Embarazo adolescente y educación sexual en Colombia.

Por María Pérez Vallejo – mariaperezvallejo@gmail.com

Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), 1 de cada 5 adolescentes entre los 15 y los 19 años ha estado embarazada al menos una vez. De estas, solo el 0,8 % han tenido relaciones con otro adolescente y el 99,2 % las tienen con adultos.

Un estudio elaborado por el Observatorio del Bienestar de la Niñez en 2010 mostró que el 62,1 % de los niños y el 67,4 % de adolescentes sí han hablado de sexualidad. Los primeros lo han hecho 90,9 % con un médico y 76,5 % con sus madres, mientras que los segundos lo han hecho 89,7 % y 70 %, respectivamente. Es sorprendente que la primera fuente de información y ayuda sea alguien totalmente ajeno a su círculo social y familiar, y es aquí donde nos debemos cuestionar por qué sucede esto.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), la educación sexual en Colombia inicia, en promedio, a los 13 años, y afirman que las mujeres que reciben educación sexual se embarazan a edades menos tempranas.

Sin embargo, no se discrimina qué tipo de educación sexual deberían recibir los niños y las niñas del país para prevenir el embarazo adolescente y así surge el problema principal: no sabemos cómo estamos educando, a quiénes estamos educando y para qué los estamos educando. En general, creemos que la educación sexual es poner la sexualidad en una posición negativa, para que los niños crean que es algo malo, omitan su existencia y nunca la prueben:

  • Los padres de familia promedio no mencionan el tema y, quienes lo hacen, crean un ambiente de terror y morbo alrededor de este, esperando que sus hijos vean el sexo como algo que está mal o que solo los adultos pueden conocer.
  • La Iglesia hace que el sexo gire en torno al pecado si se practica fuera del matrimonio. Eso sí: si llega a haber un embarazo adolescente, pelean por su vida a toda costa, pero, si sale homosexual, lo condenan. Sí: la Iglesia educa sexualmente desde la doble moral.
  • En las instituciones educativas, que no son las encargadas de suplir lo que se debe enseñar en casa y los padres omiten, dependiendo de sus principios y valores, deciden enseñar o no educación sexual. Pero ¿hasta qué punto sirve dar una clase de Educación Sexual al año?
  • Los medios de comunicación no se quedan por fuera. Desde que tengo uso de razón he crecido con el famoso anuncio “el siguiente programa debe ser visto en compañía de un adulto, puede contener escenas de sexo o violencia”. Y lo único que me he cuestionado siempre es cómo se atreven a comparar el sexo con la violencia.

Si bien el inicio temprano de la educación sexual disminuye el inicio precoz de relaciones sexuales, no impacta verdaderamente en la consecuencia de este que es el embarazo adolescente. Y es este el que no disminuye porque la educación es insuficiente, parcializada y siempre a conveniencia. Esta educación es deficiente desde todos los enfoques, ninguno se queda por fuera.

Entonces ¿cómo debemos educar a los niños y las niñas sexualmente? La respuesta es corta: sin tabú.

La sexualidad, según la Real Academia Española, hace referencia al conjunto de actividades y comportamientos relacionados con el placer sexual. Y es esto lo más bonito de la sexualidad: que su finalidad es el placer. No lo es el terror, el dolor, el sufrimiento, la maldad, y mucho menos el pecado: es simplemente el placer.

¿Quién les dio derecho a los padres, profesores y religiosos de formar en contra del placer? Nadie. Es un permiso que se atribuyeron solos como sociedad.

Hay que hablar con la verdad, con claridad. Hay que dejar atrás la historia de la cigüeña, de la palomita blanca y del Espíritu Santo. Debemos crear un ambiente cómodo, sin tensión. Explicar en términos fáciles pero reales (sin analogías cósmicas y mágicas) qué es la sexualidad, qué es una relación sexual, cuáles son sus beneficios, sus riesgos y, en especial, sus consecuencias.

El misterio hacia lo que nos han pintado como prohibido solo aumenta el deseo de conocerlo y explorarlo, generalmente en una forma equivocada y riesgosa. El sexo es algo maravilloso y placentero. No es algo malo, no es pecado, no es un crimen.

Si usted es padre o madre de familia, siéntese con sus hijos, pregúnteles qué saben. Le aseguro que saben más de lo que usted cree porque, por miedo, ha tenido que recurrir a alguien más o a Google para encontrar qué es aquello que tanto le esconden. Si su hija le dice que tiene novio, no empiece la conversación desde el terror y los principios machistas. Enséñele a planificar. Así la está cuidando de su verdadero miedo que es ser abuelo o abuela, y no le está negando el derecho a sentir placer de forma responsable.

Si usted trabaja en un colegio, haga todo para que el plan de estudios adopte la Educación Sexual con igual o mayor importancia que las Matemáticas y el Español. Con un enfoque desde lo real, siempre dirigido a la prevención y no al miedo o al castigo.

Y si usted es alguien totalmente ajeno al niño o adolescente que le pregunta, escúchelo, preste atención a sus dudas. Ayúdele a resolverlas o a buscar a alguien que pueda hacerlo. Tal vez usted sea la única persona con la que este se ha atrevido a hablar del tema. No le quite la posibilidad de recibir información verídica, certera y pertinente.

Disminuir la incidencia del embarazo adolescente es una responsabilidad de todos: debemos educar desde la verdad y no desde las creencias, los prejuicios y la moral.