Madrid, 21 oct (EFE), (Imagen: Ramón Ayala).- No ve, ni oye, pero Javier García Pajares, un abogado extremeño de 28 años, ha conseguido escalar algunas de las montañas más altas del mundo para demostrar que cualquier reto puede cumplirse, como el de ser el primer Erasmus sordociego, obtener un doble grado con la máxima calificación o aprender inglés sin oírlo.

A Javier le cambió la vida cuando estudiaba secundaria en Plasencia (Cáceres) y adquirió su discapacidad, tenía 15. Estuvo un año sin hacer nada, aislado. “Fue un periodo difícil y de desconcierto”, explica en una entrevista con EFE. Pero supo convertir esa nueva condición “en una oportunidad para aprender, para crecer y para hacer las cosas de otra forma”.

Tras un periodo de adaptación para aprender nuevas formas de comunicación en una escuela de la ONCE, retomó los estudios, terminó el Bachillerato en el IES Beatriz Galindo de Madrid con el mejor expediente del instituto y de ahí a la Universidad Autónoma de Madrid, donde se graduó en Administración de Empresas y Derecho y obtuvo en su trabajo fin de grado matrícula de honor.

SUEÑOS DIFÍCILES, PERO NO IMPOSIBLES

Es de esas personas que animan, a seguir intentando las cosas, a romper cualquier barrera. “En esta vida es muy importante soñar y perseguir esos sueños que tenemos, porque aunque a veces creemos imposibles, solo son difíciles”.

Por esa forma de vivir, que traslada en su proyecto “Abrazar las estrellas”, con el que sume cimas para visibilizar la sordoceguera, ha obtenido el Premio Nacional de Juventud 2019, del ámbito deportivo. Ha coronado el Elbrus (el monte más alto de Europa), el Mulhacén (el más alto de la península), 7 de los Alpes de más de cuatro mil en tan solo seis días y el monte Toubkal (la más alta del norte de África), entre otros muchas.

“Cuando llegué a la cima del Elbrus, de 5642 metros, sentí una inmensa alegría, estaba cumpliendo lo que yo quería, que era abrazar las estrellas, por eso recuerdo que abrí mucho los brazos y con ese abrazo no solo las abrazaba yo, sino también la sordoceguera porque le dábamos mucha visibilidad”.

Se muestra como un chico de 28 años, sordociego, que hace una vida normal, que quiere superarse, que no se pone límites, que afronta todo lo que sueña con ilusión y que a veces lo consigue, pese a la adversidad, que compagina su trabajo, sus proyectos, el deporte y su responsabilidad con los jóvenes con discapacidad. Es responsable de juventud de personas sordociegas en Fasocide (entidad de personas con esa discapacidad).

6.000 PERSONAS SORDOCIEGAS EN ESPAÑA

Vive solo en un piso en Madrid, acude cada día en metro a su trabajo de asesor jurídico en Ilunión, hace la compra y cuando necesita ir al médico, al banco o a realizar cualquier gestión solicita la ayuda de un guía intérprete, que le escribe en su mano las preguntas que le hacen los demás. Él puede responderlas.

“Desde que salí de casa con 17 años siempre me he desenvuelto yo solo, puedo hacer una vida normal; hay mucha gente que se impresiona y me dice Javi y la compra cómo lo haces”. Primero memoriza dónde están colocados los productos con la ayuda de un técnico de rehabilitación y luego ya va solo. “Cuando voy a pagar digo: disculpe soy una persona sordociega, ¿puede comunicarse conmigo escribiendo con letras mayúsculas en la palma de mi mano?. Me dibuja el precio en la mano y no hay mayor complicación”, sonríe.

No lleva bastón (percibe algo de luz) y por eso -insiste- tira mucho de memoria. Por ejemplo, memorizó el recorrido del trabajo a casa en el metro; también aprendió de esa forma a planchar su ropa, y tantas cosas…

La entrevista con Efe en su lugar de trabajo la hace con la ayuda de una intérprete, que en cierto modo es sus ojos y sus oídos, le conecta con el entorno, le traduce las preguntas de otras personas y le explica lo que ocurre a su alrededor a través del lenguaje dactilológico, en forma de pulsaciones en la palma de su mano.

“Me gustaría ayudar y motivar a otras personas a superarse, a los adolescentes a concienciarse sobre la discapacidad y en concreto sobre la sordoceguera, a crear aulas más inclusivas, pero también tengo que trabajar para ganar dinero y llevar mi vida adelante”, ironiza Javier, que suele aprovechar los fines de semana para impartir esas charlas.

En la oficina, es autónomo y trabaja con un ordenador que tiene adaptado un teclado en Braille y otros dispositivos para hacerlo accesible.

“Una chica me dijo una vez: Javi es increíble, hay mucha gente que se ahoga en un vaso y tú que eres sordociego eres capaz de nadar en el océano”.

Libró una batalla contra un gigante y la ganó. En uno de sus viajes a Londres durante su etapa de Erasmus una compañía de bajo coste le impidió volar solo. “No fue un batacazo, ni algo que me sentara mal, lo vi como una oportunidad para que no volviera a suceder y reivindicar los derechos de las personas con discapacidad”. Tras su caso, la Comisión Europea aprobó un código de conducta contra la discriminación de pasajeros con discapacidad en el transporte aéreo.

Tiene muchos proyectos en su cabeza, los más cercanos subir las montañas más altas de cada comunidad autónoma o dar un salto en paracaídas para recaudar fondos para una ONG extremeña y visibilizar otras causas o lanzar una campaña en redes sociales animando a que las personas expresen sus retos y a uno de ellos ayudarle a conseguirlo.

“Siempre he tenido mucho apoyo de personas que se han esmerado por darlo todo y ayudarme -cita constantemente al psicólogo y montañero José Antonio García- y de entidades que han estado ahí, y destaca la suerte de que haber tenido profesores y compañeros en la universidad “que no veían en mi una persona con discapacidad, sino una persona más”.

DECLARACIONES DE JAVIER GARCÍA PAJARES, ABOGADO SORDOCIEGO EXTREMEÑO DE 28 AÑOS, IMPULSOR DEL PROYECTO “ABRAZAR LAS ESTRELLAS”