Por Iván de J. Guzmán López

Dice mi amigo y colega periodista Guillermo Zuluaga Ceballos, autor del libro 24 Negro, en la página 83: “En fin, el 24 que parece ser el único 24 en el año y que pocas veces hay que apellidarlo con su mes para referirse a él, es una fecha solamente asimilable a fiestas, alegría y sobre todo, paz”. Y paradójicamente, como si fuera una burla del destino, una tragedia de tinte griego o un oxímoron de terror, el libro toma el título (de 24 Negro) porque todo en él es una crónica sangrienta, sucesos dolorosos, pero ocurridos en la vida real de San Vicente, en la vida de Antioquia, en la vida de Colombia, un 24 de diciembre.

Nadie puede entender en el mundo cristiano que un 24 de diciembre (noche de paz, noche de alegría, noche de hermandad), haya sido para San Vicente un 24 Negro (noche de terror, noche de llanto, noche de odios). ¿Un oxímoron dantesco, que pide una tercera acepción? ¿Un oxímoron, para un pueblo como Colombia, que se dice cristiano? ¿Un oxímoron, para un país como el nuestro que se dice civilizado?

No sólo la crónica 24 Negro (que da título al libro de 7 historias adicionales y similares en procedimientos, muertes y lágrimas), está pintada de dolor; todas, ensañadas en nuestro querido Oriente antioqueño,  están cargada de violencia. Violencia que muchas veces no nos atrevemos a contar; no nos atrevemos a enfrentar:

Dice el autor, en la página 95 (párrafo 2 y 3, pertenecientes a la crónica 24 negro): “Pero más que ocho cuerpos que dejaron de existir y de investigaciones que no llegarán a ningún resultado, aquel 24 de diciembre se truncaron vidas, sueños anodinos quizá, pero ante todo sueños. Sueños que difícilmente podrán representarse en una fría y escueta cifra.

Hay muchas historias para contar, pero como la mayoría de gentes humildes no parece tener las palabras para hacerlo. Tampoco hay deseos. Historias simples, escasos proyectos truncados tempranamente. Pero ante todo de silencios. Largos silencios. Nuestra guerra nos ha enseñado que poco a poco tenemos que aprender a leer y a escuchar en los silencios”.

El libro (bien logrado estética y periodísticamente, dando cuenta así de un periodista y escritor como Guillermo Zuluaga Ceballos, que domina y ama la profesión y el oficio y, en especial, a su tierra, el Oriente Antioqueño), por paradoja misma de lo que encarna el 24 de diciembre, es un grito de paz. Un grito que, a mi juicio, en Colombia, estamos escuchando con el concurso decidido, de día y de noche, de nuestro Alto Comisionado para la Paz, el doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, quien empeña su esfuerzo, su paciencia, su liderazgo, sus hechos de paz en el territorio (no más en los escritorios), y que ha sabido escuchar los gritos del silencio de los que no pueden hablar, de los que no saben hablar o de los que, simplemente, tienen temor de hablar.     

La guerra siempre será una isquemia en el cuerpo de Colombia, mientras la lucha por la paz no sea incesante, persistente, testaruda (si se quiere el término, tan nuestro). Mientras no haya justicia con legalidad, el cuerpo de Colombia seguirá ultrajado, y, seguramente, viviendo año tras años, más veinticuatros negros.

Cómo duele en el alma el asesinato de don Jesús Marín Cataño, y el dolor de doña Rubiela, cargada de un muerto (el muerto más amado del mundo, escribiría Gabriel García Márquez si viviera) y 15 hijos. Cómo duele el viacrucis del alcalde José Aldemar, tres veces secuestrado, amenazado “eternamente” a muerte y obligado a renunciar a su cargo y a su pueblo. Cómo duele la vida de “Giovanni, el malabarista de la 80”, mutilada su pierna por una mina antipersonal, cuando cuenta al autor del libro que: “Papá me recogió y recogió los pedacitos de pie. Me llevaron a una finca cercana, donde un vecino que sabía de medicina…”.

Como duele…, Cómo duele…   

24 Negro (Léanlo, diciembre 2021. Segunda edición), es la crónica de lo que no se puede dejar de escribir; es la historia que debemos leer, aprender, para saber el valor real de la paz. Repetir la historia es repetir la tragedia eterna de nuestra Colombia; repetir la historia es no querer trabajar por la paz.

 La paz es de todos, y, 24 Negro, es,  en el fondo, un grito de paz, salido del dolor y del alma humana de las gentes más humildes.

1 Comentario

  1. Interesante el contenido de ese 24 negro, que narra acciones de violencia que deben quedar escritas en la historia para que no haya repetición. Felicitaciones al colega Guillermo Zuluaga Ceballos por su nueva obra. Le deseo muchos éxitos.

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