POR. MARGARITA MARIA PEREZ PUERTA

ENCUENTRO CON LA REALIDAD

Una dama y un caballero salieron a caminar con su perro, o “el bebé de la familia”, un día cualquiera de una semana de este año, por las calles de un barrio de esta ciudad, con el perro mediano caminando, hasta que lejos de casa, un indigente les gritó unas palabras llenas de misterio. Él era como una sombra tras su rastro. Salieron de prisa, y la dama miraba con temor, y él caballero le dijo:

-¡No mires! Si se da cuenta se puede devolver.

Gracias a ese consejo, olvidó al indigente con sus monos parlanchines” que dejaron un temor quemando sus almas.  Ellos y el perro siguieron su rumbo hasta donde tenían que ir. El perro los hizo sentarse por cansancio de las patitas y un deseo de agua. Le saciaron su sed. Luego siguieron caminando, y atrás quedó el indigente y sus repeticiones por alguna sombra que lo perseguía por tanta suciedad perforando su ego saliendo de todo cautiverio.

La dama y el caballero con el perro volvieron a casa para limpiarse todo sudor y suciedad que el aire les dejaba. Además asearon a la criatura porque requería un gran masaje en su abdomen y patitas, cuales sufren un fuerte ardor por ese asfalto quemante.

“El bebé de la familia” durmió plenamente por una hora, y luego despertó eufórico, buscó a uno de los cuidadores para besarle hasta decirle lo mucho que lo ama por cada caminada que hacemos siempre para hacer las necesidades requeridas. Fue acariciado tiernamente hasta hacerlo dormitar bajo su voz enhebrando términos relativos a ese gran cariño de los hermanos.

Los pensamientos de la dama viajaban en aquel indigente a través de una sombra amante que lo perseguía hasta atraparlo entre miedos, cuales emergían en su propio laberinto sin salida. Lo llevaba a ese resentimiento por cada criatura enmarcada en su corazón, hoy por hoy perdido entre opacas penumbras. Ella despertó de su incertidumbre, diciéndose:

-Un encuentro con la realidad, cada vez respirando ante un aire enraizado por la misma vanidad de yoes que jamás aceptaban ser perdedores del mismo orbe.

SUERTE EN EL AIRE

Una dama soñó con una anciana que se le apareció para decirle:

– Tu vida fluye a través de emociones porque el universo tiene pruebas para vos como alma dulce ante muchos que creen en ti como un ser mimado y un don nadie que nada ofrece. La vida te acerca a mí por ser alguien que si cree en ti como ser de amor. Ese caos debes olvidarlo porque debes discernir tu ego sabiendo que el olmo nunca puede concatenar con otros frutos diversos, es decir, aquellos que tienen su forma radical en ser y vivir todo devenir en la vida misma.

La mujer humilde besó a la criatura y desapareció entre siete colores que formaban bellas imágenes donde la suerte del aire se impregnó a su cuerpo emergiendo un sudor quemante.

Después de la desaparición de aquella mujer, sentí el olor de ella junto a mi ser concreto como agua fresca limpiando toda tristeza de un día donde el caos crece y crece por ese poder en la palabra. Miré el rostro en el espejo, y veía los colores formando su ser encendido dejando unas las siguientes palabras:

– El amor verdadero lo encuentras sólo en el Ser superior. Él sabe porque esta melancolía crece aún más. Él sabe amarte junto a ellos que creen florecer en una deliciosa fe; aquella que a tu ser sutil nunca le faltara, aunque lo tóxico vibre en cada reacción por tener una fragilidad para sobrevivir. Él y yo seremos tu eterna lumbre, con la que podrás aprender a discernir ese  veneno que inhabilita toda alegría coherente en alma, como parte de un cosmos, delineando un cambio para no morir contagiado en ese malestar provocado por lo dicho y hecho a diario.

UN ENCUENTRO AMANTE

Un día cualquiera se dio el encuentro entre Pandemia y Covid. Una dulce química entre los dos bajo un fuego sagrado, tejiendo un deseo de verse cada segundo.
La vida va de prisa, y el ardor que sentían ambos es más fuerte que aquel miedo al contagio de su propio ego dejando en el aire un mal que termina en toda declinación hacia un abismo sin cura.

Pandemia se embellecía para el encuentro real con el amor de su vida: Covid. Él escribió muchos versos al son de ese cariño contagiado y enmarcado ante ese respirador que lo mantiene vivo para seguir amando a su íntima Pandemia… que se ha extendido a acabar con los humanos para darles una lección por vivir derrochando los recursos naturales, y además por no saber amarse a sí mismo como al otro que teje el lado oscuro de algún sitio donde respiran criaturas sin cuerpo y una razón similar al ser concreto que somos nosotros.
Un encuentro amante, conjuga ese contagio provocado por ese malestar que todo veneno emerge en aquellos almas que un día se encontraron con dulce química y ese sabor de la vida, la que hoy se va extinguiéndose por el aire enraizado de toda putrefacción acabando con los grandes pulmones, dadores de vida a todo ser social desapareciendo lentamente sin dejar rastro alguno.

