Por: Emperatriz Echeverry Arenas

Todas las mujeres hemos tratado el tema, compañeras, vecinas, conocidas, pero sobretodo las amigas cuando nos reunimos a tertuliar, a reírnos y porque no, a recordar aquello que nos hace sufrir;  es una maravilla,  poder sentir el alma de cada una de ellas,  no falta  por supuesto el tema ya obligado de  hablar de aquellos hombres que siempre hemos soñado.

Cada una expresa lo que  tanto ha querido, lo que tanto ha soñado, no falta la graciosa que con sus comentarios nos haga reír tanto que llegue a carcajadas.

Muchas les gusta el hombre, con muchos atractivos, que sea más que guapo, varonil, bien hermoso, para poder lucirlo como su gran trofeo y despertar envidia  de todas sus amigas, de todas las mujeres, otras dicen me gusta inteligente, intelectual y muy trabajador, así me gusta a mí;  pero hoy solo yo quiero plasmar  de cada una, su ilusión y su sueño.

Otras los quieren con mucho más dinero para satisfacer todos esos caprichos, todos esos deseos, otras no exigen tanto les gusta lo grotesco, lo aceptan ordinarios, vulgares, sin modales,  y jamás les ayudan a superar sus males, hay muchas que prefieren el hombre apasionado, que gusta de locuras, con tal es que les calma toda su calentura.

Otras los quieren pulcros, ordenados, juiciosos, para que les ayuden en todos los que haceres, hay quienes que prefieren mejor quedarse solas que tener a su lado, un vago, un sinvergüenza, que solo gasta ropa y aporta sinsabores, esto es un abanico de quejas y suspiros que todas compartimos en los ratos felices.

Pero llegan los años, ya cambian nuestros gustos y nuestras preferencias, y solo los queremos así como ellos son, con todos sus defectos, igual como nosotras, más justos, más humanos, más tiernos, más sensibles llenos de puro amor, algunos muy queridos, otros no dicen nada, pero no falta aquel que despierte suspiros, que deje en el ambiente deseos, sensaciones de cuando éramos jóvenes, osadas, atrevidas que solo nos gustaba lo suave, hermoso y grato.

Para mí el compañero, es el amigo fiel, que nos perdona errores, que es incondicional, amoroso y atento, servicial, detallista y alegre sin cesar, no como un complemento sexual, como lo piensan muchas,  que aún creen que tienen los años juveniles, que todo lo permite, que todo es un derroche, pero llegan los años, y nos cambia la vida, también las prioridades y éstas van más allá de todo lo visible y también lo sensible.

Es una bendición hallar a ese hombre, amigo, confidente,  complaciente y bien tierno, que solo lo que quiere igual como nosotras es compartir un todo, aceptando la vida, con todos los tropiezos y con las alegrías, salir a caminar tranquilos, por senderos, los dos al mismo ritmo, contemplándolo todo, cogidos de la mano, sin preocupaciones, sintiendo a cada paso que todo es un regalo, avanzando serenos con el mismo compás sin premura y en paz, sentir en esa mano una nueva caricia, llena de calidez, tórrida e incandescente,  nuevamente los besos tiernos y delicados que aún nos estremezcan y nos llenan de amor, contar con la tibieza de aquel abrazo inquieto,  colmado, atiborrado,  repleto de emoción.

Es ver con alegría, en ese nuevo día, un lindo amanecer, con la luz de otros ojos traviesos y hechiceros es disfrutar la plática que no tiene importancia, que siendo intrascendente, queremos escuchar, querer beber despacio el té de la mañana, o degustar de noche un vino bien añejo, es escuchar muy juntos aquella melodía que nos recuerda el día en que nos conocimos, es dividir el pan, es repartir la cena, para  sentarnos luego a contemplar el cielo repleto de estrellitas, rodeado por la luna, es volver a mirar un lindo atardecer, cuando se oculta el sol, allá en la lejanía, es más que comprender que entre cada silencio, está el lenguaje lateral y cómplice que solo conocemos estando enamorados.

Que cuando yo le diga:

Amor… “yo tengo frío ” él corra a mí a abrazarme, alegre y conmovido, que cuando yo le diga, Amor te necesito, de inmediato él entienda lo mucho que lo quiero, y estando aún callados, en todo ese silencio  podamos escuchar la misma melodía.

Que estando ya  ancianitos, el uno apoye al otro, sin llantos y sin quejas, compartiendo juntitos todo ese cariñito que nos ha unido siempre, y ha sido tan bonito.

Es el amor que algunas mujeres deseamos, que siempre hemos soñado, cuando llega la tarde, cuando llega el otoño, es un amor tranquilo,  sereno y apacible, sin miedos, sin tapujos, es el amor sublime.

Dichosas las mujeres que encuentran esos seres, esos hermosos hombres benévolos, humanos, tranquilos, calmados y amorosos.

Un abrazo.

Septiembre 29 de 2021.

Emperatriz Echeverry A.

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