Por: Misael Cadavid MD

El desempleo, la recuperación económica, la casi segura reforma tributaria, los impuestos, la carrera presidencial y el acceso universal a la tan ansiada vacuna se convertirán en este Año Nuevo que comienza en la preocupación central de la opinión  pública.

La pandemia nos puso a todos a pensar en economía y cambio radicalmente la percepción de los colombianos sobre lo que debe pasar con su futuro económico.

Los  políticos así lo han entendido y por eso cada vez que se acerca más el sol para quemar sus espaldas, buscan ungüentos mágicos para evitar lesiones producidas en las urnas, es por eso que los vemos bastante activos lanzando propuestas sobre cómo enfrentar los problemas no médicos que deja el coronavirus: el sector productivo lacerado, un retroceso social de hondo calado y un deterioro significativo de las finanzas públicas no solo por el virus de marras, sino por la corrupción, esa que sin lugar a dudas ha sido la más vulgar de las violencias que nos ha azotado desde hace varias décadas, la violencia de cuello blanco.

Entre las iniciativas legislativas hay cómo de todo en botica: subsidios, rentas básicas, disminución de jornada laboral, bonos infantiles etcétera.

Y cómo la economía es la ciencia de administrar los bienes escasos, nadie quiere escuchar lo que realmente es necesario hacer para que al país le vaya mejor y esto pasa por trabajar más para aumentar la productividad, aumentar el recaudo eliminando exenciones y si el desempleo es un problema ,es necesario flexibilizar el contrato y reducir los costos, solo de esta manera podremos tapar el hueco fiscal que nos dejó la pandemia cercano a los 2 puntos del PIB representado en 20 billones al cierre fiscal 2020.

Contrario a esto, ahora lo que van a proponer los partidos políticos es reducir la jornada laboral, aumentar el salario mínimo, no tocar el IVA, aumentar otros impuestos, como el del patrimonio e incrementar los programas sociales estableciendo una renta básica universal que es un mecanismo muy difícil de implementar y muy costoso para un país como Colombia, en vez de pensar en un concepto distinto como el ingreso mínimo garantizado el cual es más expedito y que le permita a las clases sociales menos favorecidas  por lo menos la posibilidad de recibir un salario mínimo para comprar el mercado. Eso sí, hasta el momento no mencionan cómo financiarlos.

Esta es la tensión que vamos a padecer estos primeros meses del año, mientras muchos sectores demandan más recursos, las finanzas públicas se resienten ostensiblemente. Y nadie por obvias razones quiere pagar más impuestos.

Es cierto que la pandemia puso en jaque mate a la economía, pero también lo es que en la búsqueda de soluciones no se debe optar por cantos a la bandera o que resulten más costosas en el largo plazo o no resuelvan los problemas estructurales que enfrenta el país.

Sería deletéreo que aparezcan y se consoliden propuestas demagógicas por cuenta de la inminencia del periodo electoral de cada cuatro años.

Distintas propuestas van a sonar como música celestial a los oídos de una población agobiada y doliente de una larga historia de inequidad social agravada por la pandemia. Y pocos de los actores políticos van a tener la ecuanimidad y sindéresis necesaria para enarbolar la bandera de la objetividad: cualquiera que proponga las fórmulas necesarias, pero impopulares, va a salir quemado al Congreso o a la Presidencia, porque lo que menos genera votos es anunciar ajustes.

…Así es que la tensión entre economía y política se  va a ver agudizada este 2021.

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