Por: LUIS CARLOS GAVIRIA ECHAVARRÍA
En Andes, Antioquia, vivimos tiempos oscuros. La política, que debería ser una herramienta de servicio al pueblo, ha sido convertida en un instrumento de poder personal, de favores entre amigos y de silencios comprados. Estamos ante un desgobierno alarmante, donde lo que debería ser una administración al servicio de la comunidad, se ha transformado en una estructura cerrada, que funciona de espaldas al ciudadano común.
Cada día se hace más evidente cómo ciertos sectores del poder local pactan, negocian y conviven con personas y grupos que orbitan peligrosamente cerca del poder, mientras el pueblo andino queda cada vez más relegado, más indefenso y más excluido de las decisiones que realmente le afectan. Lo que antes parecía impensable hoy se ha convertido en una normalidad perversa: la política se mezcla con los intereses personales, y se construyen alianzas que no buscan el bienestar general, sino el beneficio particular.
Mientras tanto, se nos entretiene con discursos vacíos, con anuncios que no se cumplen, con reformas improvisadas y promesas que desaparecen tan rápido como se anuncian. Nos quieren acostumbrar a vivir en el abandono, a callar por cansancio, a aceptar la ineficiencia como destino.
¿Y la ciudadanía? En su mayoría, callada. No por indiferencia, sino por desilusión. Porque el desempleo golpea, porque la inseguridad crece, porque la esperanza de un gobierno cercano y transparente se ha ido desvaneciendo. Muchos sienten —y con razón— que la democracia en Andes ha sido secuestrada, y que el municipio va camino a convertirse en un lugar donde solo prosperan los que están en el poder… o los que están a su alrededor.
No, esto no es normal.
No es normal que los amigos del poder controlen contratos, influencien decisiones y acaparen beneficios.
No es normal que el ciudadano honesto sea quien más tributa, más cumple y menos recibe.
No es normal que se gobierne con secretismo y desdén por la voz del pueblo.
Andes no puede seguir siendo rehén de su propia dirigencia. Este municipio merece más. Merece transparencia, participación, liderazgo verdadero. Necesitamos ciudadanos que no se resignen, que cuestionen, que exijan. Necesitamos una Veeduría Ciudadana activa, comprometida y valiente, que le haga seguimiento real a la gestión pública, que revise en qué y cómo se están invirtiendo los recursos, y que compare las promesas con los hechos.
No se trata de oposición por oposición. Se trata de responsabilidad, de amor por nuestro pueblo, de respeto por quienes madrugan a trabajar y esperan, al menos, un gobierno que no les dé la espalda.
Tal vez no podamos cambiar la historia de Andes de un día para otro.
Pero sí podemos comenzar a escribir un nuevo capítulo: uno donde el silencio no sea cómplice, donde la palabra ciudadana tenga fuerza, y donde el poder no sea patrimonio de unos pocos, sino una herramienta al servicio de todos.
Puede que hoy el panorama sea oscuro, pero la historia nos enseña que los pueblos despiertos vencen los abusos. Andes tiene gente buena, trabajadora, honesta.
Si esa gente decide unirse, vigilar y actuar, ni el poder más corrupto podrá sostenerse de pie.
Andes nos necesita despiertos, no resignados. Nos necesita firmes, no sumisos.
La indiferencia es el terreno fértil donde florece la corrupción. Hoy más que nunca, necesitamos actuar, vigilar, denunciar y construir. No esperemos a que todo esté perdido para reaccionar.
El momento de exigir transparencia, respeto y verdadera gestión es ahora.
Lo dijo alguna vez el filósofo Edmund Burke:
“Para que el mal triunfe, solo se necesita que los buenos no hagan nada.”
Y en Andes ya hemos hecho suficiente silencio. Que esta sea la generación que se atrevió a decir ¡basta!, la que encendió la luz donde otros quisieron oscuridad.
Puede que hoy el panorama sea oscuro, pero la historia nos enseña que los pueblos despiertos vencen los abusos. Andes tiene gente buena, trabajadora, honesta.
Si esa gente decide unirse, vigilar y actuar, ni el poder más corrupto podrá sostenerse de pie.
El futuro de Andes no está escrito… lo escribiremos juntos, a partir de ahora.