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Bogotá, 27 nov (EFE).- Hasta ahora la dieta de los astronautas se ha limitado a unas cuantas verduras, leche en polvo y carne deshidratada, pero la científica colombiana Martha Lucía Orozco está muy cerca de condimentar el menú estelar con el frescor de tomates minúsculos, los más pequeños del mundo, diseñados para poder cultivarse en las naves espaciales.

Con esta nueva especie, de cuatro centímetros de alto y ocho de ancho, la investigadora llamó a principios de este año la atención de la NASA, que decidió financiar el proyecto para llevarlo al plato de los cosmonautas de la Estación Espacial Internacional, según explicó Orozco en una entrevista a Efe.

“Las plantas, que tardan dos meses en florecer, interesaron a la NASA porque son ideales para ambientes reducidos como las naves espaciales, y con nuestras modificaciones genéticas hemos conseguido reducir su tamaño y su follaje”, aclaró Orozco, ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia y doctorada en Fisiología de Plantas de la Universidad de Washington.

ALICIENTES PARA ASTRONAUTAS

Uno de los alicientes más grandes para la apuesta por el conreo espacial del tomate, y de otros vegetales como la soya y la lechuga, es “que en las aeronaves hay un alto nivel de CO2 que las plantas podrían asimilar mucho mejor porque lo necesitan para hacer la fotosíntesis”, explicó la científica.

Además, el tomate contiene “altas cantidades de antioxidantes” que pueden prevenir el riesgo de cáncer de los cosmonautas, que es más alto al estar expuestos a formas únicas de radiación que pueden conllevar a graves riesgos para la salud.

Los pasos que afronta la investigación en los próximos meses es consolidar que la producción de tomates “sea homogénea, que produzca el mismo número de frutos y del mismo tamaño”, aunque estos alimentos, cultivados hasta ahora en laboratorios in vitro, “tienen que pasar una de las pruebas más exigentes, la del gusto de los astronautas”.

“Las pruebas palatales con los cosmonautas de la NASA son muy importantes, es vital tener el feedback de los consumidores finales porque si no les gusta no va a tener demanda”, enfatizó Orozco.

Más allá de añadirle frescura a los platos cósmicos, que los astronautas cultiven tomates “puede repercutir a su estado emocional, porque en un ambiente tan aislado saber que estás cuidando una planta y verla florecer es muy gratificante”, agregó.

CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El tomate es uno de los mejores candidatos para la investigación científica de alimentos genéticamente modificados y “ha sido muy usado en la ingeniería genética” por su “corto ciclo biológico de seis meses, que permite estudiarlo con rapidez”, explicó la científica, que estudia este alimento desde 1987.

Para obtener la planta más pequeña del mundo, la doctora Orozco, actual directora del Centro de Investigación de Transformación de Plantas (PTCR) de la Universidad de California, “editó” y “corrigió” el genoma de sus células. En este caso, eliminó uno de los genes relacionados con el tamaño de la planta, según reveló.

Los resultados de la investigación también pueden tener aplicación en la Tierra, sobre todo en la lucha contra el cambio climático, “porque el espacio fértil para conrear cada vez se ve más mermado por fenómenos meteorológicos extremos, como cambios de temperatura, la erosión de los suelos y los huracanes frecuentes”.

Por eso, Orozco elogió una corriente científica que está ganando fuerza, la llamada “arquitectura urbana”, que propone la implementación en las ciudades de unos huertos verticales con vegetales de tamaño reducido modificados genéticamente y controlados por sistemas electrónicos que regularían la temperatura, el nivel del agua y los nutrientes de las plantas.

De hecho, otro de los proyectos punteros que lidera la científica colombiana trabaja con células embriogénicas de árboles quemados en los incendios de California para “hacer una siembra masiva y restaurar hasta ocho millones de árboles perdidos”, celebró Orozco.

En ese sentido, Orozco alabó “el uso de la biotecnología moderna y sus métodos como la edición de genomas y transgénesis para mejorar las plantas”, y explicó que es un “gran instrumento” para enfrentar los desafíos de la agricultura como “la producción de cultivos para espacios más reducidos, mayor producción en el mismo espacio o el cambio climático”.

TOMATES EN MARTE Y EN LA LUNA

Los tomates más pequeños del mundo pronto estarán listos para despegar al espacio, “estamos seguros que funcionarán en un 90 %”, agregó Orozco, pero su misión final puede ir mucho más allá de servirse en la Estación Espacial Internacional, ya que “la idea es instalar la agricultura en otros planetas”.

“Estos tomates pueden terminar sembrándose en Marte o en la Luna, no lo sabemos, ya que faltan por resolverse aún muchos interrogantes científicos, aunque puede ser que yo no esté aquí para verlo”, reconoció Orozco. EFE

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