CUANDO HEMOS PERDIDO LA CONFIANZA,  TODO SETRADUCE EN UN CAOS Y DESESPERANZA

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 LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS   

Las normas no pueden suplir al carácter y la desconfianza no puede sepultar la confianza.

Hasta ahora, hemos hablado sobre la recuperación de la confianza cuando somos nosotros los que perdemos la confianza en los demás.  ¿Qué ocurre cuando son los actos de los demás, los que provocan que perdamos la confianza en ellos?

Del mismo modo que no puede obligar a nadie a confiar en usted cuando ha perdido su confianza, nadie puede obligarle a confiar en él cuando ocurre lo contrario.  Sólo usted puede tomar la decisión de recuperar la confianza en alguien que la ha traicionado.  Mientras reflexiona sobre sus opciones, le sugiero que considere dos aspectos que han demostrado ser de gran ayuda:

No juzgue demasiado rápido.  Ya sabe qué se siente cuando alguien no confía en usted.  Probablemente, también sabe qué se siente cuando no le entienden, le malinterpretan, le juzgan erróneamente o no confían en usted sin justificación alguna.  Cambie el chip.  Otorgue a los demás el beneficio de la duda.  No dé por sentado automáticamente que un fallo de competencia es un fallo de carácter.  Muchos errores no son tan intencionados; no los convierta en lo que no son.

No se dé prisa en perdonar.  Quiero dejar muy claro que perdonar y confiar son dos cosas distintas.  Imagine el caso de una mujer maltratada, por ejemplo, que perdona una y otra vez, es decir, disculpa y vuelve con un marido que la sigue maltratando; no es de eso de lo que estoy hablando.  Eso no es confianza inteligente.

De lo que estoy hablando es de nuestra capacidad para limpiarnos de los sentimientos de ira, rencor, culpa, acusación o venganza hacia todo aquel que nos ofenda, ya sea de manera intencionada o sin querer.  Estoy hablando de negarse a adoptar el papel de juez y jurado y de dejar a un lado las cosas que están fuera de nuestro control -incluyendo las actitudes y las conductas de los demás, y los hechos ocurridos en el pasado-.  Estoy hablando de liberarlos física, mental, espiritual y emocionalmente de las respuestas condicionadas a los errores, las debilidades y las decisiones erróneas de los demás.

Un gran ejemplo de perdón es el de Nelson Mandela.  Después de veintisiete años encarcelado en Robbend Island, fue puesto en libertad y se convirtió en el presidente de Suráfrica.  En su discurso inaugural, invitó personalmente a sus carceleros a sentarse en la primera fila como ejemplo del perdón que necesitaba para curar su alma y su país.

No siempre es fácil perdonar.  De hecho, para muchos de nosotros requiere de la intervención divina.  Tanto si decidimos confiar como si no, siempre necesitamos perdonar, por nuestro bien y por el de los demás.  Sin perdón no nos sentimos realmente libres para ejercitar la confianza inteligente.  Llevamos con nosotros un bagaje emocional que agota nuestra capacidad de análisis y la predisposición a la confianza.

Mahatma Gandhi dijo: “El débil no puede perdonar. El perdón es el atributo de los hombres y mujeres fuertes”.  El perdón es un principio para una vida mejor.  Además, forma parte de nuestra responsabilidad corregir errores.  Cuando no perdonamos, transgredimos esa conducta decisiva.  No sólo nos privamos de un juicio claro, de libertad emocional y de unos posibles dividendos de confianza elevada; además, podemos obstaculizar el autoperdón y el cambio personal de otros. 

Recuerde que acumulamos fuerzas para perdonar a aquellos que nos perjudican no por lo que ellos hacen, sino por lo que hacemos nosotros.  Y no perdonamos para ceder ante el que nos ofende; como demostró Mandela, perdonamos por nuestra propia claridad, criterio, convicción, principios, valores y paz.  Como ciudadanos globales, como parte de la raza humana, y por el interés propio y ajeno, necesitamos perdonar.  Sólo entonces -sea cual sea la dirección que tomemos con respecto a la confianza- seremos libres de avanzar.

¡”El que es incapaz de perdonar destruye el puente por el que también debe pasar”!

 LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                                Medellín, diciembre 7 de 2024