Por: Por Iván de J. Guzmán López – Periodista-Escritor

Quienes tuvimos la dicha de una madre lectora, gozamos sin par la magia de los cuentos infantiles (cuya filosofía y virtudes son extraordinarias). Hoy, ante la pandemia desenfrenada que sufre Colombia y muy especialmente Antioquia, producto en buena forma de medidas erróneas e irresponsables para contener sus efectos nefastos (si esculcamos un poquito, sabremos los intereses que las impusieron), vino a mi memoria un cuento precioso de los Hermanos Guillermo y Jacobo Grimm: se trata de El flautista de Hamelín,  originalmente una leyenda alemana, cuyo título original (en alemán) es Der Rattenfänger von Hameln, y que cuenta la historia de una misteriosa desgracia acaecida a la ciudad de Hamelín, Alemania, el 26 de junio de 1284. Ocurrió que (de un día para otro, como sorprendió el covid-19 al mundo), la ciudad de Hamelín amaneció infestada de ratas:

“Hace mucho, mucho tiempo, hubo en Alemania una ciudad llamada Hamelín. Era una ciudad rodeada por murallas, muy bonita y también muy próspera puesto que tenía un importante puerto al que iban comerciantes de todo el mundo. Todos sus habitantes vivían felices en Hamelín, hasta que un día, mientras todos dormían, empezaron a llegar a la ciudad cientos de ratas. Llegaron tantas que invadieron totalmente la ciudad hasta dejarla totalmente infectada. No había un lugar en el que no se encontrara una rata.

La situación era tan terrible que el alcalde mandó traer gatos para que acabaran con ellos, trampas y ratoneras, pero no sirvió de nada. Incluso probaron con matarratas, pero no funcionaba. Las ratas eran cada vez más y más. En medio de esta situación llegó a Hamelín un trovador, que aseguró al alcalde que sería capaz de limpiar la ciudad de ratas.

– ¿Vos sólo podréis hacerlo?

– Por supuesto. Pero a cambio pido mil monedas de oro.

– No os preocupéis. Si lo conseguís os daré un millón si es necesario.

El trovador llegó a la plaza del pueblo, sacó una flauta de madera de su bolsillo y empezó a tocar. En ese momento, las ratas comenzaron a salir de todos los rincones de la ciudad. Cientos y cientos se acercaron hasta él y comenzaron a seguirlo, cuando empezó a recorrer todas las calles de Hamelín.

El flautista continuó caminando hasta salir de la ciudad y llegar al río, donde se paró en la orilla y siguió tocando. Las ratas estaban tan ensimismadas por la música que cayeron al agua y murieron ahogadas.

De modo que el flautista volvió a ver al alcalde para pedir su recompensa.

-¿Mil monedas de oro por una música? ¡Os daré como mucho cien monedas! -dijo el alcalde, riéndose.

-¡Pero eso no es lo que me prometisteis! En ese caso lo lamentaréis.

El trovador salió del ayuntamiento y comenzó a tocar con fuerza su flauta. En esta ocasión, fueron los niños, grandes y pequeños, los que empezaron a salir de las casas y comenzaron a seguirle allá donde iba.

El flautista salió de la ciudad y todos los niños de Hamelín salieron con él y nunca más se los volvió a ver”.

Cito el cuento para ilustrar circunstancias dolorosas, donde la incapacidad para prever las consecuencias de algunas decisiones y medidas tomadas a la ligera u obedeciendo intereses ajenos, golpean a toda una comunidad, sin que los responsables, finalmente, den la cara. Entre esas medidas imprudentes, citaré únicamente dos: la primera, mantener aeropuertos abiertos al mundo, cuando en Europa hacía su agosto el covid-19. La medida de cierre fue tardía a instancias de intereses particulares, y se tomó, más bajo la presión de la sociedad civil y algunos medios, que por una voluntad real de contener el ingreso de la pandemia a Colombia. Como diría mi abuelo: ¡el virus entró a reinar en este país, por la puerta grande!

