Ya es hora de que todos los colombianos sepamos, con precisión, qué está pasando con la pandemia. Los extensos considerandos de los decretos y resoluciones expedidos por el Gobierno Nacional no están mostrando la suficiente  claridad, sino, que están dando pie a una serie de confusiones.

Saber que hay 28.236 infectados y 890 muertos, en una sociedad de 50 millones de habitantes, no es una razón franca ni suficiente para justificar la parálisis total del país con las múltiples consecuencias económicas ni el largo encerramiento de sus habitantes.

Si hablamos de muertos (890) entre marzo 20 y mayo 30 (71 días), significa que están falleciendo 12 en promedio por día. Los colombianos en  confinamiento obligatorio, deberíamos tener derecho a conocer diariamente en mayor detalle sobre quiénes fueron los muertos del día, causa, edad, domicilio y si el deceso ocurrió en un hospital o en su residencia. Un boletín en torno a 12 individuos no requiere de sistemas de información del otro mundo.

A estas horas del partido y en un país especializado y curtido en creación de falsos positivos y chuzadas, cuya verdad a medias aparece a los cinco o diez años después de ocurridos los hechos, ninguna cifra escueta podrá ser prenda de garantía. Se necesitan datos y hechos con sentido, reales, ciertos y comprobados en tiempo real por los organismos de control competentes, que permitan tomar decisiones contundentes, tanto al gobierno como a la comunidad que no podrá estar sumida de por vida al miedo y a no hacer nada productivo.

Poco sirve saber que hay tantos infectados, sin conocer la población total de los que necesitan examinarse, por falta de recursos humanos, técnicos, de reactivos, y metodologías aplicables a basto sectores de la población. Además, una demora de hasta 8 días para conocer los resultados y un margen de error alto, da lugar a pensar que los datos podrían ser objeto de manipulación y, en todo caso, no son tan fiables ni reflejan la realidad.

En este estado de cosas, tenemos derecho a exigir una información más clara y real de lo que está sucediendo y lo que se nos espera.

Si observamos la resolución 0844 del 26 de mayo de 2020: Que de los 21.982 casos confirmados, 3.274 corresponden a personas adultas mayores de 60 años, con 546 fallecimientos de 546(sic) ocurridos, representando el 72.8 %”, como si estuviera descubriendo el agua tibia. Cualesquiera sean las causas de mortalidad, la historia de la humanidad mostrará siempre lo mismo: más del 70 % de quienes mueren son los mayores de 60 años. Y eso nunca ha sido motivo para parar el mundo, ni para encerrar a los viejos.

Si el 72.8 % de los muertos corresponde a personas mayores de 60 años, es importante aclarar cuántos de ellos son mayores de 70 y cuántos de estos estuvieron en sus casas durante toda la cuarentena, pues un solo caso significaría que de nada sirve el aislamiento de los “abuelitos”.

Si los mayores de 60 murieron en la calle, debe hacerse claridad de cuántos y por qué estaban en la calle. Si cumplían con su pico y cédula, se colige que esa medida no tiene sentido. Si lo hacían por desobediencia, se denota que los controles policivos no se cumplen. Si murieron en centros hospitalarios, debe analizarse y darse a conocer.

Mientras no se tenga claridad sobre estas elementalidades, continuaremos dando pasos de ciegos, sin saber en dónde estamos ni para dónde vamos ni hasta cuándo vamos y, en un ambiente donde todo lo que se decrete será ineficaz y si en estos se involucra la parte económica, más grave será la cosa.

Desanima que transcurridos dos meses y medio de aislamiento, se manifieste en un decreto gubernamental: “Que no es posible calcular o determinar exactamente cómo va a progresar una pandemia ni ningún evento en el tiempo.” No obstante, bajo la imposibilidad anterior, se decreta un confinamiento obligatorio y una “apertura inteligente”, con 43 excepciones.