El vacío ético en el gobernante amenaza la solidez de la institucionalidad.

Por: Luis Fernando Pérez Rojas

El objetivo fundamental de la ética es identificar tanto las reglas que deben gobernar el comportamiento de las personas como los “bienes” que vale la pena buscar.  Las decisiones éticas son guiadas por valores subyacentes del individuo.  Los valores son principios de conducta, como ser prudente, cuidadoso, honesto, ser fiel a las promesas, buscar la excelencia, la lealtad, la justicia, actuar con integridad, respetar a los otros en sus diferencias o ser un ciudadano íntegro y responsable.

Muchos de los lectores estarían de acuerdo en decir que todos estos valores son guías admirables para el comportamiento.  Sin embargo, la ética se vuelve un tema más complejo cuando la situación dicta que un valor se sobrepone a los otros.  Un asunto ético es, una situación, problema u oportunidad en el cual el individuo debe elegir entre diferentes acciones que deberán ser evaluadas como moralmente correctas o incorrectas.  Estos asuntos éticos surgen en todas las esferas de la sociedad, de la gobernabilidad y gobernanza, en la vida profesional y personal; aquí solo se refiere a la degradación o ausencia de principios éticos en nuestros gobernantes.  La ética pública comprende los principios morales y los criterios que guían el comportamiento en el mundo de la administración pública.

Los estudiosos de la ética pública señalan la importancia de la ética empresarial y corporativa y, nos indican que todos los gobernantes y dirigentes cívicos, en general, deben tener ciertos valores que la sociedad necesita para funcionar tales como la transparencia, la honestidad y otros.  Los valores universales superiores son principios tan fundamentales en la existencia humana que son importantes en todas las estructuras básicas de la sociedad, por ejemplo, las reglas contra la corrupción, el asesinato, el secuestro, el engaño, la mentira, la tortura, la injusticia, la involución, la injusta privación de la libertad, las divisiones y enfrentamientos de clase, raza, credo, estatus económico, rivalidades políticas y violencias irracionales.

A mi juicio, creo que existen dos ideales éticos básicos que giran alrededor de los gobernantes y dirigentes empresariales y educativos: La dignidad humana y el valor significativo de vivir y trabajar juntos -Sociedad, Estado, Empresa y Familia-, para el bienestar común, permitiendo una cooperación y prosperidad mutuas a fin de coexistir en una competencia democrática saludable, equitativa y justa.  La dignidad humana hace referencia al valor de ver a cada ciudadano como un fin, y no como un medio susceptible de ser manipulado hacia el logro de los propósitos individuales y politiqueros de los gobernantes, en detrimento de los intereses de la sociedad o comunidades que representan.

Los principios éticos en los ciudadanos pueden ser poderosos y útiles; sin embargo, lo que el pueblo dice, espera o piensa que haría un gobernante es a menudo muy distinto de lo que realmente haría a la hora de enfrentarse a las demandas en conflicto en situaciones reales de sentido solidario y de pertenencia por el pueblo, que tiene el honor de gobernar.  Si todos los gobernantes no presentaran vacíos “éticos, en su dimensión humana”, se eliminaría el egoísmo y el utilitarismo individual, codicioso, corrupto y politiquero que tanto daño le causa al pueblo colombiano.  Sin principios éticos en los gobernantes la gobernabilidad se derrumba y la institucionalidad colombiana padecería la pandemia de la entropía.

La ética de la virtud en nuestros gobernantes es una perspectiva que va más allá de las reglas convencionales de la sociedad, sugiriendo que la moral debe provenir de una persona madura con un “carácter moral y ético” considerado correcto.  Las reglas de la sociedad, la gobernabilidad y gobernanza ofrecen un mínimo moral, y después los individuos morales -no moralistas- trascienden esas reglas aplicando sus principios y virtudes personales y profesionales en el sagrado ejercicio de gobernar como: la fe en sus creencias políticas, la honestidad a toda prueba y la integridad ciudadana soportada en la pulcritud de sus actos.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                               Medellín, enero 16 de 2021