La verdadera belleza de Pandemia es ese afán de cuidar a Covid, que con su necedad lo contagió de un virus enmarcando cada rincón en natura, a la que no hemos sabido cuidar para que nos proteja con su aire de todo malestar. El amor dulce lo cuida, pero su no creencia le lleva a una muerte plena. Pandemia lo besa y cierra sus ojos, diciéndole: “Fuiste un veneno que te llevó al final de tu misma suciedad. Aquella que dejaste en la naturaleza, la que deseaba salvarte para que tuviéramos ese encuentro amante donde los colores abrasen toda unidad con el motor supremo, aquel que escribe nuestra gran química para aprender amar.

INCERTIDUMBRE

Salieron el caballero y la dama para aquel pueblo donde lo esperaba su gran amigo. Llegamos al hermoso pueblo y en el hotel del amigo; nos dieron una habitación con dos camas y un baño. Además televisión para ver algún programa que deseemos ver. Dejamos todo arreglado, y salimos a conocer el pueblo con el gran amigo del caballero. Caminamos y compramos algo para celebrar las efemérides del caballero en cuestión. Volvimos a la habitación; encendimos el televisor para oír las noticias.

Celebramos el cumpleaños del caballero con una rica torta y un sutil te.

Después se despidió el amigo por sentir sueño y tenía que madrugar a abrir la ferretería. Se quedaron el caballero y la dama observando la televisión a acabando de saborear la torta en honor a su efemérides.

Apague la televisión por ver dormido al caballero. Lo acobijó cuidadosamente en irlo a despertar de ese sueño plácido, similar al del niño perdido a través de ir evolucionando en adultos como último sendero de todo cuerpo ego fluyendo en un planeta; hoy agonizante en su propio malestar que ha provocado por no saber discernir lo malo y bueno.

La dama despertó a las seis de la mañana; fue al baño a hacer sus necesidades requeridas. Luego se bañó. Dejó el baño seco para que el caballero lo encontrara limpio. Salió del baño, y aún seguía dormitando el caballero. Él roncaba algo fuerte, entonces lo volteo con cautela para no dañar su sueño. La dama se sentó en la otra cama  a escribir sus cosas en un cuaderno.  A la hora despertó el caballero entre sombras serias; nada dijo, sólo miro y luego se entró al baño donde pudo asearse y hacer sus necesidades previas. Salió aún más serio. La dama le pregunto: por qué la seriedad. Él contesto: porque  usted dejo el baño sucio. Ella le contesto: nada de eso es cierto. Lo deje seco y limpio. El caballero seguía hablando improperios hacia ella. El caos se volvió tan difícil de manejar que hasta la empujo hacia puerta donde se golpeó algo.  La dama grito fuerte, y le dijo lo bárbaro que era con una mujer. Él respondió: usted nunca será mujer como la verdadera mujer bella e inteligente. Usted es una mujer loca y asquerosa que se mantiene peleando con cada criatura del universo.  El caballero la echo, pero no se lleve el mercado que nuestra amiga nos dio para colmar toda hambre sentida.

La dama cogió y se fue a caminar por el pueblo. Averiguo si podía irse hoy mismo, pero tenía que esperar hasta el sábado. Entonces, volvió al hotel y se sentó en la sala de estar, donde una buena señora le pregunto: señorita que tiene. Se le ve triste. Entonces le conté lo sucedido con el caballero de la pieza  10.

Ahora entiendo lo que oímos el administrador y yo desde esa habitación. Se oía un caos entre dos criaturas, y hasta golpe en la puerta.

Señorita quédese en aquella pieza; aunque no tiene televisión ni baño. El  baño está afuera para los del segundo piso en común.  Así fue como encontró un sitio para dormir segura en un pueblo que no conocía. Quiso salir a comprar algo, pero la señora del aseo le dijo: no salga ya que oyó al caballero y a su amigo decir: ojalá se haya ido una persona como esa dama que daña nuestro hotel. También dijo: salieron muy juntos a comer algo y luego se encerraron en la habitación diez.

La buena señora le llevó algo rico de comer. Luego le dio un consejo: no salir a caminar por el hotel.

Así fue.  Salió sólo a lavarse los dientes y a sus necesidades requeridas. Cerró la puerta con seguro y se acostó a dormir. Miraba el reloj cada instante que despertaba. No tenía despertador. Dormito unas horas;  y por la intranquilidad de no saber la hora despertó nuevamente. Gracias al universo era las cuatro. Como el baño estaba ocupado. Se bañó en crema corporal; haciéndose fuertes masajes en cada parte del cuerpo. Luego se vistió.  Recogió todo muy bien. La ropa sucia la empacó en una bolsa, echándola en el fondo del bolso. Dejó organizada la habitación que le prestaron. Miro bien si algo se le quedaba. Entonces, salió a cepillarse y hacer la necesidad requerida para poder coger vuelo. Miro el reloj del hotel. Marcaban las cinco de la mañana. Se despidió del administrador y la buena señora. El administrador sólo le dijo: Señorita cuídese mucho. Le entregue la llave de la habitación sin número.  Ellos volvieron a decirme: vaya con cuidado. Y ponga alegría en su bello rostro. Olvide ese caos, pero sabemos que hay gente grosera en dañar gente bella como la señorita que hoy se va.

            La dama cogió el bus rumbo a Medellín; cinco y treinta de la mañana.