Por: Briseida Sánchez Castaño.
He cambiado desde que comenzó la pandemia, la imagen que se me refleja en el espejo no es igual a la de antes, me siento verdaderamente distante de la emoción de vivir, el año vivido en pandemia me ha hecho solitaria, hay un alejamiento entre el mundo y yo, una especie de frialdad que se instaló dentro de mí, un frío que no es como los otros, uno que no se va aunque le diga que se vaya, ahora veo con mayor claridad la fragilidad que mantiene el equilibrio de la vida en el planeta y la sutil estabilidad de la tierra dentro del sistema solar y de este dentro de la galaxia, y las impenetrables tinieblas que hay por fuera del universo conocido, si acojo la teoría de que el inicio de todo no fue solo un big-bang, sino que simultáneamente se dieron varios big-bang, tendría que admitir que hubo muchos inicios de universos en un mismo momento y que ahora evolucionan en forma paralela y tendría que aceptar justo ahora que cada uno de esos universos paralelos están conformados por las mismas galaxias que aquí tenemos, y que hay tantos sistemas solares como tantos universos y muchos planetas como la tierra y que también en cada una de ellas ocurrieron las cinco extinciones masivas a lo largo de la historia y por consecuencia en este momento todos los planetas tierras de todos los universos en desarrollo necesariamente están cruzando por una pandemia.
Me detengo un momento, levanto la mirada al gran ventanal que tengo en mi estudio, veo la profunda noche estrellada desde aquí y entonces pienso que quizá en este momento haya muchas señoras como yo, allá en los otros universos que se llaman igual que yo y que están frente a la pantalla de un computador, un viernes en la noche, escribiendo lo quebradizo que puede resultar todo lo que desde aquí veo, la estabilidad de los universos, tan endebles, las fuerzas de atracción que deben haber en cada una de las galaxias y en cada uno de los sistemas solares para que los planetas, las estrellas, las lunas, los soles y los humanos no salgan disparados sin destino al profundo e insondable vacío, y me pregunto, si necesariamente los otros planetas habitables cuentan con este misma especie humana inteligente, con buenos y malos y regulares y que si somos idénticos también están allá arriba bregando con los virus de esta nueva era que amenaza con la sexta extinción de la vida y verme tan extremadamente diminuta y pequeña ante la inmensidad y el sinfín inconmensurable no me hace particularmente alegre, al contrario, me embarga de un sentimiento que no logro asir, uno que me tortura por la pequeñez y la incapacidad de incidir verdaderamente en todo el confín.
Waoo un delicioso texto que lleva aquella esencia de la vida misma, la que ahora corre un suspiro de miedo por morir en ese devenir de tanto malestar entre cada ser social caminando y dejando pura suciedad al son de natura. Ella muestra enojo y por ello teje un virus tras otro como lección al ser alma que cree saber amar dejando cada instante una suciedad como brote para enfermar los recursos naturales.
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