Por: Félix Alfázar González Mira                                           

El asunto de la situación de Aníbal Gaviria Correa estará gravitando un buen tiempo en los periódicos impresos y virtuales, en las columnas de opinión de los mismos, en los mentideros, pasillos, tertulias y en todos los espacios donde pueda opinar más de una persona. La orden de detención domiciliaria contra nuestro gobernador nos cogió a los antioqueños tan abruptamente como cogió al mundo el virus chino. Como este, del cual existen infinidad de criterios cuantas personas señalen cosas, comentarios, noticias, informaciones y opiniones; que se originó así, que es creación de la ciencia, que es un arma biológica, que se cura con antivirales, que unos pacientes no presentan síntomas, que a otros tantos les entra como una bala explosiva a destruirlos, que a los de más allá no les produce nada, que es una “gripita”. En fin, lo claro es, copiando a Sócrates con su célebre frase: solo se sabe que nada se sabe sobre ese microbiológico. 

Con la decisión de la fiscalía en esta investigación de más de tres lustros, sucede lo mismo. Todos absolutamente extrañados, desconcierto total, especulaciones por aquí, opiniones por allá y se presentarán largas tertulias tratando de aproximarse al porqué sucede un acontecimiento inesperado en una situación de pandemia inesperada. Rara, intrigante, controvertida, inexplicable y abundante en conjeturas será siempre y por largo tiempo calificada esta determinación absurda del ente de control. 

No he acompañado a Aníbal en su carrera pública, estuve muy cerca de Guillermo y de su padre. Mi convencimiento y compromiso con el uribismo no me lo permitió, pero si estuve al tanto de sus gestiones como gobernante de Antioquia y Medellín.  Lo conozco desde hace muchos años cuando pasaba vacaciones en su finca de mi pueblo con toda su familia. Estaba adolescente y ya incursionaba en conversaciones que sosteníamos con su padre sobre los diferentes asuntos públicos de la vida local, regional y nacional. Igualmente buscaba y le gustaba, en visita que hacíamos a la casa familiar de El Poblado, participar en diálogos con personas más adultas que él. Desde pequeño siempre mostró inclinación por el servicio público. De edad más temprana nos acompañó, en asocio de su padre, a una masiva y numerosa reunión de la colonia de Frontino en el antiguo restaurante Las Margaritas ubicado en la vía Las Palmas y le leía en su rostro expeler alegría, contento y ánimo desbordado de toda persona que añora multitudes y refleja en ellas su disposición permanente a servirles y contribuir con sus acciones a mejorar crecientemente las condiciones de vida de los más desvalidos, es decir, un dirigente político, un líder público . Su hermano, asesinado por las farc, delegó en él la responsabilidad de continuar la senda hacia el servicio público iniciada por su abuelo, enriquecida por su padre, ” El Negro” Guillermo Gaviria quien está a la altura de Gonzalo Mejía y Fernando Gómez Martínez.  Fui el primero en proponer, la misma semana de la muerte de su padre, que el túnel del Toyo sobre la cordillera occidental llevara su nombre (la prueba está en mi escrito en la edición de septiembre de 2014 de El Occidental, periódico del occidente del departamento), como el de la cordillera central lleva el de Fernando Gómez Martínez. Conocí de primera mano todos los pormenores y cuitas del origen de esas dos perforaciones sobre esas arrugadas cordilleras y era necesario complementarlos con su nombre toda vez que la vía hace homenaje a Guillermo Gaviria Correa. Perforaciones que nos acercan al Cauca la una y al mar de Antioquia la otra.                                              

Ya en el ejercicio de su primera gobernación y desde Bogotá, lo visualicé para grandes destinos tanto que tuve oportunidad de comentarlo con su padre ante el brillante gobierno de Uribe Vélez y de cómo las regiones podrían aportar liderazgos ante los desastres que ha ocasionado gobiernos regidos por personas del altiplano. Se comentaba que Antioquia podía seguir aportando desde los dos edificios de La Alpujarra. Desde la alcaldía uno, el doctor Fajardo y desde la gobernación, por el cual me inclinaba, Aníbal Gaviria. 

Quise acompañarlo, e iba hacia su sede, en la campaña hacia la alcaldía de Medellin siendo reconvenido por un grupo de destacados dirigentes uribistas que me propusieron ayudarle al doctor Luis Pérez en su aspiración y por solidaridad de amigos y ser el candidato oriundo del occidente, nos comprometimos en esa campaña en la cual resultó triunfante el actual gobernador. 

Como señalaba arriba, no adivino que existe en el fondo del barril, espero que no sea el de los puercos, que haya motivado semejante decisión, después de quince años, de privar de la libertad a un dirigente de esta categoría que el superior patrimonio que ostenta, junto con su familia y antepasados, es el de la honradez, la transparencia, la honorabilidad, el sacro manejo de los recursos públicos.

 No soy abogado, pero ello no me impide elucubrar desde mi orilla, que puede haber encerrado en ello. Los que tenemos experiencia en la ejecución de proyectos sabemos de las angustias de las comunidades para aprovechar circunstancias que podrían resultar únicas para ver solucionados sus problemas de antaño y permitirse darse un salto al futuro; puente en El Bagre sobre el río Nechí. Los comunicó con el mundo. Situaciones que no han vivido ni sienten las instituciones centralistas de Bogotá y sus representantes. Siempre el centro se ha sentido de mejor familia que la periferia. Vaya uno a saber, si lo que plantee, puede aproximarse a ser una realidad en el sentido que se avizora en el horizonte nacional, liderazgos regionales que podrían desplazar, por algunos años, el poder político de cierto espíritu de los que se creen, desde el altiplano, destinados a gobernar a Colombia. Y Aníbal Gaviria está dentro de los primeros en la lista. Cuantos, del altiplano, Gina Parody y su pareja ministra de transporte con toda la carga de Odebrecht, que llenaron el barril de la campaña y del gobierno de Santos y todos sus adláteres y compinches con pruebas irrefutables, evidentes, documentadas y más de siete años andando libres como el viento. Toda esa jauría no resiste un interrogatorio ante alguna autoridad de control. Y así podría enumerarse diferentes situaciones en la misma dirección. No se ha conocido más capacidad de deslegitimarse que el esfuerzo que hacen diariamente las instituciones de justicia ante la opinión pública y ciudadana de Colombia.

Confío plenamente en la actitud y rectitud del señor gobernador de nuestro departamento y espero que prontamente esté retomando las bridas del gobierno con el liderazgo reiterado y demostrado; lo de la pandemia del Covid-19 lo ratifica a nivel mundial (Antioquia tiene características de país), en la seguridad que el destino lo tiene para responsabilidades superiores desde estas montañas para toda Colombia.