Por: MARGARITA MARÍA PÉREZ PUERTA

Pequeño relato basado en la serie danesa de televisión, creada por ADAM PRICE: HERRENS VEJE (2017), traducida a nuestro idioma como ALGO EN QUE CREER, o su traducción más fiel: LOS CAMINOS DEL SEÑOR.

Una pareja de jóvenes se conocieron en la universidad. El joven estudiaba teología.  Se graduó y decidió ser un pastor. Se enamoró de la dama; a los dos años de conocerse y decidieron casarse. Nacieron dos hijos. El mayor inicio teología, pero cuando tenía que elaborar la tesis, no supo cómo hacerla, ya que su mente quedó en blanco; sin un rico pensamiento para poder elaborar su examen final con la que pueda graduarse como el docto de la teología.

El hermano menor estudió su bachillerato y sintió el llamado del Ser Supremo e ingresó al seminario. Él amaba ese mundo en que su padre fluía día tras día.

La vida de los jóvenes fue todo dilema junto al papá que se entregaba más al hijo menor.  El mayor sentía que su padre no lo amaba como él lo anhelaba.

El hijo mayor se fue a pasear con su mejor amigo. Fueron a un sitio budista. Allí le enseñaron a respirar para dejar todo ese enojo que enfermaba su vida.  El amigo terminó la amistad porque su novia le fue infiel con él. Una gran amistad emerge en ese dictador de celos porque su amor gustó más de él que la otra mirada.

El joven enojado y triste por perder a su amigo, comenzó a escribir su historia que se convirtió en un libro de autoayuda, volviéndose un bestseller. Pero un año después decidió concluir la tesis para graduarse como teólogo.

La vida es un cúmulo de dilemas. Un día el hermano mayor salió a caminar con el menor.  Conversaron de lo ocurrido en la guerra cuando estuvo como capellán. En la guerra, para defender a su gente, disparó a alguien que se creía enemigo. Pero no era así. Era una chica musulmana que huía de la maldad. Ella murió por una bala que su hermano menor disparo.  Desde ese instante no ha tenido paz en su  vida. Descuidó a la esposa que anhela ser madre de un niño hecho por los dos.

La conversación terminó cuando el joven pastor se alejó al son del espectro de la mujer musulmana. Ella lo llamó.  Él la siguió y no vio el camión que venía.

Fue atropellado. Él se fue tras la mujer que le pone una medalla de unas manos en su mano. El entre sombras blancas la siguió.

El joven mayor lloró en el cuerpo de su hermano. Sólo repetía: ALGO EN CREER.

El tiempo pasaba, y la familia aún añoraba la pérdida del joven capellán. Él fue lumbre eterna para ese oleaje de gente que lo oyó hablar en ricas parábolas.

La madre del joven menor con su amor lo veía siempre como si estuviera vivo.

La esposa del que murió dio a luz a un hermoso bebé. Era el verso concreto de quien un día habló en diversas lenguas por ser diferente a cada ser alma en su forma de pensar.

El papá volvió a ser ese pastor que tejió la vida por quien lo necesitaba. Su nieto fue bautizado cuando la luz de su hijo menor se lo pidió con fuego solemne ante sus ojos en cautiverio por nada saber, y al mismo tiempo se le apareció a su madre sonriendo, y le dijo unas ricas palabras:

“Mi muerte y la vida de otros es la certeza de un verdadero amor cuando mi padre, al dejar vivir a gente necesitada en el templo, donde se pronuncia dulces parábolas que enseñan todo lo plasmado por el Motor Supremo, quien escribe nuestro devenir.”