El país no se puede dejar seguir en dirección a un descuadernamiento. Muy importante son los asuntos relacionados con Coronavirus, pandemia y cuarentena. Pero no debería un Gobierno entero dedicarse a la transmisión en directo de este problema, olvidándose del resto de situaciones del día a día.

Cuando los funcionarios públicos y particulares empiezan a hacer cosas que le corresponden hacerlas a otros, y no les pasa nada, es un síntoma de que el control o el orden del país, o ambos se están perdiendo o están perdidos ya. Y los únicos que ganan en ese estado de cosas, son los medios y la oposición del Gobierno, pues allí encuentran materia prima para hacer su trabajo. A nadie más le conviene.

En ese escenario hemos visto a los alcaldes de las ciudades más importantes y a los altos funcionarios de importantes instituciones.

Así, equivocadamente, ha habido jueces que ordenan capturas, amenazan con cárcel, o fallan tutelas como simulando el método de error – ensayo–, sin medir el impacto de los errores de una decisión infundada. Hay alcaldes que no están de acuerdo con las decisiones del Presidente y simplemente salen ante los medios, queriendo demostrar que son más fuertes que la Presidencia. Hay congresistas que hacen lo mismo. Organismos de control han tenido que echar decisiones para atrás. Entre el Congreso y las altas Cortes y dentro de estas entre sí, muy rara vez se ve algo armónico. Se trajo un ejército de Estados Unidos, sin que mediara para nada el Senado de la República. Se piden ayudas a otros países, sin que medie el Ministerio de Relaciones Exteriores. Se pasa territorio de un departamento a otro, sin que medie el Congreso de la República o el Consejo de Estado. Las medidas del Presidente se cumplen de manera distinta y desobligante entre alcaldes de municipios hermanos vecinos, los organismos de control parecen estar trabajando al ritmo de los empujones que les dan los medios, etc. Ayer incautaron 46 “cámaras de seguridad inversa” en un mismo municipio; seguridad inversa, porque fueron instaladas y eran utilizadas y monitoreadas por las bandas ilegales para sus propios fines y ninguna autoridad impidió que esas 46 sofisticadas instalaciones en los postes de energía se  dieran. Ojalá no esté ocurriendo algo similar en el resto de municipios de Colombia, porque, ¡qué miedo: ni en la época de Pablo Escobar se llegó a esto…!

Todo evidencia que el poder se está jalando para donde no debiera estar. Cada Congresista acude a medios con sus puntos de vista personales, nunca los institucionales, importantes entidades gubernamentales hacen lo propio, anunciando investigaciones y sanciones ejemplares en curso, que pasan uno, dos, diez o más años, con los cuadernos engavetados de turno en turno, hasta que prescriban o se pudran, que es lo mismo, sin ningún tipo de control o castigo en contra de la negligencia de quien los dejó podrir.

Si a lo anterior le agregamos la inseguridad jurídica reinante en Colombia, quienes quieran desencuadernar al país encuentran servidos en bandeja de plata todos los ingredientes precisos para hacerlo.

El país a ratos se siente como relajado ante los conatos en contra de su institucionalidad. La institucionalidad y las normas establecidas deben ser tan claras y tajantes, que no permitan a ningún colombiano tirar lances como si las cosas en Colombia funcionaran bajo el sistema de  aprendizaje de prueba – error.  Nos estamos acostumbrando a que quien caprichosamente viola las normas de comportamiento, termina saliendo con una simple solicitud, disculpa o sonrisa, quedando libre de todo mal y peligro, para seguir campante a la próxima violación.

Con ese libertinaje, sin control y sin orden, el país se va desorganizando, las leyes se van debilitando y todo va tomando el camino al caos, en la medida que, en igualdad de derechos, todos podemos decir en un momento dado lo mismo: “si lo hizo fulano y no le pasó nada, lo puedo hacer yo también”, y eso no es compatible con la finalidad de un Estado.

Constitucionalmente, en Colombia nadie goza del poder para jugar o hacer ensayos con la institucionalidad del país. Por eso, es oportuno y urgente que algún ente gubernamental, el indicado, pues en este momento no se sabe cuál debiera ser, “recoja la pita y la tiemple”, pare el proceso de descuadernamiento, e imponga el control y el orden que deben reinar en Colombia.  

El país necesita instituciones respetables, fuertes, serias, potentes y atentas, que hagan valer su razón constitucional de ser, sencillamente, porque políticamente así le han prometido y jurado ante Dios y ante el pueblo, todos los dignatarios que gozan del honor de dirigirlas.

Colombia necesita hacer honor, con todo rigor y equilibrio debidos, a las letras de la cinta de su escudo: Libertad y Orden.

1 Comentario

  1. Muy buen artículo, si, se percibe cierto caos…creo que toca rodear y legitimar al gobierno central en momentos de crisis, incluso cuando se ha ejercido la oposición, porque este momento requiere de un gobierno muy legítimo con respaldo de las mayorías, es un momento histórico, confuso, nuevo, todo se hace tientas…toca seguir bregando para que después de este huracán no quede un país inviable.

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