Por: Balmore González Mira

Nada mueve más la fe del ser humano que una necesidad grande. Nada ni nadie la moverá más que un problema grave de salud. Hay quienes sólo hoy esperan un milagro, de esos que solo son explicables desde creer en una fuerza superior.

Nada produce más angustia que padecer un cercano o un familiar en una unidad de cuidados intensivos,  UCI, y durante la pandemia han sido millones de familias las que lo hemos padecido.

Los médicos y todo el personal de la salud seguirán siendo nuestros héroes, su cansancio se nota en sus rostros, sus lágrimas fluyen cada que pierden un paciente, el dolor de las familias llega hasta sus almas, sus corazones se arrugan y hasta con su mirada acompañan a los dolientes. Nuestras pérdidas son también las de ellos. Después de lo que luchan por salvar una vida lo mínimo que podemos decirles es que Dios los Bendiga, que Dios les pague y les de la inmensa sabiduría para que lo sigan haciendo.

Llegué hasta a la UCI, la que se volvió la casa de muchos profesionales de la salud y de todos sus auxiliares y de los que hacen el aseo, y de los porteros de los centros médicos, fui a despedir a mi hermano en sus últimos instantes de vida terrenal. No fui capaz, mi corta valentía me dejó afuera,  a un metro de dónde durante un mes trataron de salvar su vida. A todos los servidores de la salud mi reconocimiento por esa loable tarea. Lo atendieron, lo trataron y lo cuidaron. Pero Rigoberto se nos fue.

No basta con Orar, hay que cuidarnos, aunque creamos que no nos contagiamos, el Covid puede llegarnos y nada más doloroso que despertarse cada madrugada pensando que ese ser amado pudo haber fallecido y nada produce más angustia que cerrar los ojos y saber que solo un milagro lo salvará, pero nada más duro que saber que cuando los abrí, solo logré ver qué mi hermano se había ido, que su corazón se paró y que jamás lo volveremos a ver. Este puede ser el relato de cualquiera, el tuyo, el mío. Por eso con rabia veo las aglomeraciones y las manifestaciones que hace rato dejaron de ser pacíficas y ciudadanas, propicias para los contagios. Por eso grito a rabiar para que escuchen a nuestros médicos que claman que la gente se cuide, pero pueden más las aspiraciones personales de unos pocos, que la salud de millones de colombianos. Las aglomeraciones siguen. El vandalismo sigue. El horror continúa. Los contagios en aumento. La pandemia avanza. La destrucción se mantiene. Unos incendiarios aplauden. La mayoría del pueblo colombiano grita, no más vandalismo. No más muertes. Dejen trabajar. Respeten los derechos de los ciudadanos de bien. ¡Colombia unida contra el terrorismo!

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