EDITORIAL

Por primera vez en la historia de Colombia lograron ponerse de acuerdo el gobierno, la izquierda, la derecha, los partidos políticos y los medios, en torno a un acto de presunta corrupción electoral.

La corrupción les obligó el uso de un mismo tapabocas

El pasado domingo 20 de marzo, de una manera clandestina, silenciosa  y repentina, hubo un acuerdo en menos de una noche, para tapar y no hablar más del asunto sobre la aparición de cerca de 500.000 votos después de un escrutinio total, como si todos tuviesen un propio y particular interés  en silenciarlo.

Concluir en una noche que todo fue por simples errores humanos, tendría presentación si el escondite se hubiera presentado en una o dos mesas y por error involuntario de 6 o 12 jurados de votación. Pero la manipulación del escrutinio se presentó  en 3.226 mesas promedio, con 19.356 jurados de votación promedio. Hasta aquí, podría tratarse del concierto para delinquir con mayor cantidad de miembros identificables en el mundo. Con ese acuerdo de partidos, medios, gobierno, izquierda y derecha de suspender la búsqueda de más votos embolatados “y dejar la cosa así”, lo que se ha hecho es meterle un virus especie de plaga o comején al interior de las cajas que contienen los votos que cada uno de los colombianos buenamente y con honor de patria depositaron allí.  

Este caso de presunta corrupción, y así tapado, podría quedar en la historia de Colombia como repetición del fenómeno electoral de 1970, conocido también después de una noche.

¿Con qué confianza podrían llegar ahora, el 29 de mayo, aquellos votantes que deseen candidatos independientes a la presidencia que no estén contaminados ni patrocinados por el gobierno ni por los partidos políticos ni por los medios ni por la izquierda ni por la derecha?