Vivimos bajo oscuros signos de tragedia que pueden distorsionar el proyecto de vida de nuestra Juventud, hacia el logro de sus mejores sueños como ciudadanos y profesionales al servicio de la sociedad.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS 

La más inane inteligencia se da cuenta de los mefíticos ventarrones de perversidad que pertinazmente azotan a todos los estratos de la cultura y ni el más ciego y sordo deja captar el fatal desquiciamiento de los verdaderos valores que ya amenazan o arruinan a nuestra juventud y a la humanidad en general.  Un sesgo irracionalista caracteriza e inspira a la sociedad en que vivimos, hoy.  El libertinaje sexual llegando hasta la exaltación de conductas de degradación frente a la estima de su propio cuerpo, la desacralización institucional y las mil falsificaciones de la anti o seudocultura, son la abundosa cosecha de esta época sin genio.  Porque quizá no haya ejemplo de otro siglo tan desprovisto de genio, en sus connotaciones de un espíritu ungido a la época y a la tierra, aunque también a su grandeza, a su insularidad y a sus estados emocionales.  Lo que pulula es un “hombre y una mujer”, mejor, un ser drogado y andrógeno principalmente en el sector juvenil, y lo más doloroso, en la población estudiantil.

Una inversión de valores, una pérdida del sentido del bien es el sino bajo el cual vivimos en este siglo XXI.  No hay campo de humana vivencia en donde lo morboso no haya clavado sus hoscas garras, hincado el diente venenoso de la traición al fin supremo para el cual ha sido creado el hombre y la mujer, y, como en un diabólico carnaval, lo absurdo, lo contrario a las leyes naturales y divinas, no sea coronado en medio de alucinantes orgías.  Todo es distorsión en lo que contemplamos, una triste locura esquizofrénica subyuga a las enantes “homo sapiens”, hoy más bien “homo eroticus” u “homo maléficus”.

Las actuales generaciones del siglo XXI, y para mayor tristeza las más jóvenes que son de las que se pudieran esperar crearan un mundo mejor, se hayan doblegadas por todos los pecados capitales y arropadas por un pesado, espeso y obscuro manto de ineptitud y miedo para aprender a vivir mejor.  Los jóvenes se han vuelto ambiguos, indefinidos no solo en su modo de vestir, sino también en su manera de pensar y de obrar.  Un incomprensible cansancio vital los agobia y sin vivir la vida ya no pueden con ella cuando les demanda disciplina, esfuerzo y compromiso.  Ansias incontrolables de fuga de la realidad los lleva al uso de alucinógenos y de ilusionógenos y toda clase de drogas degeneradoras del espíritu.  Pocos son quienes tienen un ideal noble y son capaces de luchar por él, cueste lo que cueste.  Quieren una vida sonriente y no pueden ya aprender a sonreír real y puramente.  Todas sus diversiones son ficticias, placeres torcidos que a no pocos conducen a la angustia, a tremendas crisis depresivas, a constelaciones de suicidas como las que padece la Suecia de la mal llamada liberación moral.

Duele reconocer que gran parte de nuestra juventud no quiere vivir en paz, no saben vivir en paz porque buscan la felicidad en la única parte en donde no se encuentra: En la inercia, en el sexo animalizado, en todo lo ficticio que nos ha traído el posmodernismo, la tecnificación, el pragmatismo absoluto, la tecnología esclavizante, el hedonismo, el ocio mal empleado que hastía.  Es un panorama dantesco el que obligatoriamente captamos y pocos parecen darse cuenta de la terrible catástrofe que este horripilante estado de cosas irremediablemente acarreará, si no reorientamos el rumbo.

Todo lo malo posible está hoy presente en este distorsionado y convulsionado país, llamado Colombia.  Como simple ejemplo se puede poner el increíble hecho de resucitar en los medios de comunicación libelos ya caducos, juzgados lo suficientemente a través de muchos años como de una maldad patológica, páginas de libros sucios aun para albañales y escritos con tinta de letrina como la pornografía, la violencia y el narcotráfico, que puede enrojecer un lupanar, degradar las virtudes de toda una sociedad, y que en Antioquia y Medellín solo será capaz de presenciar quien lleve el hierro de la maldad en su cuello de cerdo, quien ya sea esclavo imposible de libertar de todo aquello que va contra lo que ha hecho grande a nuestra raza antioqueña.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                        Medellín, octubre 8 de 2021