POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Me parece oportuno recordar que el arte de vivir empieza por el arte de educar.

La Universidad Antioqueña del siglo XXI, aspira a que quienes vengan a sus aulas se formen como hombres y mujeres íntegros, competentes, doctos, bien preparados de manera que puedan aportar a la sociedad una contribución efectiva y valiosa con el ejercicio de su actividad profesional.

Los grados académicos que se otorguen deben acreditar la posesión de los conocimientos, hábitos intelectuales y habilidades técnicas imprescindibles para el desarrollo de las actividades que corresponden a los estudios cursados, con unos niveles académicos, científicos, humanos y dignos.  A este fin la Universidad Antioqueña debe cuidar la calidad de sus enseñanzas, la metodología, el ambiente de laboriosidad y los sistemas de evaluación, de modo que se aseguren aquellas garantías, con un rendimiento académico superior.  En otro caso, si los títulos no acreditaran la necesaria competencia, se cometería un grave fraude al mismo alumno, al objetivo misional de la Universidad y a la entera sociedad.

Pero, la Universidad Antioqueña no puede conformarse con esa función, aun cuando sea de suyo indudablemente muy valiosa.  El fruto de la actividad docente debe servir para mucho más que para que se preparen profesionales competentes.  No puede olvidarse que la Universidad Antioqueña en su conjunto son instituciones de educación superior y no simplemente un Centro que se limita a suministrar los conocimientos requeridos para ejercer una determinada profesión y a expedir los títulos correspondientes.  En cuanto institución educativa ha de hacer cuanto sea posible para facilitar el desarrollo integral de la personalidad del estudiante, y para que éste adquiera un nivel de cultura que no desdiga de un universitario integral y convicciones que le permitan desenvolverse rectamente en la vida.

De este modo, además de formar profesionales competentes en su especialidad, en saberes específicos, formará hombres y mujeres de criterio, intelectualmente cultivados, capaces de exigir y hacer buen uso de su libertad, con sentido de su personal responsabilidad, que sabrán convivir con los demás ciudadanos en un clima de respeto, de cooperación y de entendimiento mutuo. 

Mientras que se debe exigir de la Universidad Antioqueña que no confiera los grados académicos cuando no se ha alcanzado la necesaria competencia científica, la situación es muy diversa respecto al resultado de su acción en el campo de la formación humana.  En este último, en efecto, el papel de la Universidad Antioqueña es crear unas condiciones aptas para favorecer el desarrollo de las cualidades personales del universitario; pero la medida en que esas condiciones son adecuadamente aprovechadas, y conducen de hecho al mayor ennoblecimiento del espíritu humano, depende evidentemente de cada uno, del núcleo íntimo de su personalidad, de su consciencia y de su libertad, que no pueden ser violentadas.

La acción educativa propia de la Universidad Antioqueña es de carácter primordialmente intelectual.  Se basa en mover a pensar, en ilustrar las mentes, en interesar a los estudiantes sobre asuntos de importancia a los que quizá no prestan la debida consideración.  Consiste en fomentar el anhelo de verdad, de justicia y de bien, consustancial al espíritu humano, y señalar diversas vías y posibilidades para satisfacerlo en sus necesidades básicas, según Maslow.  Se consigue al enseñar a elevar la mirada para contemplar nuevas y más amplias perspectivas, al plantear interrogantes, al descubrir responsabilidades.  Cuando se sitúa al hombre y la mujer frente a la verdad, resulta más fácil asumir las nobles exigencias que de ellas se derivan y se madura y enriquece la propia personalidad de cada uno de sus estudiantes como miembro de la Comunidad Educativa Universitaria a la que pertenece.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                              Medellín, agosto 6 de 2021