va:

Cuando un amigo se va / queda un espacio vacío / que no lo puede llenar /  la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va / queda un tizón encendido / que no se puede apagar ni con las aguas de un río.

Cuando un amigo se va / una estrella se ha perdido / la que ilumina el lugar / donde hay un niño dormido. Cuando un amigo se va / se detienen los caminos / y se empieza a revelar / el duende manso del vino. Cuando un amigo se va / galopando su destino /  empieza el alma a vibrar / porque se llena de frío”.

Se trata de la “resolución Nº 03 de 202, por la cual la Academia Antioqueña de Historia deplora el fallecimiento de uno de sus miembros y se une al dolor de sus familiares, hermanos en la iglesia y amigos”. Y dice así: “La Academia Antioqueña de Historia CONSIDERANDO: A. Que el día 16 de septiembre de 2021, falleció en la ciudad de Medellín Monseñor Camilo Gómez Gómez, ilustre Prelado de Honor de Su Santidad Juan Pablo II; B. Que Monseñor Camilo Gómez Gómez fue Presidente del Centro de Historia de El Santuario durante muchos años y perteneció a la Academia Antioqueña de Historia en calidad de Miembro Correspondiente, desde el 1° de julio de 2014 hasta el 16 de septiembre de 2021, fecha de su fallecimiento, donde siempre estuvo atento a participar en los eventos de la institución, a celebrar la eucaristía en las diversas efemérides y, a aportar el fruto de sus estudios e investigaciones eclesiásticas, históricas y pedagógicas; C. Que en su ministerio sacerdotal, pedagógico e historiográfico, se destacó por su disposición permanente a la misión evangelizadora, al manejo y solución de situaciones sociales difíciles y, a transmitir el conocimiento de la historia y la cultura; D. Que en su actividad investigativa presentó a la crítica numerosas producciones pedagógicas, históricas, teológicas, sociológicas y humanísticas, a través de homilías, conferencias, exposiciones bíblicas, semblanzas de personajes, artículos de opinión y, en la práctica del evangelio de servicio a los demás, al haber comprendido que el amor es gratitud y entrega al otro, que le merecieron el reconocimiento de la feligresía y la sociedad del oriente antioqueño y, la distinción como Prelado de Honor de Su Santidad, conferida por el Papa y Santo Juan Pablo II en el año de 1996; E. Que Monseñor Camilo Gómez Gómez, hizo parte de reconocidas instituciones municipales de servicio a la comunidad y ocupó cargos de gran responsabilidad en la Diócesis Sonsón-Rionegro.

RESUELVE: Artículo 1º Lamentar y hacer público el sentimiento de pesar por la desaparición del destacado prelado de la Iglesia Católica, historiador y miembro de la Academia Antioqueña de Historia Monseñor Camilo Gómez Gómez. Artículo 2º Presentar su solidaridad por el dolor que embarga a la comunidad sacerdotal, feligresía santuariana y amigos en la cultura y difusión de la Historia de Colombia. Artículo 3º Rendir homenaje especial en la próxima Sesión General Ordinaria de la Academia Antioqueña de Historia y hacer un minuto de silencio por su eterno descanso. Artículo 4° Resaltar las grandes virtudes, la trayectoria eclesiástica, intelectual y las calidades humanas de Monseñor Camilo Gómez Gómez, para que sirvan de fortaleza y ejemplo a la juventud, tan necesitada de valores éticos, morales y buenas maneras; Artículo 5° Entregar la presente Resolución en nota de estilo a sus familiares, el día de sus exequias que se realizarán el 18 de septiembre de 2021, en la Basílica Menor San Judas Tadeo de El Santuario (Antioquia). Dado en Medellín, a los dieciséis días del mes de septiembre de dos mil veintiuno.

Cómo duele lo que dice la resolución; cómo es de justo el Resuelve; cómo es de grande el dolor que nos deja la partida de nuestro amigo, de nuestro compañero, de nuestro prelado, de nuestro Pastor, de nuestro Monseñor.

Uno sabe que debemos morir, y que la vida debe seguir; pero también se sabe que no volver a la presencia, a la voz, a los pasos, a la sabiduría, al consuelo espiritual del amigo, duele mucho. Uno sabe que cuando un amigo como Monseñor  Camilo Gómez Gómez, se va, siempre que su recuerdo toque al corazón, siempre que se vea su silla vacía, siempre que uno necesite de su sabiduría y no la encuentre, siempre que se precise de su mano de hermano y no la encuentre,  no quedará más remedio que cantar con dolor, como lo hacía el canta autor Alberto Cortez, cuando cantaba:

“Cuando un amigo se va / queda un terreno baldío / que quiere el tiempo llenar / con las piedras del hastío / cuando un amigo se va / se queda un árbol caído / que ya no vuelve a brotar / porque el viento lo ha vencido / cuando un amigo se va / queda un espacio vacío / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo”.

¡Hasta siempre, querido colega y amigo Monseñor Camilo! ¡Hasta siempre!