Coronavirus nos enseña: lo que se aprende de la Guerra

Qué frágil es la humanidad.

Ver cómo un virus pone de rodillas a la humanidad entera: en segundos obliga a introducir cambios constitucionales de cada país, sin necesidad de discusiones ni asambleas constituyentes. Ver cómo en momentos de virus, al igual que en los momentos de guerra, la emoción del desarrollo se torna a la parálisis de todo, como medio de solución. Lo que eran cuentas alegres, pasan a ser cuentas inocuas.

Un simple virus nos está enseñando por ejemplo que, políticamente, de un día para otro los gobiernos del mundo pierden todas sus fuerzas, sin importar las fortalezas económicas del Estado que manejan. De un día para otro, los presidentes, gobernadores y alcaldes quedan a la deriva y, “con el agua al cuello”, tratan de copiar de otros pensadores y obligar iniciativas que ellos mismos no comprenden para qué sirven.

Frente a no poder cambiar nada, lo único claro que nos queda en la sociedad es el caos, donde las riquezas, dignidades, privilegios y sabidurías pasan al mismo plano de la pobreza, la plebe, la miseria y la brutalidad.

Los bienes y servicios podrían escasear, no por los monopolios como suele suceder en “vida normal”, sino por el acaparamiento derivado del desespero por la incertidumbre y la necesidad de los consumidores. La maximización de la escasez de bienes y servicios, sumado a la parálisis del sector productivo y la consecuente decadencia brutal de la economía, podrían llevarnos a que el dinero (la moneda) pierda todo sentido y desaparezca del medio, para regresar al primitivo y absurdo sistema del truque, entregando un novillo a cambio de un tapabocas, o un pedazo de tierra por una docena de salchichas, etc.

El COVID-19 (o Coronavirus) como las guerras, a pesar de que las inicia la misma humanidad, parece estar regido por un mandato o fuerza extranatural o divina, cada vez que frente a sus efectos, la única solución a la vista es el campo de la unión, la comprensión, la bondad, la sensatez, el respeto, la caridad, la misericordia, la humildad y la sencillez entre todos los que tenemos que soportar sus malignos efectos.

Y, dentro de esos valores no caben el egoísmo, la injusticia, el negocio leonino, la corrupción, la violencia y en general, ninguno de esos flagelos de los humanos que de siglo en siglo llegan a extremos y la única manera de frenarlos o acabarlos es con un virus o con una guerra.

Advertencia final: pasada la guerra del Coronavirus, mantengámonos preparados y amparados con nuestra contabilidad manual y los documentos originales, porque alguien dentro de la humanidad también  tiene el poder de bajar el “suiche del internet” cuando le dé la gana: esa sería la peor guerra mundial, porque con las cuentas perdidas, en lugar de contagiados del virus, nos tocará contar los suicidados, por haber caído a la ruina. 

Foto meramente ilustrativa tomada de la página webhttps://pixabay.com/es/photos/diente-de-le%C3%B3n-flotante-flor-1931080/