Por: Briseida Sánchez Castaño.

Escena I.

En ésta noche de rayos y centellas, de caballos desbocados que corren precipitadamente sin dirección , insensibles a la acción del freno, un momento que se conjura, en un lugar y en una hora única,  he sido testiga de la sentencia más crucial y definitiva y de la  batalla más difícil que libra un hombre en ésta loca y gran aventura que es vivir, hoy  hace historia un espacio en el tiempo, hoy la vida decide firme e inamovible, hoy una fuerza del universo, misteriosa, enigmática y desconocida actúa de forma  contundente, hoy se define la llegada de un hombre al puerto más seguro, hoy el paisaje es inmediato, el combate es violento, un instante campal entre la vida y la muerte, hoy  he visto a un hombre enfrentar la posibilidad de extinguirse por completo, hoy han sonados las campanas, hoy he visto a un ser mirar de frente y cercano a la muerte, hoy reconocí la verdadera valentía en una mirada, en una voz, en una vida, hoy estuve al lado del ser que no se amilana, que enfrenta la vida y la muerte como si fueran una misma cosa, hoy es un día crucial, definitivo y absoluto para un hombre que está muriendo, hoy lo he visto a los ojos, sin vacilación, sin miedo: Es un hombre, el más completo e ilimitado porque está frente a la vida y porque está frente a la muerte.

Escena II:

El levantamiento tuvo su fin, no hubo tregua, cambiamos de traje, nos ponemos el de color negro, no hubo límite en las palabras, ¿sabrá el resto de la humanidad lo que sentía el muerto?, nunca vuelvan a preguntarme si valió la pena la batalla, el enfermo ha muerto, donde lo mataron cayó y a los demás nos sangran los pies, esa pared en ruinas que nos aleja más que un mar, esas espinas atravesadas en la garganta, ese aire que enfría el cuerpo ya tieso, ese desvelo que trae la noche lúgubre, nos sentamos junto al muerto, esperamos la resurrección, no llega, el momento de hacer la fosa ha llegado, nuestra boca seca ya no quiere hablar, la tierra en nuestras uñas, hemos terminado, estamos en cuclillas frente al hueco, mordemos nuestro propio corazón, está amargo pero es nuestro corazón, en un tiempo vendremos por las cenizas, las tiraremos al mar, el mismo donde continuaremos navegando.

Le he preguntado al muerto, ¿qué siente?

— Nada, ya no siento como ustedes, morir es otra cosa.

¿Y el resto?

— Sobrevivirán, todos sobreviven a la muerte de otros, la muerte aún no los toca, vendrá después, todos morimos alguna vez en la vida.

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