Por: Arturo Tabares Mora

En principio creíamos que las nuevas economías hacían parte de una nueva ola disruptiva que apostaba al cambio en los conceptos de producción y de ver la vida, buscando una sociedad más sostenible, más equitativa, más equilibrada y justa; una utopía más. De hecho, todo se estaba dando, sin darnos cuenta, de una manera gradual, a través de múltiples iniciativas creativas, que buscaban recomponerla la educación, la sociedad, la economía y la política; basadas en los nuevos desarrollos tecnológicos, la Economía Digital, incorporación de la internet a la comercialización de productos y negocios y la virtualidad de la moneda y las transacciones bursátiles. Una nueva economía, un nuevo capitalismo. Capitalismo Digital. Pero de un momento a otro, a causa de un virus, como el de las computadoras, nos obligan rápidamente a resetear todo, como para que no se pierda la información, la genética y nos vemos en medio, de un estado de cosas, que no esperábamos, impuestas por los gobiernos, bajo el pretexto de un problema de salud.

Independientemente de las narrativas urbanas, que en materia de salud, se tejen sobre el origen y gravedad del Covid, la realidad es que, nos sentimos hoy, encerrados en un corral, como borregos, esperando el hierro candente de la marcación, impuesta por el amo, en la esclavitud animal, o en el momento del sacrificio al matadero. Todos encerrados en nuestras casas, aislados y temerosos y cada que nos animamos a salir, por necesidad social o económica, coincidencialmente, aparecen los rebrotes y otra vez, sugestionados, amenazados u obligados por el estado, a encerrarnos nuevamente, como sugiriendo, todavía no decidimos, que sea el momento; todo esto agravado o magnificado por las autoridades de salud, ahora protagonistas de la autoridad, el orden y el poder. Obrando como idiotas útiles, o a conciencia, de lo que se ha dado en llamar; la nueva normalidad, si así se le puede llamar a esta nueva esclavitud; la de los monopolios tecnológicos capitalista o monopolios estatales; de la economía, la autoridad y el poder, hasta el punto de querer desplazar los gobiernos y estados nacionales, por empresas tecnológicas supranacionales, que rebasan el control y el poder estatal, desbordadas como nunca, de su estado natural, ellas y solo ellas, son las grandes beneficiadas en este confinamiento, del que saldremos cuando ellas decidan que lo hagamos o inventen una vacuna virtual o una APP para contener el virus o un instructivo de como convivir con él, porque según ellos, este no se irá o no lo dejaran ir. Hasta que cambie el sistema de cosas, las formas de ver la vida, otro supuesto orden. Estamos frente a la imposición premeditada, sustentada en modelos sociales, filosóficos y sicológicos, de un nuevo modelo social transnacional, que explica el porqué de los conflictos actuales, un modelo común de sociedad, un mundo común, global unificado y simplificado, sin historia, sin pasado, ni futuro, sin religiones, sin sentimientos, ni emociones, solo el hoy; el mundo unicelular, sin neuronas ni cromosomas, reductible y uniforme; con un hombre controlable, el hombre pieza, el hombre fusible; el hombre único; distinto al individual, crítico y normativo, versus el hombre social e igual, que propone el modelo de sociedad global, abierta, desregulada, colectiva, georeferenciada e impersonal, frente a la sociedad nuclear, individual, familiar y cerrada de estados nacionales. Estamos sin darnos cuenta, frente, a lo que tanto nos diferenció, el socialismo, impulsado por lo peor del capitalismo salvaje. El capitalismo tecnológico o de internet, frio, sin escrúpulos como los sistemas, las maquinas, las aplicaciones; sin sentimientos, como todos los algoritmos matemáticos, la fría cifra de los números y los cálculos matemáticos. Un capitalismo virtual, de una economía digital, que todo lo quiere llevar a una aplicación, como si el mundo la sociedad empezara y terminara ahí, manejada por unos tecnócratas; aislados, asociales, ensimismados, embelesados y distraídos, como unos autómatas, zombis del conocimiento que no reconocen otro mundo, que el de las consolas de los videojuegos, el mundo que nos quieren imponer.

