Un buen candidato o candidata, por elección popular, se rodea a sí mismo de personas que complementen sus habilidades, estrategias y virtudes superiores para trabajar por el bienestar del pueblo. Sólo una persona honesta y justa de sus competencias para ejercer el cargo al que aspira, permitirá que se abrigue una esperanza exitosa de gobernar honestamente. El pueblo colombiano ya no soporta losdeshonestos, incoherentes, mentirosos, perversos y dictatoriales.
POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS
Actuar como candidato-a líder a seguir es una de las funciones más importantes de un hombre o mujer con aspiraciones de servirle al pueblo, y no de servirse de él, de una manera eficaz, honesta y productiva. El candidato-a líder pone el ejemplo de la honestidad y la verdad, y el pueblo pone la confianza merecida. Las comunidades observan muy de cerca el ejemplo de vida de sus candidatos; no creen a ciegas lo que ellos o ellas dicen, sino lo que hacen.
Cada ciudadano observa y vigila al candidato-a líder que siempre está en una urna de cristal y esa posición es muy solitaria. La gente presta atención a lo que ellos dicen y presta aún más atención a lo que hacen. Las personas se fijan atentamente en qué cosas reciben la atención del candidato-a líder: qué preguntas hacen, qué tipo de informe solicitan y qué leen y estudian; qué prioridades establecen para la agenda de sus reuniones, qué tipo de recursos asignan a cada propuesta de campaña, a quién critican y por qué, qué les molesta o qué les angustia, a quién valoran y por qué, a quién asignan unas funciones especiales o lucrativas, a quién visitan o con quién hacen coaliciones etc.
El pueblo observa todo esto y después, sin importar qué diga el candidato-a, saca conclusiones acerca de qué importa realmente. Basado en mis experiencias, a menudo he comprobado que “poner el ejemplo de la honestidad y la verdad” es el papel más importante de un futuro gobernante líder e inspirador del movimiento que busca logros significativos. Los candidatos-as a elección popular que ponen el ejemplo de la honestidad y la verdad por encima de la votación o que marcan el camino, poseen el mayor grado de credibilidad e influencia entre las personas que trabajan y establecen alianzas con ellos o ellas. Pero si ocurre una falta de coherencia o concordancia entre la voz del candidato-a cuando hablan y el video de su comportamiento y conducta, el desempeño, la ética y la moral de la unidad se desplomarán.
Se ha podido observar lo siguiente: un candidato-a puede enviar todos los memorandos y Twitter que quiera y dar todas las pláticas motivacionales que se le antojen, pero si los demás miembros de la sociedad o de la organización de la campaña no creen que él o ella pongan su mejor esfuerzo cada día que pasa, el pueblo tampoco lo hará. El candidato-a líder e inspirador es el referente significativo a seguir que todos observan cuidadosamente, y esa posición solitaria es la que muchos aspirantes a gobernar no están dispuestos a ocupar. Un ciudadano-a a elección popular no puede pedir a gritos un cambio transformacional en las comunidades y luego no vivir ese proceso transformador en forma evidente, pues sería una gran locura.
Si un futuro gobernante afirma que centrarse en las expectativas de la gente es una prioridad de su aspiración democrática, pero rehúsa untarse de pueblo entonces no está cumpliendo con lo que predica; es decir, no está haciendo el trabajo que requiere su liderazgo. Si en los ámbitos personal y público no se asegura que la medida del desempeño, el abastecimiento de recursos, la logística, la planificación, los sistemas de información y las compensaciones reflejen una prioridad centrada en la gente, entonces no está cumpliendo con lo que predica. No está haciendo el trabajo que implica el liderazgo transformador, y la comunidad lo sabe, lo cual hace menos probable que alguien realice su trabajo centrado en las necesidades básicas del pueblo.
El mismo criterio se aplica a factores intangibles, como los valores y las normas de la organización en la campaña. Si un candidato-a promueve verbalmente la honestidad, la verdad, la franqueza, el respeto, la comunicación de puertas abiertas, la solidaridad o asumir riesgos, entonces ese mismo candidato-a líder, más que cualquier otra persona, debe apoyar y demostrar visiblemente tales principios, virtudes y valores superiores. Cuando las personas tienen la confianza de que pueden contar con su futuro gobernante, es más probable que muestren ellas mismas dichas virtudes, lo cual nos puede llevar a otro punto de partida. No basta que la candidatura esté respaldada por la honestidad, la franqueza, etc. Los candidatos deben asegurarse de que sus coequiperos de campaña que sigan su ejemplo sean reconocidos, recompensados y, en caso de ser necesario, protegidos en forma apropiada.
Los aspirantes a cargos por elección popular incapaces y mediocres actúan como si no fuera su responsabilidad poner el principal ejemplo a toda prueba para iniciar un compromiso, emprender un esfuerzo de transformación o asumir un conjunto de valores. Los buenos y futuros gobernantes saben que poner el primer ejemplo y el más importante en su vida es una función que no pueden ni deben delegar. Con sus propias acciones expresan que saben que poner el ejemplo es su obligación ante quienes son sus amigos, aliados y seguidores potenciales.
Hoy, me gusta exponer esta máxima: “siempre dé lo mejor de sí, porque alguien lo está observando”, como una recomendación para líderes sociales cuyas aspiraciones están en ascenso. Actualmente, esto se aplica aún más a los actuales gobernantes, pues, aunque no les guste, siempre hay alguien que los está observando con detenimiento, en realidad toda la comunidad lo está evaluando. Los buenos servidores públicos de elección popular aceptan voluntariamente este papel que con frecuencia es muy solitario, reconociendo que al hacerlo crearán una gobernabilidad y gobernanza aún mejor para el futuro que soñamos.
LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS Medellín, junio 3 de 2023