Crónica de un fraude electoral anunciado

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Por Iván de J. Guzmán López

En 1992, Hugo Chávez encabezó un golpe de estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, golpe por el que fue encarcelado. En 1994, es liberado de prisión por un sobreseimiento (tipo de resolución que suspende un proceso judicial), otorgado por el presidente Rafael Caldera.​ Después de recibir el beneficio democrático, el 21 de octubre de 1997, fundó el partido político Movimiento Quinta República (partido de izquierda, disuelto en 2007, para integrarse al Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV). Con este partido fue elegido presidente de Venezuela en las elecciones de 1998 y reelegido en sucesivas y discutidas elecciones, hasta las de octubre de 2012.  En esta última ocasión, no pudo juramentarse como presidente, lo cual estaba planeado para el 10 de enero de 2013, debido al  cáncer que padecía, diagnosticado desde junio de 2011. Chávez fallece, según se dice oficialmente, en Caracas, el 5 de marzo de 2013 a la edad de 58 años. La información estaba censurada para la prensa libre. Con Chávez empezó el declive de la economía venezolana, las garantías constitucionales, las libertades, el bienestar de la población y el acorralamiento a la empresa privada.

Al final de la presidencia de Chávez, en la década de 2010, la economía del país empezó a tambalear, mientras que la pobreza se disparaba,​ la inflación se mantenía, la escasez se incrementaba y la crisis energética ahondaba, lo que sus críticos achacaron a las equivocadas acciones económicas de su gobierno desde años anteriores, representadas en el control estatal de los precios, el gasto excesivo e insostenible, el aumento significativo de la criminalidad, así como la percepción de corrupción en el gobierno, el abuso de leyes habilitantes (con las cuales se cede al presidente atribuciones para dictar leyes) y formas de comunicación abusivas definidas como propaganda bolivariana. Los estudiosos del régimen afirman que: “bajo su gobierno, Venezuela habría experimentado un retroceso como democracia liberal, censurando a la prensa, modificando leyes electorales y tanto arrestando como exiliando a críticos de su gobierno”..

El 8 de marzo de 2013, tras la muerte de Chávez, la Asamblea Nacional Constituyente juramenta al otrora conductor de bus en Cúcuta, Nicolás Maduro, como presidente encargado, quién rápidamente solicita al cómplice Consejo Nacional Electoral, la convocatoria de elecciones presidenciales, mismas que se celebran el 14 de abril de 2013. Según el corrompido CNE, el Partido Socialista de Venezuela, PSUV, ganó por mayoría simple las elecciones al obtener el 50.61% de los votos. El partido Primero Justicia, PJ, se mantuvo como el principal partido de la oposición al obtener el 49.12% de los votos. Finalmente, el 19 de abril de 2013, Maduro, oficialmente, comenzó su presidencia, ratificando a 17 de los 33 ministros que había nombrado Chávez, antes de recibir la visita de la muerte, que no escatima tirano, demócrata, blanco o negro. No es dato menor, que Maduro, durante sus años de gobierno, entregó un promedio de 30% de los ministerios a militares corruptos activos o en reserva, factor al que se le atribuye que (Maduro) se sostenga en el poder.

En 1998, con Chávez, siguiendo con Nicolás Maduro, desde 8 de marzo de 2013, empezó la noche más oscura para la población venezolana, con la complicidad de personajes tenebrosos (hoy en cabeza de chinos, rusos, cubanos, nicaragüenses y petristas) sin que la comunidad internacional haga mayor cosa para ponerle freno a la más brutal de las dictaduras, en cabeza de Maduro.

Como resultado, hoy, el 40% de la población venezolana va por el mundo como parias, despreciados y señalados de graves males sociales, entre ellos la delincuencia. Al mes de abril de 2024 había en el mundo 7,7 millones de migrantes y refugiados venezolanos. De esa cifra, 6,6 millones viven en América Latina y el Caribe. El resto de la población sobrevive en una gigantesca prisión llamada Venezuela, donde, esclavos de la tiranía, deben soportar la ausencia de sus seres queridos, familias completas huyendo del régimen, de la pobreza, el hambre, la segregación y cero oportunidades, si no se es cómplice del régimen.     

Ayer, 28 de julio de 2024, hubo elecciones presidenciales en Venezuela. Y aunque el pueblo venezolano votó masivamente (se calcula, 30% Maduro; 70%, Edmundo González Urrutia), se sabía de antemano que esas elecciones no eran más que la   Crónica de un fraude anunciado.

Crónica anunciada que nos hace recordar al Nobel colombiano:

“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros”

No obstante, la esperanza, el optimismo en ganar la libertad mediante unas elecciones ansiadas, salvadoras, en el fondo sabían los venezolanos; sabíamos los colombianos; sabía la comunidad internacional, que lo único que se podía esperar de un régimen señalado de corrupción y narcotráfico y violación de los derechos humanos y mordaza a la prensa, era la crónica de un fraude electoral anunciado:

…”Pero la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, con un cielo turbio y bajo y un denso olor de aguas dormidas, y que en el instante de la desgracia estaba cayendo una llovizna menuda como la que había visto Santiago Nasar en el sueño, los gemelos Vicario pasaron por el depósito de la pocilga, donde guardaban los útiles de sacrificio, y escogieron los dos cuchillos mejores: uno de descuartizar, de diez pulgadas de largo por dos y media de ancho, y otro de limpiar, de siete pulgadas de largo por una y media de ancho. Los envolvieron en un trapo, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes, donde apenas empezaban a abrir algunos expendios”

Encendiendo las alertas sobre un posible desconocimiento de los resultados electorales, con desenfrenada vesania, dijo Maduro la semana pasada, advirtiendo sobre el respeto al fraude calculado: “Si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida, producto de los fascistas” es necesario que se concrete la (su) victoria en las presidenciales.

Venezuela, situada en América del Sur, con una población de 28.199.867 personas y 7,7 millones de migrantes y refugiados (suficientes para derrocar a cualquier tirano), está en las peores manos de su historia, sólo avalado por tiranías similares como Cuba, Colombia o Nicaragua.

Lo que vive Venezuela es la crónica de un fraude electoral gigantesco, que no se puede tapar ni permitir:

La comunidad internacional tiene la palabra, porque la venezolana puede ser masacrada sin misericordia alguna.