Para eso nos están preparando con estos encierros, del cual saldremos cuando supuestamente estemos alineados, idiotizados o locos, para dejarnos poner la vacuna, la vacuna de la sumisión, de la obediencia a un estado dictatorial, en una sociedad unilineal de que hablara el filósofo judío Herbert Marcuse, en su ensayo el hombre unidimensional, el hombre uniforme, formateado, en serie, con los mismo sentimientos, pensamientos y necesidades, casi siempre programadas y anticipadas por esta economía digital, que todo lo vigila y supervisa, hasta el punto de querer imponer nuestros gustos y consumos bajo el supuesto de una cultura y sociedad uniforme, robotizada, que si por ellos fuera, solo nos aplicarían aceite y ingresantes, para seguir funcionando. Mientras no controlemos estos para-estados de la tecnología, desregulados, sin impuestos, y sus desaforadas ambiciones económicas y de poder, disimuladas en este capitalismo digital, los gobiernos serán vulnerables a los apetitos desaforados de dinero y se poder de unos cuantos que se enriquecen con la pobreza y la ignorancia de los demás, coartando su independencia y libertad, por determinismos infundados, a los que se refiere el sicoanalista alemán Erick Fromm, bajo el pretexto de un desarrollo tecnológico y un falso progreso y modernidad, donde solo ganan ellos, los dueños del control. No está lejos que nos vendan a futuro, con el apoyo de los medios de comunicación, formateados por ellos, la transformación del genoma humana, la modificación de los códigos genéticos, para conocernos mejor y manejarnos como si fuéramos una aplicación más, creando órganos sintéticos en impresión 3D, alimentos sintéticos, o de granjas artificiales o de galpón, bajo el pretexto que es rico en calorías, alterar los ciclos de la naturaleza, que no habría que trabajar la tierra y que mucho de lo que consumismo es innecesario o atenta contra la salud, cambiando el metabolismo, que no necesitamos comer tanto y tan variado, tener tantos lujos, tanto dinero, que con una renta básica tenemos para vivir, solo ellos, pueden tener riqueza, que el estado nos proveerá de todo. La dictadura de las tecnologías, bienvenidos al presente, una nivelación a partir del tapabocas que baja la autoestima y el amor propio y de paso las defensas orgánicas.

Si el otro era un capitalismo salvaje, este es un capitalismo macabro, siniestro, que solo favorece, como siempre, a los que más tienen. Las empresas de tecnologías. Estrategia de aislamiento social, que fomenta la ansiedad, la indiferencia, el egoísmo, la deshumanización, a través del teletrabajo o sobre trabajo, despersonalizándonos y nivelándonos por lo bajo, control social y económico a través de una renta básica, o a través de una máscara(burka-irani), sin rostro, despersonalizándonos, prueba de sumisión , como si fuera un uniforme presidiario; destrucción de capital, socializando por lo bajo, la pobreza y simplificando la riqueza en unos cuantos, a partir de empobrecimiento de la sociedad, acabando el capitalismo, la libertad individual,  la iniciativa propia y el trabajo tradicional, bajo el concepto de una nueva normalidad, una mueva economía, la economía digital, en el contexto de un capitalismo de internet, patrocinado por las grandes empresas de tecnologías, ambiciosas y caníbales. Todo para ellas y ellos. Hasta el control del poder. Y el enloquecimiento de la población y la humanidad, en un mundo de computador, sintético, artificial y de laboratorio, desprovisto de emociones y sentimientos, Un mundo cibernético.

Referencias B.

Herbert Marcuse,  El hombre unidimensional,

Erick Fromm. Los rostros, la naturaleza humana, ética y psicoanálisis y miedo a la libertad