La segunda medida imprudente y a la que apunta básicamente el cuento de los geniales Guillermo y Jacobo Grimm, fue el día sin IVA del 19 de junio de 2020, autorizado por el alto gobierno (seguramente exigido por los gremios de comerciantes, los almacenes de cadena, las grandes superficies y, cómo no, los banqueros que jamás se sacian). ¡El resultado fue desastroso! Impacta la ignorancia de la dirigencia nacional y local en temas como la Sociedad de consumo, o sociedad de consumo de masas, un término (antiquísimo) utilizado en economía y sociología, para designar al tipo de sociedad que se corresponde con una etapa de desarrollo industrial capitalista y que se caracteriza por el consumo masivo, desbocado, de bienes y servicios: miles de personas camino del rio (del covid-19), tras la flauta del día sin IVA, tocada por autoridades nacionales y departamentales. Hasta un escolar podía predecir las hordas en pos de la ganga. Nadie se negó a seguir la flauta. La generación de aglomeraciones de personas en centros comerciales y almacenes de gran formato en medio de la crisis sanitaria que vivía el país por cuenta del coronavirus, fue apocalíptica, aterradora.

“Las caóticas multitudes en tiendas y centros comerciales de muchas ciudades de Colombia -denunciaron los medios informativos, ese mismo día-, enmarcaron esa jornada. Las redes sociales se inundaron de fotos y videos que encendieron los reproches al Ejecutivo. “En todo el país se registraron 85 aglomeraciones”, según el balance oficial del Ministerio de Comercio. “El propio Duque ha reconocido que hubo cosas que “salieron mal”, ha hablado de “lecciones para mejorar como país”, pero ha diluido la responsabilidad de las autoridades y defiende que la inmensa mayoría de unos 78.000 comercios cumplió los protocolos”. Hasta aquí el lavado de manos.

En un caso ilustrativo, el Pais.com (de Cali), en su publicación del 29 de junio, denunció: “las autoridades sanitarias de Cali detectaron que cinco personas que estaban a la espera del resultado de sus pruebas salieron de compras ese día, y la semana pasada sus resultados dieron positivo. Abundan los pronósticos más pesimistas, pero el impacto que el primer Día sin IVA haya podido tener en términos de contagios sólo se podrá vislumbrar cuando hayan pasado dos semanas”.

Ya pasaron las dos semanas, amigos del Pais.com, y el “fruto” del día sin IVA, no puede ser más catastrófico, al menos para Antioquia:

En un juicioso estudio que Teleantioquia Noticias presentó en su Emisión Central del viernes 17 de julio de 2020, sobre las consecuencias del día sin IVA, escuchamos estupefactos que de 977 casos que presentaba Medellín los días previos al 19 de junio (día sin IVA), pasó a registrar, el primero de julio, 6.502. De 2.660 casos que tenía Antioquia el 19 de junio, pasó a13.335 casos, el 17 de julio; y para el lunes 20 de julio, llegó a 16.840 contagiados. En resumidas cuentas, al día de esta emisión, luego de la “sabia” decisión del día sin IVA, el incremento de infectados fue de más del 600%. Y un mes después de “aquel 19” fatídico, se pasó de 977 infectados, a 16.840 en toda Antioquia. ¡Un incremento de más de 16 mil contagiados, en sólo un mes!

La respuesta oficial no se hizo esperar: CONFINAMIENTO TOTAL. Nadie asume el daño criminal causado a la población; nadie responde por el daño mortal emanado de la insensata decisión de día sin IVA, como en el caso del burgomaestre de Hamelín, que se niega a reconocer el costo de haber ahogado los pericotes en el rio (Nadie asume el costo de haber llevado a miles de personas al contagio del Covid). En un país culto, ya habrían caído los promotores de esta trampa infame.

Las palabras del excelente periodista de Teleantioquia, para introducir los datos que demuestran el daño que hicieron quienes autorizaron el día sin IVA, no pueden ser más elocuentes: “medellinenses y antioqueños, además de compras 19% más baratas, se hicieron gratis al contagio masivo”.  

¡Miles de personas camino del rio (del covid-19), tras la flauta del día sin IVA, tocada por autoridades nacionales y departamentales! Algún día, alguien del talante de los hermanos Grimm, contarán las historia de miles de seres humanos (no de ratas) que tras la flauta del día sin IVA, se contagiaron y contagiaron a miles de personas, no en Hamelín, sino en Colombia, Medellín y Antioquia.