EDITORIAL

Lo que nos depara la polarización, en el mejor de los casos, son otros cuatro años de  desgobierno, corrupción y acabose de la institucionalidad. Ya lo demostró Duque: nada más se puede esperar cuando uno de los polos gobierna, mientras el otro polo lo frena.

La polarización nos ha mantenido en un sistema de gobierno fatigado desde el principio; atendiendo las cosas del día a día de manera forzada por el efecto de dos fuerzas contrarias. Así, en los dos primeros años, el actual gobierno actuó toreando infructuosamente el azar de las huelgas, paros, vandalismos y cacerolazos. Y, los dos últimos en una especie de “oración” tal vez, ante el “milagro divino” que nos hizo el cielo, al enviarnos “un ángel en forma de virus”, capaz de ponerle fin a todos esos desórdenes, imposibles de acabar por las vías de un gobierno terrenal, que no daba más.

Con esa solución del “divino virus”, el gobierno decretó conmoción y continuó manejando el país mediante decretos del “día a día” y con una especie de telenovela de la pandemia del “noche a noche”, en un ambiente de dictadura débil, improvisada y silenciosa, donde el mismo virus mandó al Congreso y a muchas instituciones del Estado a vacaciones indefinidas, pasando el país a manejarse con una sola firma a la derecha de cada decreto. Una dictadura que en el día firmaba los decretos y en la noche atemorizaba y entretenía a los colombianos con el virus. Unos decretos que en sus textos indicaban, como nunca, la cifra del gasto en billones de pesos y señalaba el correspondiente sector privado beneficiario de la repartición. Una dictadura donde se gastó más dinero en nada, que lo que el anterior gobierno invirtió en infraestructura física y desarrollo del país. Unos decretos que de afán  obligaban al cúmplase, mientras la calificación de la Corte Constitucional tardaba meses e incluso para algunos decretos, muy seguramente, aún no se tiene pronunciamiento.

En síntesis, cuatro años sin un norte, gastando más, poniéndose freno al desarrollo, deshonrando instituciones, bambaleando el desorden público y donde lo más importante fue echarle combustible a la pelea política entre Derecha e izquierda, lo que sirvió como cortina de humo para tapar lo que realmente pasa aquí, en materia de corrupción, seguridad, justicia y pobreza.

Ahora la polarización reaparece en las elecciones y  con el dinero suficiente, más el que se quiera, para ganar. Solo que esta vez sí: puede ganar cualquiera de los dos. Y, como son las cosas, cualquiera sea el que gane, Colombia pierde, pues: si gana el de la derecha, pasarán 4 años sin que la izquierda lo deje trabajar y si gana el de la izquierda, pasarán los cuatro años sin que la derecha lo deje empezar. Tendremos cuatro años más sin esperanzas de que el cielo nos mande otro segundo “divino virus de la pandemia”. Tocará entonces, “rezarle al cielo esta vez”, por lo menos para nos señale otro candidato no polarizado y que realmente convoque a la unión y a la paz entre los colombianos, para que la democracia no sea sólo para la mitad. HOY ES VIERNES SANTO Y TODAVIA FALTA UN MES LARGO. ¡La pandemia apareció de un día para otro!